Desmesuras propias y ajenas: Milei, obligado a poner la cabeza en el freezer

Por Hugo E. Grimaldi para LA GACETA.

Javier Milei, presidente de la Nación. Javier Milei, presidente de la Nación.
05 Abril 2025

Ante alguna defección propia o de los demás, alguna vez el Javier Milei aconsejó: “si te gusta el durazno, báncate la pelusa”. El popular dicho significa que si uno quiere disfrutar de algo que le apetece, también debe aceptar los aspectos menos agradables que vienen con ello y es una manera coloquial de decir que tanto en la política como en la vida todo tiene su lado bueno y su lado malo y que hay que asumir ambas partes. En esencia, es un refrán que respira cierta responsabilidad y expresa tolerancia, materia que es un activo del liberalismo, que a no todos los políticos les cuadra y que el Presidente olvida con frecuencia.

Es que a veces la realidad se presenta con demasiada pelusa en la superficie y esas circunstancias son las que a veces miden el temple de las personas. Por eso, hay que ver si el propio Milei puede bancarse la sucesión de contrastes en media docena de temas críticos que le han propinado una semana casi para el olvido. El período finalizó ayer a puro cimbronazo, con un riesgo-país que no para de crecer y con declaraciones de un alto funcionario de los EEUU que sugirió, casi en plan de apriete como aquello que critica, que para conseguir dólares frescos del Fondo Monetario, la Argentina debe cortar la relación financiera con China porque ese país es experto en “extorsión”.    

Los mercados, que ya venían molestos por las idas y vueltas del ministro de Economía, Luis Caputo sobre el tema cambiario tratando de explicar todo menos lo que quieren saber, ayer sumaron y restaron y vieron a Milei en situación de planetas alineados en su contra. En primer lugar, lo alcanzó de lleno la explosión proteccionista de Donald Trump, circunstancia que ha puesto al mundo patas para arriba, ya que se observa que toca una cuerda diferente y peligrosa y que ha metido a todos en una guerra comercial absurda que sólo puede significar dolor de bolsillo para los consumidores. La deriva del presidente asumido en enero debe haber dejado a Milei seguramente pedaleando en el aire y envuelto en más de una decepción ideológica.

Pero además, el estadounidense le escupió indirectamente a la Argentina el asado práctico, ya que el arreglo con el FMI venía bastante encauzado y las cosas parecía acomodarse en materia de cotizaciones y ahora esos desplantes globales pusieron de cabeza otra vez a los bonos y acciones que no paran de bajar y confunden todo. Decir molestia de carácter personal con Trump parece poco; probablemente, Milei haya sentido frustración, chasco o zozobra, pero seguramente no lo puede expresar.

En la Argentina hubo décadas de proteccionismo sectorial y por eso, entre otras cosas, él mismo llegó a la Presidencia. Y lo sigue habiendo, amparado en lobbies empresarios que a veces el Gobierno finge que no existen porque omite pasarles la motosierra, aunque le trabajan por debajo para mantener privilegios. Pero eso no es todo, ya que a la cuestión arancelaria de los Estados Unidos hay que sumarle otros duraznos de factura propia ya no con pelusas, sino directamente imposibles de mordisquear.

Por ejemplo, haber viajado a Miami sólo para ver informalmente al amigo americano y quizás para hablar de las tarifas aduaneras colocadas a la Argentina y de cómo mitigarlas y del apoyo que se necesita en el FMI (se supone que por ese motivo viajó Caputo) y no haberlo logrado. Pese al premio de ocasión recibido, probablemente Milei haya sentido también cierto desengaño, ya él esperaba al menos una fotografía y ni siqueira se cruzaron.

A este notorio contraste de las últimas horas, le precedió el 2/4 un derrape diplomático de parte del Presidente que pareció un cambio de estrategia en la posición argentina por Malvinas que poco atiende posturas precedentes favorables y recomendaciones de la ONU y sobre todo, el tortazo que recibió de frente el Ejecutivo de parte del Senado que le rechazó los dos jueces propuestos para la Corte hace un año.

En relación al diferendo con Gran Bretaña por las islas, el Presidente habló peligrosamente de atender los “deseos” de los isleños, salteándose así dos documentos básicos que han orientado las negociaciones desde la guerra de 1982 para acá, ambos de las Naciones Unidas y con un sesgo favorable a la Argentina: la Resolución 1514/60 que respaldó el reclamo al referirse a los “enclaves coloniales” en territorios soberanos y la 2065/65 que le había señalado con total claridad el camino a la hora de buscar una “solución pacífica” y que había que hacerlo básicamente “teniendo debidamente en cuenta…  los intereses de la población”.

