Pese a sus años, los adultos mayores siguen sintiendo el resurgir de la vida

Pese a sus años, los adultos mayores siguen sintiendo el resurgir de la vida

En La Ramada de Abajo, la fiesta de la primavera se hacía en las casas de familia, recuerda Hilda de Frasá. "Contratábamos una orquesta típica y otra de jazz".

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16 Septiembre 2007
Sus sonrisas se dibujan rodeadas de los surcos que el paso del tiempo les marcó en la piel. Hace muchos años que la primavera no les provoca una revolución en sus hormonas. Sin embargo, cuando las flores comienzan a abrirse y perciben sus perfumes, cuando el aire se torna más cálido y el paisaje cambia de color, ellos también se sienten renacer.
Mientras mueve sus piernas al ritmo de "1, 2, 3", Rosario Robles asegura que se está poniendo en forma para mostrarse en la primavera. Tiene 76 años y desparrama su energía por todo el salón donde realiza ejercicios.
Aunque dicen que la primavera de la vida, que es la adolescencia, jamás vuelve, Rosario asegura que ella vive constantemente en primavera. "Eso me da vitalidad. Y todavía tengo para rato", comenta la mujer. Luego cuenta que desde hace tres años tiene un "amigovio", que conoció en una fiesta de un 20 de setiembre, que se celebra el "Día del Jubilado" (en honor a la fecha en que se sancionó, en 1904, la primera ley argentina de jubilación).

Nostalgia
El clima ha cambiado. "Ahora las primaveras son más calurosas y llueve más. Hay mucha contaminación", detalla Luis Sobral, de 71 años. También se han transformado las costumbres. "Ya nadie hace fiestas en los clubes ni organiza el pic-nic en la plaza del barrio", añade.
La nostalgia le humedece los ojos. El Día del Estudiante y la llegada de la primavera era un festejo muy esperado e importante cuando Hilda de Frasá era adolescente. Ahora tiene 71 años y hace un repaso de aquellos años felices, cuando vivía en La Ramada de Abajo. "Antes era distinto. La fiesta de la primavera se hacía en las casas de familia, donde nos reuníamos las compañeras de escuela y algunos chicos. Preparábamos la comida, poníamos música y servíamos jugos", detalla.
Uno de los acontecimientos más importantes para ese día estaba frente al espejo, según cuenta. "Casi siempre, una estrenaba un vestido especial. A veces nos vestíamos de españolas o de paisanas. Después elegíamos a una reina, a la que le poníamos una corona hecha de azahares", rememora.
Otro de los sucesos esperados era poder bailar con el aquel joven que les gustaba, relata Hilda. "Era la ocasión para ponernos de novias", detalla.

La fiesta en el club
La solidaridad era lo más importante a la hora de festejar el Día del Estudiante, recuerda Ramón Gervasio Córdoba. Este vecino de Bella Vista, que ahora tiene 74 años, relata que desde agosto, los jóvenes comenzaban los preparativos para la gran fiesta en el club, que se hacía el 21 de cada año. En la década del 50, Ramón y sus amigos formaron el Ateneo Estudiantil Sarmiento, a través del cual podían juntar fondos para estudiar en la capital, a donde llegaban en coche motor o en tren a palo.
"La juventud era distinta, más sana. No había maldad como ahora. Tampoco teníamos tantas cosas. Ibamos a un solo baile en el año, que era la del Día de la Primavera", remarca.
"El éxito del baile que organizabamos consistía en poner en venta las entradas con un mes de anticipación. Para la fiesta, contratábamos una orquesta típica y una de jazz", añade.
Para muchos jóvenes, cuenta Córdoba, ese día también era un momento especial de acercamiento a sus padres. "Nuestros padres nos entregaban el primer traje, que debíamos estrenar en la fiesta. En la puerta del baile, las chicas nos ponían una flor en el ojal", destaca.
A los bailes concurría toda la familia. Sin embargo, esto no era un impedimento para que se formara alguna nueva pareja de jóvenes. "Era la oportunidad más esperada para declararnos a la chica que nos gustaba. Muchos matrimonios que sobreviven todavía, comenzaron allí. La primavera era el primer verdor y el primer amor ", apunta Ramón, quien conoció a su esposa, Sara, en una fiesta de la primavera. En diciembre cumplen sus bodas de oro.
Las adolescentes estrenaban un vestido floreado y se preparaban para la elección de la reina. Con este espectáculo culminaba el festejo. Córdoba recuerda que había un jurado conformado por el juez de Paz, el comisario y el jefe de la estación de trenes, que eran las personas más queridas del pueblo.

La primavera no terminó
A pesar de los años transcurridos, todavía se llaman entre sí como "los chicos y las chicas". Los abuelos preparan cada año la fiesta de la primavera porque sostienen que si no mantienen viva la alegría y la fiesta, la llama de la vida se va apagando. "La jubilación también tiene que ver con un renacimiento. Uno se retira después de haber cumplido una misión y comienza a vivir de otra forma, donde supuestamente comienza a disfrutar", asegura Córdoba, quien trabajó durante muchos años en el ingenio de Bella Vista y ahora preside un club de jubilados. "Lo más importante es mantener viva la primavera que cada uno tiene adentro porque es la estación del amor", dice.
Hilda de Frasá, que también está en un grupo de jubilados (Centro de Amistad, Luz y Vida), contó que aún hacen fiestas de la primavera, en las que bailan, se ponen de novios y eligen la reina.