La cancha, ese lugar mágico difícil de olvidar

La cancha, ese lugar mágico difícil de olvidar

Esta palabra quichua connota muchas cosas y tiene en el fútbol su máxima expresión de emoción.

La cancha, ese lugar mágico difícil de olvidar

Carpa. Poncho. Chacra. Cura. Palta. Choclo. Desde las tierras que pertenecían al Imperio Inca, el idioma quichua le hizo muchos regalos lingüísticos y culturales al mundo. Las palabras antes citadas lo muestran. Y hay otra que, en especial, está atada al fútbol. Se trata de cancha (originalmente “kancha”, lugar descampado). Es ese lugar que hoy es centro de enfrentamientos con una pelota de por medio en el afán de convertir goles o de evitarlos. Es también ese espacio receptor de las miradas de lince de los fanáticos.

No hay que confundir cancha con estadio. Por alguna extraña razón, hay quienes los sostienen como sinónimos, pero no. Uno es un terreno, otro un recinto.

Los ingleses le llaman field. Los franceses, terrain. Los alemanes, Platz. Los italianos, campo. Los portugueses, quadra. Campo, terreno o rectángulo de juego le decimos en estas tierras a modo de sinónimos. Verde césped apuntan los que intentan la poesía. Aunque últimamente el pasto empieza a ser reemplazado por compuestos sintéticos, pero ese ya es otro tema.

La cancha no sólo es privativa del fútbol, lógicamente. Pero en ningún otro deporte toma una connotación ni una trascendencia tan superlativa.

Para todos los gustos

Se han armado canchas para correr detrás de una pelota en cualquier sitio, ya sea para fines profesionales o amateurs. Y con todo tipo de piso.

Las hay flotantes como en Tailandia, Singapur e Indonesia. Entre rocas y con el océano de fondo como en Islas Feroes, Islandia y Noruega. Que cuelgan de una montaña como en Suiza y Croacia, o de morros como en Brasil y Portugal. En el hielo como en la Antártida. En terrazas de edificios de ciudades densamente pobladas como Tokio. En zonas de alto impacto visual, como el Peñón de Gibraltar. Entre bosques de ensueño, como en Finlandia y Rusia. Pegadas a un río o al mar, como en Uruguay y Australia. Entre paisajes desérticos (y con base de arena, incluso salitrales) en zonas de la Puna.

Una palabra, muchos usos

Cancha define en quichua a un espacio de cultivo. Y cuando este era más amplio y plano, se usaba como espacio ritual y de adoración a las deidades incas. Más de 300 años después, ese ritual se mantiene, ahora con una pelota rodando.

Pero no crean que con esas acepciones terminan las definiciones de cancha. Al menos por fonética. Es que “kamcha” (sí, con una “m”) refiere al maíz tostado, por extensión al pochoclo. Hoy sigue formante parte de la cocina andina como aperitivo, sobre todo en la peruana.

Resulta sorprendente que además de los ya citados, hay otras definiciones para cancha. Anoten…

  1. Habilidad que se adquiere con la experiencia; 2) en el ámbito de las construcciones y la industria, espacio físico o superficie sobre el que se preparan, mezclan, compactan o perfilan cosas.

Y después viene el “mundo” de expresiones que giran en torno a la mentada palabra…

“Embarrar la cancha”: introducir, a propósito, un elemento conflictivo en algún tema o discusión con la finalidad de complicar deliberadamente su avance.

“Le falta cancha”: cuando a alguien le falta malicia, astucia, iniciativa o experiencia ante una oportunidad

“Emparejar la cancha”: en sentido figurado, equiparar las condiciones entre dos grupos, cuando uno de ellos está en desventaja. Poner en un plano de igualdad, nivelar.

“Tener cancha”: contar con experiencia.

“Canchero”: 1) ducho y experto en determinada actividad; 2) en la moda, que una prenda, calzado o accesorio queda bien, actual; 3) fanfarrón, que alardea; 4) persona que tiene a su cargo el cuidado de un terreno de juego deportivo.

Abrir cancha: abrir paso.

Dar cancha: conceder alguna ventaja.

Hacer cancha: dar paso.

Inclinar la cancha: sacar una importante ventaja; tener el dominio de una situación.

Tener cancha libre: poder actuar libremente, sin obstáculos.

Un diseño seductor

Las líneas que se trazan en las canchas de fútbol nos resultan tan familiares que sería inimaginable ver un partido sin ellas. Y al mismo tiempo tienen en sí mismas una brillantez en su diseño con sus varios puntos, trazos y curvas blancas en el pasto.

No es exagerado decir que lo que vemos dibujado en la cancha es una pieza asombrosa de cultura visual. Es equilibrada; parece una oda a la geometría, a la simetría matemática. Y hasta semeja una pintura representante del Vanguardismo.

Ni siquiera aquellos a los que no les gusta el fútbol pueden sustraerse a su forma y a su encanto. Hay elegancia, simpleza y precisión, y paralelamente riqueza y complejidad en el diseño.

Está tan arraigado su diseño, que pasan los años y a nadie se le ocurre cambiarlo. Han cambiado normas en el juego, se han sumado nuevas reglamentaciones, pero el dibujo permanece inalterable, así como su forma y su tamaño.

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La cuestión rectangular

¿Se preguntaron alguna vez por qué la cancha es rectangular? Hay explicaciones al respecto…

1) Con este diseño se logra optimizar y hacer más eficiente el espacio. No sería lo mismo si fuera, por ejemplo triangular.

2) Las líneas y límites rectangulares son más fáciles de trazar y mantener. Facilitan la identificación de las áreas de juego, las zonas de puntuación y las reglas.

3) El hecho de que el fútbol conserva estándares internacionales, hacen que las canchas mantengan sus dimensiones y el diseño. Esto garantiza la uniformidad y la equidad en los partidos.

