Sospechas, favores, castigos y silencio: el fútbol argentino en la mira

Sospechas, favores, castigos y silencio: el fútbol argentino en la mira

El arbitraje en el fútbol argentino atraviesa una de las peores crisis en años. Fecha tras fecha, las decisiones de los jueces generan polémica, despiertan sospechas y desatan el enojo de clubes, de jugadores y de hinchas. La falta de coherencia en los fallos, la inconsistencia del VAR y los errores groseros de los jueces han puesto en el centro del debate la transparencia y la capacidad del arbitraje nacional. Sin embargo, hay un punto que parece ser crucial en el asunto: en el bendito fútbol argentino nadie quiere quedar “mirando al sudeste”; por eso en la clase dirigencial piensan que es mejor callarse y mirar para otro lado antes que lamentar.

En lo que va del torneo Apertura, los arbitrajes han dejado un tendal de jugadas discutidas que influyeron directamente en los resultados de los partidos. Por la primera fecha, en Tigre-Vélez, los visitantes reclamaron un penal no cobrado por una mano dentro del área de un defensor del “Matador”. A pesar de las protestas y de la revisión del VAR, el árbitro decidió no sancionar la infracción. Días más tarde, en Independiente-Rosario Central, los de Avellaneda se sintieron perjudicados por la expulsión de uno de sus jugadores por una entrada que consideraron merecedora de tarjeta amarilla. Esta decisión condicionó el desarrollo del partido y fue objeto de debate en los medios deportivos. En el duelo Barracas Central-Banfield, los locales ganaron gracias a un gol en offside; además, el “Taladro” reclamó un penal no sancionado. El clásico San Lorenzo-River estuvo marcado por decisiones controvertidas. Una de las jugadas más discutidas fue la anulación de un gol de River por una supuesta posición adelantada, decisión que fue muy cuestionada por el cuerpo técnico y los hinchas “millonarios”. En tanto, en Racing-Boca, el “Xeneize” reclamó un penal por una mano de Juan Nardoni. Sin embargo, tras la revisión del VAR, el árbitro decidió no conceder la pena máxima. Además, minutos más tarde Kevin Zenón fue expulsado por una falta sobre Maximiliano Salas, lo que generó más críticas.

“Nadie protesta; los dirigentes tienen miedo”, denunció hace un tiempo Ricardo Caruso Lombardi, entrenador devenido columnista deportivo a raíz de una pelea con Claudio Tapia (el ex DT de San Martín, entre otros equipos, asegura que es el mismo titular de la AFA el que amenaza a los clubes con soltarles la mano si lo contratan como entrenador).

Si bien en el arranque del torneo de Primera hubo polémicas de todos los colores (e incluso Barracas Central ganó varios partidos gracias a algunos fallos dudosos), las protestas fueron indirectamente proporcionales a la cantidad de casos que terminaron en el ojo del huracán.

Sólo el vicepresidente de Banfield, Mauricio Bonafina, utilizó las redes sociales para lanzar un tiro por elevación luego del mal arbitraje del tucumano Luis Lobo Medina en el duelo contra Barracas Central. “Aunque las cosas no salgan, aunque el de negro no quiera o el de Ezeiza no vea, nunca hay que dejar de ser. Este equipo demostró tener sacrificio y huevos. Nunca dejó de ser”, escribió el dirigente.

Pablo Toviggino, tesorero de AFA y hombre de máxima confianza de “Chiqui” Tapia, recogió el guante y salió a cruzar al vicepresidente del “Taladro”. “¡Ahí lo tenés al pelo…! ¡Sábado-domingo! Ladies and gentlemen, bon soire, sean bienvenidos a la octava función (2017-2025) pasen y vean los programas y periodistas deportivos más truchos, más bajos, más pavos del mundo. Todos viviendo de la AFA. Inútiles e inoperantes. Desde ahora y para siempre cualquier semejanza con hechos reales correrá por vuestra propia imaginación. ¡Arrivederci é buona fortuna! Porque la van a necesitar en este 2025…”, escribió Toviggino, quien sólo se pronuncia en las redes.

