Si no se la auxilia, la venerable Sociedad Sarmiento desaparecerá

Si no se la auxilia, la venerable Sociedad Sarmiento desaparecerá

NOTABLE DETERIORO. Libros en el piso y manchas de humedad, en 1989. Archivo. NOTABLE DETERIORO. Libros en el piso y manchas de humedad, en 1989. Archivo.
La Sociedad Sarmiento es la más antigua y venerable institución cultural de Tucumán. Fundada en 1882, cuenta ya con nada menos que 134 años. Ensayar su historia detallada, exigiría un libro muy voluminoso. En cuanto a su mérito, basta decir que de la Sarmiento nació la idea de fundar la Universidad de Tucumán, lanzada por su presidente Juan B. Terán en 1906, por primera vez. Publicaciones célebres de nuestra historia espiritual, se gestaron en sus salones: “Tucumán Literario”, la “Revista de Letras y Ciencias Sociales”, “Sustancia”, por ejemplo.

Empezando por Domingo Faustino Sarmiento, en 1887, una constelación de ilustres figuras del pensamiento argentino y extranjero disertaron en sus salones: Ramón del Valle Inclán, José Ortega y Gasset, Georges Clemenceau, Pedro Goyena, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Ricardo Rojas, son algunos nombres de una muy extensa lista.

Su biblioteca, fundada por Emilio Carmona, contaba en 1995 con 65.184 libros. Durante muchos años, fue la más importante del interior del país, y el público llenaba sus salas de lectura. El actual edificio social, inaugurado en la primera década del siglo que pasó, es una pieza relevante de nuestro patrimonio arquitectónico. Diseñó sus elegantes líneas el ingeniero Domingo Selva, autor de la Casa de Gobierno.

Algún día de la década de 1960, empezó a decaer la Sarmiento. Disminuyó drásticamente el número de lectores, dejaron de acudir grandes conferencistas a sus salones, y las finanzas de la Sociedad impidieron mantener el edificio en forma. Esto por encima de esporádicas ayudas -nunca suficientes- del Estado. Perdió socios y lectores, dejó de comprar libros y de conservar los existentes, entre otras manifestaciones notorias de declinación.

La situación se fue agravando cada vez más. En 2006, la Universidad Nacional de Tucumán resolvió tomarla bajo su protección. Por un convenio, se comprometió a restaurar a fondo el ya ruinoso local, y a colaborar en el reordenamiento y conservación del fondo bibliográfico. Como contraprestación, la casa de estudios recibía la nuda propiedad del inmueble, reservándose la Sarmiento el usufructo del mismo mientras durara su existencia como sociedad civil. En caso de desaparecer ésta, tanto el local como su patrimonio pasarían a la UNT que tenía, además, la facultad de designar a la mitad de los miembros de cada comisión directiva.

Este convenio de salvataje se elevó a escritura pública en 2009. Estaba previsto allí que las obras de restauración de Congreso 65 se iniciarían a los 30 días. Como sabemos, esto nunca ocurrió. La biblioteca, con escasos dos empleados para atender al público, una secretaria administrativa y un encargado de limpieza, funciona hasta hoy como puede, muy penosamente. De sus libros, sólo puede consultarse una pequeña parte: carece de fichero, y no es posible acceder al entrepiso por riesgo de derrumbe. Hay una habitación donde los volúmenes se amontonan en desorden y en el suelo.

La única esperanza que tiene en la actualidad la Sociedad Sarmiento de recuperar su gloriosa condición anterior, es que el Ente del Bicentenario acuda en su auxilio, como lo tiene proyectado, y que, con su apoyo, la UNT encare de una buena vez esa obra, a ejecutar la cual se comprometió hace ya una década. De otro modo, terminará por desaparecer.

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