Rezar cantando: el coro Hijos de Don Bosco y su misión en Semana Santa

Un grupo de jóvenes transforma cada misa en una experiencia profunda: intervienen para tocar el alma de quienes buscan a Dios.

EN ENSAYO. Las voces de Hijos de Don Bosco se afinan para acompañar las celebraciones de estas pascuas. EN ENSAYO. Las voces de Hijos de Don Bosco se afinan para acompañar las celebraciones de estas pascuas.
20 Abril 2025

Bajo la luz tenue del templo San Juan Bosco (avenida Mitre 312), un acorde suave abre el ensayo. Las voces entran una a una, como si no quisieran romper el silencio sino moldearlo. Cada fin de semana, entre acordes de guitarra y ensayos intensos, el lugar se llena de jóvenes: el coro Hijos de Don Bosco transforma la música en oración. Son chicos y chicas -desde los 16 años- que, más allá del talento artístico, comparten un propósito: poner su voz al servicio de Dios y de la comunidad.

El 27 de febrero del año pasado celebraron su primera década de vida. El coro forma parte de una red viva que articula a la comunidad salesiana en San Miguel de Tucumán: el templo, los grupos juveniles, el centro comunitario y los colegios religiosos Tulio García Fernández y Lorenzo Massa. Este año, además, no es cualquiera: la comunidad de San Miguel Arcángel celebra 100 años de presencia salesiana, por lo que cada canto cobra una profundidad aún mayor. La figura de San Francisco de Sales, tan cercana al espíritu de Don Bosco, es inspiración constante desde que fue elegido como patrono al fundar la Congregación Salesiana, reconociendo en él un modelo de bondad, caridad y paciencia.

“Participar en las celebraciones de Semana Santa es asumir el llamado de Dios y poner nuestros dones al servicio de quienes buscan encontrarse con Él”, dice el director de la formación, Gastón Ruiz, a LA GACETA. Para el grupo, cantar no es solo acompañar la liturgia: es transmitir, desde lo más profundo, el misterio de la fe.

Cantar como entrega

“La música toca el alma. Nos ayuda a conectar, a rezar con el corazón. Y cuando cantamos, también celebramos la vida”, agrega Gastón.

A sus 20 años, Luz Valentina Martos Rodríguez forma parte del coro desde hace tres. “Desde chica la música me interpeló, y entrar al coro fue la forma de animarme a hacer eso que me gustaba tanto. Con el tiempo entendí que Dios me pedía poner ese don a su servicio”, cuenta. No solo descubrió su voz, sino una manera más profunda de vivir la fe. Durante la Cuaresma, los ensayos se intensifican, pero también el proceso espiritual. “Nos preparamos desde el corazón. Porque no solo cantamos a Dios, también acompañamos a la gente en su oración”, afirma Luz.

El repertorio combina lo tradicional con lo actual, con cantos nuevos que apelan a los jóvenes. “La música cristiana hoy tiene mucho que decir -sostiene Gastón-. Queremos que la gente pueda rezar con nosotros, que sienta a Dios en las letras y en los acordes”.

Una forma de servir

Más allá de lo musical, lo que queda son los vínculos, las emociones y la fe compartida. “Lo más emotivo es ver cómo vuelve la gente a misa, cómo se sienta a la mesa del Señor, cómo los misioneros regresan de Los Ralos y llegan directo a la vigilia, cansados pero con el alma llena”, describe el director. Para la cantante también hay algo que se renueva cada año: “sentimos que, si la música llega a los oídos más cerrados, Dios puede hacerse escuchar. Y nosotros solo queremos ser su voz”. Y aunque no se trata de lucirse, los fieles siempre lo notan: “cuando no estamos, la gente nos lo dice. Se siente la ausencia”.

A veces, una invitación casual puede marcar el inicio de un camino profundo. Así fue como María Luján Campos, ex alumna del Colegio María Auxiliadora, se sumó al coro. “Fue en la fiesta de Don Bosco, preparando una dinámica para ese día, cuando me dijeron: ‘escuché que te gusta cantar. ¿Qué te parece si te sumás?’”.

Esa simple propuesta, en un momento cargado de simbolismo para el carisma salesiano, le permitió descubrir que cantar también era un modo de servir. “Pienso que es un don que me dio Dios para hacerlo fruto y ofrecerlo. Eso lo descubrí recién acá, conociendo a mis compañeros, a mis amigos”, admite.

Lo que para muchos puede ser un hobby, para quienes integran este grupo es una forma de vivir en la fe. Gabriel Gallardo, ex alumno del Colegio Belgrano y estudiante de Administración de Empresas, también llegó al grupo desde su rol de animador: “Me invitó un hermano salesiano. Es ofrecer algo que te gusta para el servicio”. Para él, no se trata solo de compartir el canto, sino de entender su rol en la Eucaristía. “La misa es lo más importante para nosotros los católicos. Jesús se hace presente. No es lo mismo animar o dar catequesis que cantar ahí, en ese momento tan sagrado”, sostiene.

Voces que transforman

Con cada ensayo y celebración, el elenco se fortalece. Lo saben bien los más nuevos, como Martina Fasiano, de 18 años, que llegó desde el Colegio Hermanas Esclavas. No venía del ámbito salesiano, pero su historia también se fue entretejiendo en los patios de la comunidad.

“Mi hermano vino al Massa, mi hermana fue catequista, y desde los 11 años vengo a confirmación acá. El año pasado me animé cuando hicieron convocatoria. Siempre me gustó cómo sonaban las misas, y eso me motivó a sumarme”, explica. La vida universitaria no es un obstáculo para el compromiso. Ella estudia Ingeniería y aun así no duda en elegir el coro por sobre otros planes. “Ayer mis compañeros querían juntarse a estudiar, y yo les dije: ‘No, tengo ensayo’. Nunca me dijeron nada, saben cómo soy”. La elección tiene un sentido profundo. “La Pascua es mi momento favorito del año. Jesús se mostró vulnerable y lo veo reflejado en nosotros. Todos tenemos nuestros viacrucis al final”, reconoce.

Juan Pablo Bati, de 19 años, comparte esa misma entrega. Estudiante de Física y apasionado por la música, toca lo que sea necesario: guitarra, charango o lo que le pongan en la mano. “La idea es acompañar cada momento de la misa. Que no sea un ruido, sino algo armonioso, que invite a quedarse”, aporta. Y aunque no todos los días están los mismos integrantes, el espíritu permanece. “Cuando entré, en 2022, éramos pocos. Ahora somos aproximadamente 30. Se nota en la misa cuando alguien dice: ‘Vengo por el coro, me gusta cómo acompañan’. Y eso te llena”, sostiene. Hoy se podrán comprobar sus dichos en las misas que tendrán lugar en el templo a las 9, 11 y 20.

Así, entre melodías y silencios, entre guitarras y voces, el coro no solo canta. Transforma. Conecta. Y acompaña a otros en su camino de fe (Producción periodística: María del Carmen Garzón Príncipi).

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