El oxígeno que Tucumán tanto necesita

El oxígeno que Tucumán tanto necesita

Cuando el “Parque del Bicentenario” tome forma definitiva alcanzará las 200.000 hectáreas, lo que significa que casi el 10% de la superficie tucumana será un área protegida. El objetivo de mínima -y de arranque- contempla 77.000 hectáreas entre las que figura Campo de los Alisos, el único parque nacional con que cuenta hoy la provincia. Este límite natural a la expansión de las tierras para cultivo, concretada al ritmo de una deforestación que no respeta leyes, desempolva la condición de “Jardín de la República” que hace tiempo y a lo lejos distinguió a Tucumán.

Los parques nacionales más grandes de la Argentina están en la Patagonia. Su extensión se corresponde con la vastedad del territorio: Los Glaciares (Santa Cruz) alcanza las 724.000 hectáreas, seguido por el Nahuel Huapi (en Neuquén/Río Negro, 717.000), el Lanín (también en Neuquén, 412.000) y Los Alerces (en Chubut, 263.000). Estos santuarios le ponen un freno a la enajenación del territorio, política que desde los años menemistas permitió -por ejemplo- que la multinacional Benetton sea propietaria de un millón de hectáreas en el sur del país. La extranjerización de tierras en la Patagonia llegó al extremo de que el magnate inglés Joseph Lewis es dueño del paradisíaco entorno de Lago Escondido. En la mansión de Lewis se instaló este año el presidente Mauricio Macri durante la visita de Estado de Barack Obama.

Sobre las proyectadas 200.000 hectáreas del futuro “Parque del Bicentenario” sólo quedarían las 215.000 del Talampaya, en La Rioja. En consecuencia, el tucumano pasaría a ser -en tamaño- el sexto de los 33 parques nacionales que se reparten por la geografía argentina. Llamativo y admirable, tratándose de la provincia más pequeña.

Campo de los Alisos nació hace 21 años, poco antes de que concluyera la gestión de Ramón Ortega. El año pasado, la crecida del río Jaya se llevó puesto el puente que comunicaba con la reserva y dejó aislados a los vecinos durante meses y meses. El dato habla de la precariedad de la infraestructura en el interior provincial y del compromiso que implica mantener y potenciar un área protegida. Se está hablando del “Parque del Bicentenario” como un motor para el turismo, trazando comparaciones con los correntinos esteros del Iberá. En tal caso, será imprescindible una inversión sustanciosa.

La biodiversidad tucumana, tan rica como amenazada, alcanza niveles excepcionales en el sistema del Aconquija. El “Parque del Bicentenario” abarcará desde Tafí del Valle hasta el sur de la provincia y su diseño es fruto de una ingeniería que contempla desde la expropiación de fincas a la integración de tierras que están bajo la órbita del Estado, pero en otras manos. El Ministerio de Defensa, por caso, se desprenderá de 10.000 hectáreas que administra en la zona de la Quebrada del Portugués. Que el Ejército ceda tierras a la Administración de Parques Nacionales implica una reconversión virtuosa si hablamos de un proyecto de país.

La sabiduría de Miguel Lillo queda expuesta desde su condición de visionario. Lillo murió en 1931, tres años antes de que nacieran los primeros parques nacionales (el Nahuel Huapi y el Iguazú datan de 1934). Soñaba con una reserva destinada a cuidar los tesoros de la flora y la fauna de su Tucumán, anhelo que recién comenzó a plasmarse con la declaración que colocó a Campo de los Alisos bajo el paraguas de las áreas protegidas. Lillo podía intuir, pero difícilmente medir en su real dimensión, lo que vendría décadas más tarde: una depredación del medio ambiente capaz de poner en jaque la calidad de vida de las futuras generaciones. El territorio destinado al “Parque del Bicentenario” está lejos de ser el que Lillo transitó. Hay especies que desaparecieron, otras reducidas a su mínima expresión, y no sólo el hombre metió mano; los vaivenes climáticos también hicieron de las suyas. Aguarda un esfuerzo de proporciones, por ejemplo para que tapires y yaguaretés vuelvan a ocupar el que fue su hábitat.

Por todo esto, la creación del “Parque del Bicentenario” es una buena noticia de fin de año. Lo importante, advierte la comunidad científica, será seguirlo de cerca y, cada vez que aparezca un obstáculo, encender alarmas para que las soluciones no se demoren.

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