Juan Viroche, el cura amigo que luchaba por la seguridad de todo el pueblo

Juan Viroche, el cura amigo que luchaba por la seguridad de todo el pueblo

El sacerdote, de 47 años, les dijo a varias personas que se sentía perseguido por las amenazas que recibió por haber denunciado a “narcos”.

HISTÓRICO. El 17 de noviembre del año pasado, el padre Juan celebró una misa en Delfín Gallo para pedir por más seguridad para la población. la gaceta / foto de analia jaramillo (archivo) HISTÓRICO. El 17 de noviembre del año pasado, el padre Juan celebró una misa en Delfín Gallo para pedir por más seguridad para la población. la gaceta / foto de analia jaramillo (archivo)
06 Octubre 2016

La sirena del ingenio La Florida ululó minutos antes de las 12.30. Pero esta vez no era para celebrar el inicio o el fin de la zafra. Cinco horas antes habían encontrado sin vida al padre Juan Viroche, ahorcado dentro de la iglesia Nuestra Señora del Valle. Sólo había llanto y amargura en las calles. El pueblo estaba desconsolado por la inesperada partida del religioso, al que consideraban un amigo más que un sacerdote.

Hombres, mujeres y niños se acercaron a la parroquia ubicada en la avenida José María Landajo al 400 a medida que conocían la noticia. Rodeados de camiones cargados con caña de azúcar, trataban de consolarse. En medio del dolor, coincidieron con que el padre Juan era una excelente persona que luchaba por la seguridad del pueblo y de los jóvenes. Que desde que llegó a La Florida, hace cuatro años, siempre combatió el narcotráfico. Sostuvieron que tenía muchos amigos, pero también enemigos y amenazas por sus denuncias. Por eso nadie avaló la hipótesis del suicidio. Por eso están convencidos de que se trató de un crimen, a pesar de que las pericias indicaron lo contrario.

Pobladores declararon que nunca soñaron que ocurriría algo así en La Florida. Sin embargo, personas cercanas indicaron que desde hacía unos días lo veían preocupado. Según dijeron, el padre Juan les habría dicho que se sentía perseguido. Ya les había anunciado que había pedido el traslado a otra parroquia y que desde el lunes ya no estaría en el pueblo.

“El padre Juan era amigo de todos. Siempre estaba dando consejos, acompañando. Ha cultivado muchas amistades. Era muy querido, pero sin dudas era muy perseguido, por eso ha pasado esto”, afirmó Lucrecia Ortiz, una vecina que no pudo contener las lágrimas al recordarlo.

El religioso tenía 47 años y solía visitar los barrios más humildes de La Florida. Sus allegados afirmaron que su mayor objetivo era contener a los que más lo necesitaban y proteger a los jóvenes de la droga. Que era muy carismático y que hasta daba lo que no tenía por su bienestar. Por eso bramaron justicia ante las autoridades policiales y judiciales que se llegaron a la iglesia. Por eso elevaron plegarias para que descanse en paz.

Una catequista, que prefirió no dar su nombre, destacó que Viroche era una persona incondicional. “Siempre estaba pendiente de los chicos. Si uno lo iba a buscar a la hora que sea, él estaba. Se preocupaba si estábamos enfermos. Era un amigo más que un sacerdote. Nos trasmitió cosas buenas”, dijo acongojada.

El docente Luis Córdoba, que se manifestó indignado, pidió recordar al padre Juan por su tarea social. “Hay que recordarlo por las banderas de la justicia social y económica que levantaba. Lo peor que puede ocurrir es que después de la muerte de este cura quede como si nada. Es el único que levantaba la voz en contra de la droga y la inseguridad desde una institución como la Iglesia”, remarcó.

Los habitantes de La Florida están de luto. Se quedaron sin su protector, sin su amigo.

PUNTO DE VISTA

Un suicidio inducido es muy difícil de probar

Walter Ojeda Ávila - Abogado penalista

Los casos de suicidio inducido son difíciles de encontrar y más difíciles todavía de probar. Diría que aparecen más que nada en las películas. De todas maneras, tiene ciertas características que están relacionadas con la postura en la que se encuentra el cadáver y determinados rasgos que solo se descubren cuando se hace una muy buena autopsia.

El cuerpo habla más de lo que un humano puede decir. Por eso, en el caso del suicidio inducido, en las autopsias se buscan algunos detalles que tienen que ver con la tensión de las manos y la contracción de los músculos del cuello: se dice que hay un suicidio inducido cuando la persona tiene una tensión mayor en la zona del cuello y de los hombros como para evitar el ahorcamiento.

En el caso de las muertes con armas de fuego, nunca el tiro es perfecto porque la persona tiene un momento de vida posterior al disparo en el que el cuerpo intenta salvarse, más allá de la intención del ser humano de quitarse la vida. Lo mismo sucede cuando se consume veneno. De todas maneras, el ahorcamiento es una de las formas de muerte que menos se da en los casos de suicidio porque generalmente la persona que decide quitarse la vida opta por un camino de muerte más rápido y directo, como un disparo con arma de fuego.

Para que exista un suicidio inducido, necesariamente tienen que estar las dos personas en la escena del hecho: la que se suicida y la que la incita a hacerlo. Pero el objetivo de esta última es que la persona muera sin que se la toque y para lograrlo tiene que estar presente y ejercer tal presión psicológica que lleve al otro a concretar el acto. Esto es algo que usualmente se da dentro de los contextos mafiosos, donde se intenta enviar un mensaje. Podría decirse que el suicidio inducido es una zona gris entre dos caminos: el homicidio y el suicidio.

En el caso del sacerdote, no sé si el suicidio inducido será una hipótesis válida, pero se la debería tener en cuenta como probable, considerando las circunstancias.

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