Juan Manuel Asis
Por Juan Manuel Asis 13 Septiembre 2015
Él, abuelo de sus hijos, padre de sus hermanos y hermano de sus hijos; ella, esposa de su hijo y madre de su esposo. ¿Incomprensible? No, es la tragedia de Edipo Rey, de Sófocles; antiguo, del siglo IV antes de Cristo. Hoy, aquí, en San Miguel de Tucumán, también hay relaciones sorprendentes: primos que resultaron hermanos, hermanos de sangre que se desconocen, primos que son tíos lejanos. ¿Donde? Entre los que integrarán el futuro Concejo Deliberante capitalino; claro, si finalmente son proclamados y asumen. Por las dudas al traje ya se lo están probando. En fin, por culpa del sistema de acople los distantes primos peronistas y radicales se han hermanado en el Acuerdo para el Bicentenario y los hermanos justicialistas se han separado del Frente para la Victoria. En el medio se han colado algunos parientes desconocidos. ¿Acaso se avecina una tragedia griega entre los 18 concejales del próximo mandato? Tragedia, según una sencilla definición, es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, invencible e inevitable contra el destino o los dioses. No será contra los dioses, pero una disputa intensa entre ellos va a haber.

La primera batalla será por la presidencia del cuerpo legisferante, en la que ya están pensando -y actuando en consecuencia- algunos de los ediles electos; aunque falten 45 días para que prueben sus bancas. El mecanismo de votación vigente, tan degradado y cuestionado política y socialmente después de los comicios del 23 de agosto, contribuye notablemente para preanunciar conflictos. Es que el acople asocia pero no hermana; su esencia electoral no es la solidaridad sino el egoísmo, por eso en algún momento tenía que estallar como esquema de elección en democracia. Su finalidad es aportarle votos al candidato a gobernador, obligando a los acoplados a una disputa territorial electoralmente individualista, por más que comulguen la misma doctrina. Todo esto suma para un desenlace trágico. La RAE aporta una definición al cierre de este prólogo: obra dramática cuya acción presenta conflictos de apariencia fatal que mueven a compasión y espanto.

Descartemos un final funesto y pensemos que la democracia le propone un gran desafío a ese heterogéneo y complejo Concejo Deliberante: conciliar. Hoy, la dirigencia política sólo coincide en un aspecto en estos tiempos, en que se avecina una época de inevitable diálogo, de necesarios consensos, de impostergables acuerdos; en oposición a la imagen que deja el ciclo que se cierra. Tucumán no escapa a esa visión; el Concejo capitalino menos. Máxime si observamos una probable constitución de tres bloques: el del ApB y sus acoples, con ocho concejales; el del FpV y sus acoples con otros ocho ediles y el de FR, con dos representantes. Matemáticamente nadie tiene mayoría, por lo que, obligatoriamente no podrán rehuirle al contacto para negociar y avanzar en conjunto con ordenanzas y propuestas políticas. La realidad se les impone trágicamente: van a tener que verse las caras, consensuar, o negociar, porque nadie la tiene segura.

Sin embargo, no todo es tan simple entre hermanos, primos y parientes lejanos, pues estas relaciones “familiares” imponen descubrir otro tipo de constituciones más complejas, más que el complejo de Edipo. Entre los 18 concejales hay tres radicales (Roque Mendía -reelecto-, Agustín Romano Norri, José “Lucho” Argañaraz, presidente de la convención de la UCR); once peronistas (Armando Cortalezzi, Alejandro Figueroa, Carolina Vargas Aignasse, Beatriz Avila -esposa del intendente electo, Germán Alfaro-, José María Franco, Carlos Assan, Dante Loza, Javier Aybar -dirigente del gremio mercantil-, Rodolfo Avila, María Belén Cruzado Sánchez -esposa del concejal Javier Moroff- y David Mizrahi -que además se declara alperovichista: supo ser secretario privado del gobernador allá por 2003), dos efe-ere (Ricardo Bussi y Eduardo Verón), uno del PRO (Roberto Avila), una de la Coalición Cívica (Sandra Manzone). Ideológicamente, los “compañeros” son mayoría. Es una lectura; nada más. Por ahora.

De todas formas, el reto de las sociedades políticas por venir, por culpa del acople, no pasarán por las afinidades doctrinarias ni por las 20 verdades, sino por respetar lo institucional y ajustarse a la realidad que los sobrepasa. Es difícil pensar en equipos de “ocho”; sino más bien en varios grupos diseminados, impulsados por sus propios intereses o afinidades políticas. Es complicado que en una foto aparezcan sonriendo Cortalezzi (Alianza Frente Provincial) y Carolina Vargas Aignasse (Tucumán en Positivo) -con dos bancas cada uno- después que han tenido una pelea circuito a circuito en la capital. Vale para el resto de los acoples. Se va a trasladar al Concejo la pelea territorial sanguinaria; sintetizó un observador.