Estos documentos han sido, hasta ahora, el centro argumental para rechazar la autodeterminación de la población trasplantada a las islas y para exigir negociaciones directas con Londres. La contraparte sostiene, en cambio, que los isleños ya votaron en el referéndum de 2013, cuando 99,8% de ellos marcaron sus preferencias de seguir siendo británicos. Lo importante es que el organismo reconoció la disputa de soberanía, instó a negociaciones bilaterales y que sólo mencionó los “interests” y no los “wishes” (aspiraciones) de los habitantes. Este fue el argumento que torció Milei cuando dijo que espera que “los malvinenses se decidan algún día a votarnos a nosotros”. ¿Qué otra cosa que atender un deseo es el voto? Pero fue más allá: “cuando ellos prefieran ser argentinos”, añadió.

Más allá de la postura nacionalista (y también oportunista) de Cristina Kirchner que le dijo “cipayo” y de la potestad presidencial de comandar la política exterior, el cambio pareció poco conversado en la Cancillería. La necesidad de decir algo probablemente la haya jugado en contra y resultó ser para su imagen una inoportuna pelusa en un tema tan sensible. Al menos, fue algo improvisadamente presentado.

En cuanto al rechazo del Senado de los pliegos de Ariel Lijo y de Manuel García-Mansilla, más que ver cómo votó cada uno (el kirchnerismo monolíticamente en primera fila) el problema central fue Lijo, hoy juez federal de antecedentes vidriosos. Los archivos expresan de modo contundente que muy pocas veces la Comisión de Acuerdos del Senado recibió tantas observaciones negativas hacia un candidato a juez de la Corte Suprema como en su caso.

Lijo es también uno de los jueces que en más ocasiones (34 veces) ha sido denunciado ante el Consejo de la Magistratura desde que está en los Tribunales de Comodoro Py y la mayor parte de las presentaciones que llegaron a la Cámara Alta le bajaron el pulgar. Lo que más se le criticó fue su propensión a frenar investigaciones y la poca celeridad en elevar a juicio oral las causas de corrupción que pasan por sus manos.

Desde lo político, la historia comenzó hace un año cuando alguien lo convenció a un Milei casi sin experiencia de que Lijo era un buen candidato y que seguramente sería fiel a la causa y eso impulsó el empeño presidencial en llevarlo a la Corte. Pero ahora, que ha pasado el tiempo y mientras su tozudez siguió intacta, inclusive nombrando “en comisión” a los dos candidatos, nadie le puede sacar de encima al Presidente la responsabilidad de haber perdido el juego por ir hasta el final con el resto echado sobre la mesa. Al menos, tuvo poca cintura.

Aunque él se ataja y hace responsabilizar a la “casta” del Senado, lo cierto es que Milei careció de fusibles y que, por eso mismo, está siendo crucificado él mismo como el gran responsable del fallido institucional, un fracaso con todas las letras. Los políticos no sólo tienen que tener determinación y mostrarla, sino saber también cuándo es el momento de irse al mazo para que su imagen sufra menos y la gobernabilidad no se deteriore.

Para tapar todas estas cuestiones bien críticas, no alcanzó siquiera con la promoción que hizo el Gobierno de las lógicas negociaciones que encaró el canciller Gerardo Werthein con el Departamento de Comercio de los Estados Unidos para reducir la imposición de aranceles a productos argentinos, ni con que el Presidente haya dicho que se va a adecuar la legislación a la nueva realidad, ni tampoco que el Gobierno haya celebrado casi que Trump no le aplicó a la Argentina una tarifa superior a 10% porque “amigos son los amigos”.

Todo ese tachín-tachín gubernamental fue tomado a la chacota por los operadores financieros, ya que lo vieron como una cortina de humo. “Al fin y al cabo, Brasil no es amigo fiel de EEUU y (Gabriel) Boric es comunista y también les pusieron 10%”, decían en la City, mientras el candidato a legislador porteño y todavía vocero presidencial, Manuel Adorni proclamaba, quizás para autoconvencerse, que “Trump no es proteccionista, sino que hace geopolítica con estas medidas”.

Es entendible que Milei no quiera pagar el costo político de tantas macanas juntas, pero tanto ruido de afuera y de adentro y algunas desmesuras han sido demasiado intragables para un mercado que está demasiado quemado y que reaccionó a la suma de situaciones tan críticas haciendo que el riesgo argentino orille los 1.000 puntos básicos.

La duda que tienen muchos analistas es si, con esta nueva conformación global de la economía y con todos los demás zafarranchos, el Presidente  es capaz de apretar los dientes y de bancarse tanta pelusa junta, sin que el péndulo de su personalidad ciclotímica pase de largo y se vuelva a desequilibrar todo, ya que en su naturaleza está la pelea. Es verdad que los políticos que no son inestables hoy no enamoran, pero a los que fuerzan la máquina con sus desbordes también se los mira con recelo y esto le cabe a Trump, pero también a Milei.

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