Demagogia y ovación

Demagogia y ovación

El insulto del gobernador fue vivado por dirigentes políticos. La obsecuencia sin autocrítica no ayuda en la construcción de una sociedad. Los saqueos movilizan al Poder Ejecutivo que se acordó tarde de su tarea.

La sorpresa no fue lo que dijo el gobernador sino lo que pasó después. José Alperovich no es un hombre de modales cuidados. Suele utilizar palabras soeces en su diálogo natural. En los actos políticos además, los oradores aprovechan esa circunstancia para pasar mensajes y buscar palabras despertadoras. Vocablos que sacudan y sorprendan. Estos recursos propios de los escritores y especialmente de los periodistas son una herramienta fundamental en el discurso del mitin. Por eso el gobernador llegó a decir que era un “hijo de puta” aquel que explotaba la dádiva a cambio del voto. Después se disculpó. Pero quedó una madeja de enredos que explican el desinterés por la creación de una sociedad diferente, culta, creadora. Esta termina cediendo a favor de los cortos, simples y mezquinos proyectos electorales.

Apenas dijo lo que dijo, la multitud que lo escuchaba estalló en una ovación. Este tipo de explosión muestra la alegría, la emoción y el entusiasmo por algo y se traduce en movimientos del cuerpo, aplausos y algarabía. Los asistentes aplaudieron que el gobernador mienta y además se regocijaron del insulto a sus dirigentes, los mismos que les pidieron que vayan a esa reunión o los que después pasan con el bolsón por sus casas o simplemente esos a los que ellos después van a pedirles cosas.

Si se aprueba sin pensar, si se aplaude sin escuchar, se corre el riesgo de votar sin entender el porqué o el para qué. Eso es el resultado de la ignorancia, de la incultura y de la burla de una clase dirigente que se ha acostumbrado a comprar y no a seducir, cautivar o convencer.

Es posible que muchos de los que aplaudieron eran los mismos a los que estaba insultando el gobernador. La política encuestadora a veces es un bumerán. Suele indicarles a los protagonistas lo que deben hacer y lo que deben decir aun cuando ni lo piensan ni lo sienten. Y, cuando el político cae en esa trampa, lo único que está haciendo es demagogia. Cualquier cosa vale (la mentira, el insulto) a cambio de una ovación. Son sólo efímeras coronas marchitas antes de florecer.

Problema capital

Las encuestadoras se han vuelto una herramienta imprescindible para la cartera de la dama y para el bolsillo del caballero que hacen política. En Tucumán, dan vueltas encuestadores de por lo menos siete empresas. Convertidos en verdaderos oráculos del siglo XXI, guardan el secreto de lo que piensan los ciudadanos, de lo que harán los dirigentes y de lo que pasará en el futuro inmediato. El político y el ciudadano han puesto a estas empresas como intermediarias ante la incapacidad de dialogar mutuamente. La proliferación de sondeos asegura que los que pagan las encuestas no mientan –o manoseen menos los números-. En la mayoría de las encuestas que se muestran, la inseguridad, el desempleo y la inflación marchan a la punta de las preocupaciones principales de los habitantes de estas tierras. Donde no hay coincidencia es en los números de los candidatos. Menos aún en los guarismos de la Capital. Allí con la aparición de tantos candidatos –en estos días asomaron dos enemigos mutuos como Gerónimo Vargas Aignasse y el bussismo- el 30% del que presume José Cano y su estructura radical-peronista empieza a mostrar fisuras. En un lectura rápida queda claro que es menos de lo que tuvo en los últimos comicios en los que el espacio que lidera hizo la gran elección que lo tiene hoy como candidato a gobernador indiscutible. Pero además, al “canismo” le siguen apareciendo candidatos a intendentes tanto por el ala radical como por la peronista que promueve el massismo. De esa pelea nada le asegura votos a la candidatura a gobernador de José Cano.