Lo inevitable, frente a este panorama, es la pelea por la presidencia. Así como será inevitable elegir a una persona que arrime voluntades, que haga jugar a todos -como se dice-, que tenga el respeto del resto; en suma, que facilite los consensos. Y más aún, que tenga comunicación con el próximo jefe municipal. Lo indica el manual de la política. ¿Está esa persona entre los 18 ediles? Ya se vio en qué derivó que el titular del cuerpo le responda directamente al gobernador y no al intendente: en una crisis política. Claro, es paradójico, o irónico, que se peleen entre los 18 para elegir una persona que tenga la habilidad de contener a esa diversidad política. Consensuar es un desafío que pondrá a prueba a todos los concejales. Lo que resulte marcará el rumbo del cuerpo. Será indicativo.

Pese a todo, en ese marco, hay muchos optimistas, que ven en la encrucijada una gran oportunidad. Como Manzone: habrá negociación en el sentido democrático de la palabra, es lo mejor para la salud democrática, se acabaron las mayorías automáticas. La concejal reelecta ve mucho debate, y arduos, en aras de buscar consensos. Tendrá que haber diálogo, es la mejor forma de ayudar al intendente, apunta Argañaraz. El socio radical del jefe municipal peronista la tiene clara: son oficialistas y deben obrar en consecuencia. Debemos poder convivir y construir juntos, apunta Roberto Avila. Será tiempo de diálogo, no queda otra; afirma Mizrahi, que se anima a aventurar la existencia de un bloque opositor homogéneo. Esto lleva a una pregunta también inevitable: bloque ¿peronista, manzurista, alperovichista, del FpV y acoplados? ¿Cómo se identificará políticamente? ¿A quién responderá? Según cómo se defina dirá mucho hacia adelante. ¿Quién liderará el espacio oficialista provincial el próximo mandato? ¿Coexistirán el alperovichismo residual con el manzurismo incipiente? o ¿los que vienen tendrán vuelo propio? Si Manzur -de ser proclamado- mantiene el modelo de la caja única y de centralización del poder que caracterizó al kirchnerismo y al alperovichismo, habrá que ver qué paso da o impulsa para el grupo opositor -por ahora indefinido políticamente en cuanto al líder al que responderá- en el Concejo Deliberante. Porque en el medio de esta trama de reacomodamientos de espacios de poder estará en juego la relación institucional Provincia-Municipio; la relación política oficialismo-oposición (pese a ser peronistas las cabezas de los ejecutivos) y la relación Manzur-Alperovich. Esta última signará las dos primeras.

Sin embargo, los márgenes de movimiento se han acotado para el vicegobernador; no está en condiciones de no dialogar y de no abrir las puertas a posibles consensos institucionales. Su fortalecimiento irá de la mano del acercamiento a la oposición. Porque los opositores son los que legitimarán con su diálogo su cargo de gobernador. No bastará la fortaleza del manejo de la Legislatura con 33 parlamentarios, tener la mayoría de las intendencias y de las delegaciones comunales; los tiempos exigen nuevas conductas y modos de conducir y de gestionar el poder. Toda una prueba de fuego para Manzur. Su posición frente al Concejo Deliberante capitalino dirá bastante sobre lo que políticamente se viene en Tucumán.

En este marco, es un enigma cómo jugarán Bussi y Verón, si es que finalmente se verifica que quedarán bloques repartidos en ocho y ocho. Ya dijimos que el individualismo que genera el sistema de acople hará chocar las personalidades en la puja por los espacios de poder; eso puede provocar chisporroteos y divisiones en los supuestos grupos de ocho. En fin, en ese esquema de probable paridad de fuerzas, FR quiere jugar el rol de árbitro. Es el panorama ideal para cualquier partido que juega en minoría entre dos agrupamientos mayoritarios: el de inclinar la balanza para uno u otro lado según sus propias conveniencias; o convicciones. O bien de ser tentados por uno u otro bando para acercarse para cerrar proyectos y negociaciones políticas. Sin embargo, los efe-ere no estarían pensando en pequeño, sino en grande, y bastante en grande: pelear por la presidencia del Concejo. Es una batalla a dar desde el ingenio y la picardía, y desde ese papel de árbitro de la partida; por lo menos centralmente de esa, de la que definirá el interlocutor del cuerpo legislativo ante el intendente. ¿Están en condiciones de imponerse? Creen que sí, y tienen un justificativo político para presentarse como los “mediadores”: arguyen que no son del oficialismo municipal (ApB) ni del oficialismo provincial (FpV). Justo en el medio, aunque algunos -radicales y peronistas- deslicen que tienen más afinidad con el alperovichismo. La propuesta para la presidencia del Concejo, de cajón, es Bussi. Es su estrategia, veremos si logran arañar algún espacio de poder entre las autoridades.

Lo único seguro es que habrá muchas negociaciones en torno de ese sillón de privilegio; y es posible que esa lucha deje heridos y gente fuera de esos “dos ochos”, y que finalmente determine que haya “sietes”, “seis” y hasta unibloques. Esa sí sería una tragedia, y una mala señal hacia la sociedad que está exigiendo diálogo, consensos, una clase dirigente responsable, madura, dispuesta a ceder ambiciones personales en aras del bienestar general. Es decir, los representantes de los vecinos tienen que esforzarse para que la gestión que viene no tenga una forma dramática, cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, invencible e inevitable contra el destino o los dioses. Menos dioses, más humanos.

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