Revanchas desde la AFA

En el ambiente futbolero nadie quiere enfrentarse a los que llevan el control de la casa madre del fútbol argentino. Lo hizo San Martín luego de la suspensión de torneos en 2020 y lo pagó carísimo. San Telmo levantó la voz en la pasada temporada y recibió arbitrajes que rozaron lo ridículo, y que prácticamente lo terminaron sacando de la lucha por el primer lugar de su zona. O en su momento Carlos Tevez, cuando era DT de Independiente se quejó públicamente y no sólo su equipo lo sufrió en la cancha sino que perdió respaldo puertas adentro y terminó dejando su cargo.

“Nadie quiere pelearse ni con Tapia ni con Toviggino porque saben que se les viene la noche”, le dijo a LA GACETA un dirigente que lleva tiempo recorriendo los pasillos de la AFA. Según asegura, en el mundillo futbolero hay una especie de contrato implícito; un acuerdo tácito que la mayoría respeta a rajatabla. “Lo que hoy te dan, mañana te quitan. Es el precio que hay que pagar para no quedar en la vereda de enfrente. Acá el que se ‘calienta’, pierde”, dice otro dirigente consultado.

“El que se ‘calienta’, pierde”. La frase suena fuerte, sobre todo porque es casi una amenaza encubierta. “Buena suerte porque la van a necesitar”, escribió Toviggino. Y a los pocos días, en Estudiantes-Banfield, los del Sur del Gran Buenos Aires terminaron perdiendo el partido por un penal que el juez Sebastián Zunino no había advertido y que terminó convalidando a instancias del VAR y tras revisar la jugada durante varios minutos.

“Evidentemente esa amenaza que recibió el socio de Banfield está siendo cumplida. Estamos necesitando esa suerte que nos avisaron que íbamos a necesitar”, lanzó luego de aquella caída Matías Mariotto, que ganó la presidencia de Banfield hace algunos meses y que había asegurado que la “transparencia de su gestión” molesta en el ambiente.

“Toviggino mira todo y sabe bien qué es lo que se dice y lo que se hace. Con esta conducción, o sos amigo o sos ‘anti’; no hay medias tintas. Fijate que cuando son perjudicados los equipos, la mayoría de los dirigentes agacha la cabeza y se queda en el molde. Y fijate también que los que salieron a criticar quedaron expuestos y después sufrieron las consecuencias. Nadie lo quiere decir, pero esto con don Julio (Grondona) no pasaba. Acá la situación es mucho más alevosa”, advierte un hombre que trabaja para un club, que lleva años asistiendo a las reuniones de la casa madre de nuestro fútbol y que intenta graficar la situación con una anécdota. “En el velorio de don Julio, un dirigente de un club grande lanzó una frase que pareció risueña en aquel momento, pero que con el tiempo tomó valor. ‘Ahora quiero ver qué pasa. A Grondona lo vamos a extrañar porque nadie va a tener la cintura que tenía él’, dijo. Y ahora podemos ver que eso es cierto”.

El arbitraje argentino camina sobre un alambre cada vez más delgado, oscilando entre la omisión y la obediencia. En esta pulsada la justicia parece apenas un espejismo en el desierto de las conveniencias. Los jueces, tan humanos como falibles, parecen piezas de un tablero en el que no siempre mandan el reglamento y la equidad, sino la voluntad de quienes manejan los hilos.

Así el fútbol, ese teatro donde la pasión y la épica deben ser las protagonistas, se convierte en un laberinto de sombras y silencios. Mientras los hinchas gritan su impotencia desde las tribunas y los jugadores mastican bronca en el césped, en los pasillos de la AFA parece tejerse el destino de cada club con puntadas invisibles. Y así, entre amenazas veladas y fallos caprichosos, el juego más lindo del mundo se ve atrapado en una telaraña de sospechas.

En este circo de favores y castigos, tal vez algún día el telón caiga y revele lo que todos saben, pero nadie se anima a decir. O tal vez no. Quizás el fútbol argentino siga bailando al ritmo de los que reparten las cartas, y los clubes continúen su peregrinación con la esperanza de no ser los próximos en quedar a la intemperie. Porque como en un tango fatalista, la única certeza es que el que se queja pierde, y el que calla, al menos, sobrevive.

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