EN SU CASA. Oscar Aráoz posa en el césped de La Ciudadela, ese que tanto cuida durante la semana. Foto de Analia Jaramillo/LA GACETA.
Oscar Aráoz no dudó ni un segundo cuando el árbitro se le acercó y le preguntó si se podía reanudar el partido de San Martín de Tucumán contra Güemes tras el aguacero. “El que sabe es el canchero”, le dijo Adrián Franklin; y él, con la seguridad que dan 30 años de experiencia, respondió sin titubear. “Acá no se llena de agua nada. Mientras cae el agua se va drenando”, aseguró. Con esa certeza, el duelo detenido a los 54 minutos se reanudó sin problemas.
El estado impecable del campo no fue una casualidad ni producto de la suerte. Fue el resultado de la incansable tarea de Aráoz y su equipo de trabajo. “Para tener un buen campo de juego hay que contar con buenas máquinas y saber en qué momento usarlas. Tenemos cortadoras de césped, aireadoras que perforan el suelo para oxigenar las raíces y, por supuesto, fertilizantes. Hay que aplicarlos en el momento justo, según la temperatura y las necesidades del césped”, explicó Araóz, que dio a conocer las claves para que el duelo contra los santiagueños pudiera terminar de jugarse sin problemas.
FELIZ. Oscar Araóz dijo que sintió orgullo al recibir elogios tanto de hinchas como de jugadores. Foto de Analia Jaramillo/LA GACETA.
“Este césped es de verano, soporta altas temperaturas. Se llama kikuyo y en invierno lo reemplazamos con raigrás anual”, dijo Aráoz como dato a tener en cuenta antes de entrar en detalles más profundos. “Tenemos un sistema sencillo pero efectivo; que consta de 14 pozos de tres metros de profundidad y dos metros de radio, rellenos con arena que absorben el agua. En otros estadios, cuando el drenaje se satura, el agua se acumula. Acá eso no pasa. Por eso, cuando el árbitro me preguntó, yo sabía que el campo estaba en condiciones”, agregó Oscar, cuya historia parece sacada de una película.
Aráoz dio sus primeros pasos en el mantenimiento del campo por recomendación de un amigo, cuando el encargado necesitaba un ayudante. “Así me inicié con ellos”, recordó Araóz.
Lo que comenzó como un trabajo se convirtió en una pasión. “Me gustó realmente; me gustó trabajar en el campo de juego, cortar el césped y tenerlo bien en condiciones”, aseguró. Y esa pasión se transformó en responsabilidad. “El césped es la cara de un estadio; me gusta que esté impecable para los partidos. Usamos un sistema de riego controlado y fertilizantes específicos para fortalecer el césped. También trabajamos en la aireación del suelo para que las raíces crezcan más fuertes. Todo eso ayuda a que la cancha tenga una mejor respuesta ante el desgaste”, expresó.
Uno de los motivos por el cual la cancha mostró su mejor cara el domingo es el trabajo que no se detiene nunca. “Se sigue cortando, fertilizando y curando las ‘heridas’ de los partidos todos los días”, contó Aráoz, quien a veces encuentra la cancha destruida después de un juego. “Duele ver cómo lo rompen; pero bueno, es mi trabajo solucionarlo para que vuelva a estar impecable”, avisó entre risas.
MANTENIMIENTO. Cuando el equipo juega lejos de casa, La Ciudadela se protege con regadores y otros productos. Foto de Analia Jaramillo/LA GACETA.
Reconocimiento tras el partido contra Güemes en La Ciudadela
Tras la reanudación del juego, los comentarios de relatores, hinchas y jugadores no pasaron desapercibidos. Claro; no es común que luego de ese panorama, el campo se mantenga en perfecto estado. “Es lindo que reconozcan lo que hacemos. Estamos desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde todos los días. Arreglamos las zonas dañadas, fertilizamos y regamos para que vuelva a estar impecable”, explicó el canchero, que entre los recuerdos de tantos años destaca su amistad con Carlos Roldán, un técnico que “era muy exigente con el césped” y siempre le pedía que tuviera la altura justa. “Cada técnico tiene sus preferencias, algunos lo quieren más alto, otros más bajo”, explicó.
MATERIAL DE TRABAJO. Araóz posa junto a la máquina de cortar césped. Foto de Analia Jaramillo/LA GACETA.
A pesar de que vio muchos campos en mal estado, Aráoz nunca consideró irse a otro club. “Me gusta ver por televisión distintos campos de juego y para mí, el mejor actualmente es el de Vélez”, dijo. “San Martín me dio todo, no me iría a otro lado. A veces en casa me dicen: ‘Es feriado, ¿qué haces yendo al club?’. Pero no puedo dejar el césped sin agua. Es una prioridad”, agregó.
Claro; es hincha del “Santo” desde la infancia y vive cada partido con nervios y emoción. “Como todo hincha quiero que el equipo gane siempre”, advirtió. “Con los jugadores no hablo mucho, trato de mantenerme al margen”, agregó.
San Martín tiene un tesoro en su campo de juego y, detrás de él, un hombre que lo cuida como si fuera su casa. La tormenta del partido contra Güemes sólo sirvió para confirmar lo que en La Ciudadela ya saben: el trabajo de Aráoz es garantía de que, llueva o truene, los partidos siempre podrán disputarse.