Domingo Amaya no muestra las cartas de sus encuestas, tampoco termina de desprenderse de Alperovich. Sigue con sus amagues, pero no define. En lo más íntimo trabaja a destajo para diferenciarse del gobernador. Por ahora, con esta actitud, suelta sonrisas en el alperovichismo, que siente que todo lo que sume el lord mayor son votos que se le restan a Cano. En el oficialismo aseguran que los comicios de 2015 van a ser muy reñidos.

En el Frente de la Victoria sólo se comentan peleas cuando se habla de la Capital. No hay lugar para todos en las listas y, por lo tanto, la reyerta es mayor. Mientras los arrebatos ponen nerviosas a las autoridades de seguridad que no tienen cómo frenar los guarismos que crecen, los políticos no saben cómo parar los robos de punteros. En los últimos días se ha vuelto moneda corriente. Hasta ayer trabajaba para un político y mañana cambia como si nada. No obstante, el consejo que se bisbisean estos líderes barriales es “antes de cambiar de monta hablá con José López”. El secretario de Obras Públicas de la Nación rompe el esquema alperovichista y le está generando más de un dolor de cabeza aún cuando ni él mismo sabe si llegará a ser candidato a gobernador.

La candidatura de Pablo Yedlin en la Capital le ha servido a Alperovich para frenar las ambiciones desmedidas de muchos dirigentes que se sentían acreedores del sillón de intendente. La decisión del mandatario provincial ha sido efectiva a medias porque en el territorio las peleas por los espacios de poder y por los punteros son atroces.

Más vale tarde…

La torpeza del lenguaje del gobernador tuvo su correlato en las acciones. El jueves pasado, exactamente tres días antes del aniversario de uno de los días más tristes en la vida de los tucumanos, decidió reunirse a comer con la cúpula policial. Tarde y desprolijo.

No tuvo el cuidado de realizar un encuentro en la Casa de Gobierno, donde podría haber marcado la distancia y la estructura jerárquica que tanto valoran los hombres de las fuerzas policiales. Eligió su casa para reunirse como en un encuentro de amigos. Lo que está en juego no es simplemente un aniversario, sino la paz social que, si no se logra, le debería costar el puesto a más de uno de los que estuvo en la comida.

El encuentro llegó tarde. Si hay algo de lo que no puede jactarse el gobernador es de los éxitos en el área de Seguridad. Los esfuerzos no rinden sus frutos aún ni tampoco las inversiones. Lo ha reconocido él mismo. Con la reunión del jueves deja un mensaje confuso. Da la sensación de que sólo le está preocupando que no se produzcan saqueos o pone atención en la fecha aniversario. No hay que olvidar que el reclamo más señalado por todos los encuestadores que proliferan por la provincia es la seguridad. Sin embargo, el gobernador se acordó cuando los saqueos lo desvelan. Hace más de un mes lo primero que hizo fue meter la mano en el bolsillo y promover subsidios para evitar los saqueos. A última hora invitó a comer a la cúpula policial. Venía monitoreando encuentros en su despacho con el jefe y subjefe, pero necesitó agrandar el círculo de abrazos.

Los invitados a la cena fueron el súper ministro Jorge Gassenbauer y el secretario de Seguridad Paul Hofer. Además de los policías, asistieron la senadora, primera dama y dueña de casa, Beatriz Rojkés, y la fórmula que más le simpatiza a Alperovich (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo).

El pasado dice presente

Mientras el futuro es el motor de los movimientos políticos que se suceden velozmente en los últimos días, el pasado se revuelca, se retuerce y reivindica en las emotivas y dolorosas jornadas que nunca más deberían volver. Los testimonios desgarradores advierten cuánto daño pueden los hombres realizar cuando la borrachera de poder los embriaga hasta el punto de no importar el prójimo, el otro, el ser humano. Los relatos que se oyen en los Tribunales Federales con motivo de la megacausa conocida como “Villa Urquiza” recuerdan que no hace mucho tiempo, cuando la clase dirigente de hoy empezaba a caminar, el hombre se olvidó del hombre. Hace un año en las calles de este Tucumán hubo miedo y uno que otro olvido similar. Fueron momentos de soledad y de individualismo atroz donde la demagogia y la ovación no hallan lugar.

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