4) Que la cancha sea rectangular facilita la visualización de los partidos, no sólo para los espectadores sino también para los jugadores y los árbitros. Esto porque las líneas rectas dan referencia clara de límites y áreas de juego.

5) Lo rectangular del campo de juego lo hace versátil, adaptables a diferentes deportes.

Singularidades y medidas

Ahora bien, lo del rectángulo y sus beneficios se entiende desde que se ordenó pintarlo de blanco en 1863. Pero hasta 1891 sólo existía esa demarcación externa, y en campos de juego que eran extensísimos (y en muchos casos, cuadrados), al punto que la cantidad de jugadores era establecida sólo en los momentos previos al inicio de cada juego por los equipos involucrados.

Fue en 1891 cuando se introdujo el círculo central y las líneas continuas de las áreas. Antes de probó de todo, incluyendo rayas intermitentes a intervalos de 5, 10 o 16 metros de la línea del gol. Y un dato más: ¡por un tiempo, el espacio del arquero estuvo marcado con una curva como la letra B!

En 1897 no sólo se determinó que el número de jugadores sería de once por equipo, sino que se establecieron las nuevas dimensiones máximas y mínimas para el terreno de juego. Son las que llegaron hasta la actualidad.

Pero surgió otro inconveniente: se inventó el penal. Al principio se lo podía ejecutar desde cualquier lugar en la línea de los 10 metros del área. Fue en 1902 cuando se pintó un punto entre el área de meta y el área penal. La letra “D”, el semicírculo del área, fue añadida en 1937.

Lo de las medidas de una cancha para el juego de once contra once es otro tema singular. En los comienzos del fútbol reglamentado en el siglo XIX medían hasta 180 metros de largo. Pero la experiencia probó que esa distancia era perniciosa para el juego: había que ser un súper atleta para correr en semejante campo, o contar con equipos formados por una multitud de jugadores. Por ello, en 1897 la longitud máxima fue reducida a 118 metros.

Hoy no todas las canchas tienen el mismo tamaño, pero sí son reglamentarias porque respetan normas de medidas máximas y mínimas, dictadas por Federación Internacional de Fútbol Asociación. Esto es: longitud mínima, 90 metros, máxima 120 metros (100 y 110 para partidos internacionales); ancho: mínimo 45 metros, máximo 90 metros (64 y 75).

Por ejemplo, en la Argentina el campo de juego de San Lorenzo es el más grande de los clubes que juegan en Primera: mide 110 metros de largo por 70 de ancho. De todos modos, es superado por el de Crucero del Norte de Misiones (con pasado en Primera y hoy en el Federal A): 110 x 75. Lejos de esto está el de Atlético de Rafaela, cuyas medidas son 96,70 por 65,45 metros. Aunque esta última es reglamentaria, no podría albergar partidos internacionales.

En Tucumán, según el sitio Transfermarkt.com.ar, hay coincidencia: las canchas de Atlético y de San Martín miden lo mismo: 105 metros por 70 metros. Lo que varía es la capacidad del estadio.

La cancha, ese lugar mágico difícil de olvidar

No todo es rectángulo

Fue a finales del siglo XIX cuando las esquinas de las cancha de 90º se volvieron obligatorias, por lo que las que aún tenían forma romboidal fueron prohibidas.

Y aquí surge una curiosidad, que tuvo a un club argentino como protagonista: Liniers, que milita actualmente en la B Metropolitana y es del partido de La Matanza.

El 3 de octubre de 2016 la AFA clausuró su cancha ¡por falta de encuadre! Hasta unos días antes, ningún rival se había quejado de la delirante situación. De hecho, lo torcido del campo de juego llevaba a que cualquier jugador que rematara desde su arco en línea recta hacia el otro sólo lograría que la pelota se vaya por la línea de fondo. El perímetro de la cancha, en vez de ser un rectángulo, devenía en un trapezoide.

En ese campo, los arqueros sufrían debido a que centros muy fáciles se incrustaban en el arco porque no lograban tener una referencia exacta. Y hubo un jugador, Silvio Fuentes, que aprovechó las condiciones y se especializó en hacer goles olímpicos vistiendo la camiseta de Liniers.

La cuestión es que dirigentes y allegados debieron poner manos a la obra para dejar en el pasado esta falsa escuadra. Lo lograron y, en febrero de 2017, Liniers volvió a jugar en su cancha.

Otra historia curiosa (aunque en este caso con un sentido social para aplaudir) se dio en Tailandia. Allí, en distintos rincones de la capital, Bangkok, se armaron canchas urbanas asimétricas para que los niños más pobres puedan jugar con seguridad.

Sucede que la ciudad creció de forma muy descontrolada, sin dejar zonas verdes. Así, quedaron muchos espacios desperdiciados entre edificios. Una constructora, AP Thai junto con una agencia de publicidad, CJ Worx, decidieron pasar por alto el manual de normas de la FIFA y fue por una buena causa. Así, las canchas asimétricas se ubican hoy en sitios que antes estaban llenos de basura.

De imaginación, sueños y shows

Cuando éramos chicos, la mayoría de nosotros ha pateado una pelota de fútbol. Lo hicimos en cualquier sitio, terreno y condición. Hoy de grandes se sigue con la práctica, a veces más activa, otra más retaceada.

No importa que no haya césped, que la arena y las piedras dominen el terreno, que el lugar sea pequeño o que los pastizales cobren altura. La cancha, aún sin arcos, ni líneas demarcadas, siempre será para todos ese lugar para liberar toda la imaginación del mundo en el manejo de un balón. Para soñar. Y si se es espectador, brindará sus verdes tonalidades para prepararnos para un show que conocemos y que sabemos imposible de olvidar. 

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