Más cerca del escarmiento
Más cerca del escarmiento

Una lectura rápida nos dice que el escándalo pornográfico de Martín Insaurralde alcanza para explicar por sí solo el fenómeno de Javier Milei. La anticasta, se le crea o no al libertario, es un sentimiento que ha ido germinando en la sociedad en estos 40 años de supuesta democracia.

Los políticos -no la política- subidos al pedestal que les regaló el fracaso de las dictaduras bárbaras del Siglo XX, vienen descorchando champaña pagada con el hambre de los argentinos.

Los discursos antidemocráticos emergen casi por ósmosis del barro de la lujuria desenfrenada de malvivientes que han tomado por asalto el sistema republicano, amparados en la mentira de una democracia incompleta, insana, ineficiente y fraudulenta.

Pareciera ser que el voto es el principio y el fin de la jerarquización del orden social, cuando es sólo el medio para regular un método de convivencia.

Voto, además, devaluado por el clientelismo, el nepotismo y la corrupción que termina siendo decisivo en la elección de los administradores de esta enorme estafa.

Hemos comprobado en Tucumán que los cargos se compran y se venden, y se heredan, como en pocas partes se ha visto. A la luz del día y autorizados por una Justicia cómplice de la delincuencia. O parte del delito.

Porque ni un analfabeto ni un ingenuo supone que el jefe de Gabinete de la provincia más importante del país, con 17 millones de habitantes bajo la suela de su zapato, puede estar la mitad de su vida viajando por el mundo, de fiesta en fiesta, sin que nadie lo supiera.

Su jefe, el gobernador Axel Kichillof, se hace ahora el enojado. Pero ningún jefe ignora que su mano derecha falta al trabajo tantas veces, alquila vuelos privados y se emborracha en playas paradisíacas mientras el país se cae a pedazos.

Si no hubiera vedetongas mediáticas involucradas, es obvio decirlo, esta orgía seguiría con la música a todo volumen sin que nadie desenchufara el parlante.

¿Y Cristina Fernández, la inmaculada defensora de los humildes? Ausente sin aviso.

No está solo

Insaurralde no es el único, no es un caso testigo que hace, de pronto, despertar a jueces y fiscales de su letargo, y a políticos rasgarse las vestiduras en plena campaña electoral.

Oficialistas y opositores son copartícipes necesarios de una asociación ilícita que lleva años sacándole el pan de la boca a millones de niños.

Sería interesante que las autoridades judiciales visitaran la playa de estacionamiento de la Legislatura tucumana, no la que está a la vista en la superficie y que utilizan los empleados, sino la del subsuelo, con acceso prohibido para la prensa, donde guardan sus autos los jefes del latrocinio, vehículos de hasta 30 millones de pesos. ¿Nadie sabe esto?

Un simple paseo a pie por Tafí del Valle puede resultar esclarecedor para los fiscales. Empleados públicos, es decir ministros, legisladores, concejales o intendentes, con mansiones injustificables. Otra excursión por los countrys de Yerba Buena es una buena punta de un ovillo que incluye, además de políticos, a sindicalistas y funcionarios judiciales.

Empleados legislativos con propiedades en Punta del Este valuadas en millones de dólares. ¿No se entera la Corte Suprema provincial?

Claro que se entera. Tucumán tiene decenas de Insaurraldes de bajo perfil, sin tantas redes sociales, influenciadores, ni chicas o chicos de alquiler.

Aunque también en esta provincia han circulado imágenes de orgías con droga y prostitución que han pasado desapercibidas para los magistrados. Vuelos privados, destinos costosísimos y millones de dólares sin justificación fiscal completan la nómina de la desvergüenza.

Podemos argumentar que es competencia de la vida privada de las personas. No sólo coincidimos sino que defendemos a muerte este principio de privacidad donde cada quien hace lo que se le da la gana, siempre que no perjudique a un tercero. Pero si un funcionario que nunca ha sido otra cosa en su vida que un empleado público posee un palacio en Tafí del Valle es indudable que ha menoscabado a terceros.

Así surgen descalabros indescifrables como Milei, que proponen patear el tablero y hacer volar todas las fichas por el aire.

Militares del pensamiento

Los policías de la corrección política se escandalizan, los guardianes del statu quo gritan aterrorizados por el advenimiento del demonio, pero no lo hacen ante el 60% de los niños sumergidos en la pobreza y la indigencia, mientras “la casta” baña con oro el inodoro.

LA GACETA ha publicado que los acoples importantes han gastado más de 200.000 dólares cada uno en la última elección provincial. Más de 160 millones de pesos sólo por un cargo. ¿A dónde están los escandalizados por Milei?

¿Acaso nadie se pone colorado? No es necesario tener mucha imaginación ni ser muy lúcido para entender que si se invierten 160 millones en un simple escrutinio cuál será el reembolso en los próximos cuatro años. En realidad ocho años, 12, 16, o 30 años, como en Formosa.

Se equivocan los agrietados, que además insultan, gritan, hacen ruido y confunden a toda la sociedad, que este desastre es culpa de un partido político o de ciertos dirigentes. Mauricio Macri recibió 14 millones de pesos de Vicentín para la campaña, empresa que se benefició luego con créditos por 18.700 millones. Es sólo un ejemplo. Hasta gente muerta “aportó” para la campaña de Juntos por el Cambio, según consta en investigaciones judiciales. ¿Quiénes eran estos muertos?

Ahí está la casta. Ahí está Milei.

Nadie puede saber qué pasará luego del 22 de octubre en este país a la deriva. Sólo podemos recordar lo que advirtió Juan Domingo Perón, que en las buenas y en las malas fue uno de los máximos referentes de la política argentina: “Cuando los pueblos agotan su paciencia hacen tronar el escarmiento”. Y cuando llega ese escarmiento, Perón también avisó que los hechos ocurren “con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.

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