Familias, grupos de amigos, parejas, jóvenes -y no tan jóvenes- se congregaron en la fiesta más esperada del mes de marzo en Buenos Aires: el festival Lollapalooza. Con sus orígenes más firmes que nunca, Lollapalooza, es un exitoso festival de música que inició en 1991 en Estados Unidos y se replica en varias ciudades del mundo. Fue creado por Perry Farrell –quien visitó varias veces el país-, como una gira de despedida para su grupo Jane's Addiction. El objetivo inicial del festival era ser una plataforma para bandas alternativas y de rock, ofreciendo una mezcla ecléctica de géneros musicales y otras formas de arte, como la danza y el teatro. Ese espíritu vanguardista y expresivo se mantiene y se supera en cada edición. La muestra fue, claramente, esta décima edición.
Durante tres días el Hipódromo de San Isidro se transforma: espacios amplios para disfrutar el show desde diversos ángulos con espacios reducidos en donde, al bailar, sientes la respiración de quienes te acompañan al son de ritmos muy diversos. Todo eso convive con el objetivo de brindar una experiencia trascendental, que va más allá de la música y que se convierte en una experiencia que deseas salir a contar.
Cuatro escenarios, espacios alternativos, marcas que fomentan el cuidado del planeta y organizaciones no gubernamentales se dieron cita en esta edición. El público es quien termina de completar esta movida porque se suma a la consigna de la libertad de expresión: cada “look” es cuidadosamente elegido por quienes también se sienten protagonistas del show. Este año, hubo una clara muestra de outfits disruptivos que representan a las nuevas generaciones que buscan expresarse a través de la moda y la música.
La edición 2024 del festival vino recargada: no solo se congregaron bandas como Blink-182, Arcade Fire, Miranda!, Sam Smith, SZA, Phoenix, Feid, Limp Bizkit, YSY A, Bándalos Chinos y Ca7riel & Paco Amoroso y muchos otros; sino que el festival trajo consigo una movida que trascendió a la música sosteniendo las consignas del cuidado del ambiente, los derechos humanos y la libertad. Sin lugar a dudas, lo que no falta en “el Lolla” son los espacios “instagrameables”: obras de arte y mensajes coloridos con emojis, osos inflables gigantes y hasta una obra de arte de Edgardo Giménez, quien formó parte de la vanguardia del Di Tella en los años 60 del siglo pasado, y creó para el festival un “volcán de felicidad” que capturó las miradas de todos. “Es importante que el arte esté en la calle, no solo en galerías y museos”, dijo al presentarla.
Finalmente, luego de las fuertes tormentas de la semana pasada en Buenos Aires, los 250.000 metros cuadrados del Hipódromo que recibieron con barro a las cerca de 300.000 personas que pisaron el césped durante los tres días. La distancia entre los escenarios es extensa: para ir a ver a tu banda favorita tenés que caminar cerca de un kilómetro por lo que tener a mano la grilla o lineup del día, es lo ideal y, en esta ocasión, unas buenas botas de lluvia con gorro y repelente contra mosquitos. Si bien el barro afectó el césped, especialmente el primer día del festival, la organización logró sortear el desastre colocando algunos pisos en lugares estratégicos.
Siete cosas que no te imaginabas que podía haber en un festival de música
1. Espíritu Verde fue uno de los espacios convocantes en esta edición 2024. Detrás de uno de los escenarios principales, el de Flow, la producción organizó un predio con espíritu natural y que tenía como premisa lograr unos minutos de bienestar a través del arte, la concientización o sensibilización sobre diversos temas, particularmente el cuidado del planeta.
Charlas sobre reciclaje, compost, manejo responsable y tarot se entremezclaron con sesiones de masajes, baile libre, meditación y yoga. La empresa Natura, quien invitó a participar a LA GACETA de esta experiencia, presentó un mural que el público fue armando con plástico reciclado. La marca de cosméticos y cremas brasileras presentó un popular stand en donde el público hacía filas para maquillarse con las últimas tendencias o tatuarse para “lookearse” con los conceptos que traían esta edición del “Lolla”.
Dentro de este espacio, diversas organizaciones de la sociedad civil como Amnistía, Techo o Chequeado, entre otras, se hicieron presentes para sensibilizar sobre diferentes temáticas como déficit habitacional, la desinformación y los derechos humanos. También hubo juegos relacionados a estas temáticas y hasta una bicicleta en la que, a partir de tu fuerza, se desarmaba una botella plástica para comenzar con el proceso del reciclaje.
2. Las redes como protagonistas. Espacios súper originales para obtener las mejores selfies o pics para las redes sociales son un clásico del festival. Todos aprovechan estos espacios para sumarse a las tendencias del momento que luego se traducen a cientos de “likes” y hashtags exitosos. Entre estos espacios se destacaron un grupo de puertas azules que se comunicaban entre ellas. "Puertas", es una obra del artista tucumano Germán González Holc.
3. ¡A Bailar! Entre los escenarios, hay cuatro “casas” con ventanas de colores en donde la empresa Axion propone bailar como si fuese el último día al ritmo de Djs locales que van superándose cada año con su propuesta.
4. Comodidad al 100%. Una de las postales de este festival es, sin lugar a dudas, los grupos de amigos, familias y parejas que llevan sus propias mantas para sentarse en el pasto, conversar y escuchar de fondo a su banda favorita. Este año hubieron espacios “playeros” con reposeras y arena, hamacas paraguayas, almohadones en el piso y muchos espacios para descansar cómodamente entre las caminatas de un escenario a otro.
5. Sin alcohol. Una de las curiosidades que, quizás, pasa desapercibida es que, en todo el predio, solo está permitido tomar alcohol en el espacio cerrado de cerveza Budweiser. Para ingresar a éste, solicitan el DNI y que la persona sea mayor de edad.
6. La limpieza es lo primordial. En los 250.000 metros del predio del Hipodromo donde se realiza el festival no hay papeles en el suelo, ni botellas ni latas. Si las hay, realmente son pocas (esta cronista contó solamente dos botellas de plástico en el piso) Un grupo de voluntarios recorre durante las 14 horas desde que abren las puertas, retirando los residuos y separándolos para reciclaje, en caso de que se pueda. Sentarse así, con una manta a disfrutar de tu banda favorita, es una experiencia completamente agradable de esta forma.
7. Arte para llenar el alma. Finalmente, el arte siempre logra imponerse como protagonista en el Lollapalooza. Este año fue el turno de la obra de Edgardo Giménez, la que le dio el color y sentido artístico al festival. Giménez, pionero de la vanguardia del Instituto Di Tella en los años 60, decidió crear un "Volcán de Felicidad" una obra de catorce metros de altura y colores brillantes que representa su idea de que el arte debe estar accesible en la calle, no solo en galerías y museos. El volcán, concebido como un juguete gigante, logró estimular y divertir a los asistentes del festival, manteniendo su atención con una experiencia visual y auditiva única.