Polución ambiental: urge un cambio de mentalidad

Polución ambiental: urge un cambio de mentalidad

27 Agosto 2014
La historia se repite una y otra vez cada año. Sin importar el daño o la profunda tribulación de los tucumanos, la quema de cañaverales, pastizales y basura sigue provocando caos y contaminación. Asociada a la sequía de agosto y al polvo en suspensión a causa de los vientos, el humo que proviene de estas prácticas poco amables con el medio ambiente convierten a nuestra provincia en un páramo donde respirar se vuelve peligroso. Y, aunque según datos de Defensa Civil, las denuncias por la quema de cañaverales y pastizales ha descendido respecto del año pasado, el nivel de polución de la atmósfera tucumana revela que el problema está bastante lejos de terminar. Por ejemplo, el fin de semana pasado, sólo en Yerba Buena los bomberos tuvieron que sofocar media docena de incendios. Además, la temporada de viento y sequía, da pie a algunos fuegos ya clásicos. Como el de la avenida Presidente Perón al 500, donde todos los años se queman las mismas cuatro hectáreas y nadie hace nada. El jefe del cuerpo, Hernán Rodríguez, explicó que cuatro de esos incendios fueron originados por personas que estaban quemando basura. El hollín entra por los ojos y por la nariz.

En 2011, a pedido de la Justicia Federal, la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica de la UNT señaló en un informe que durante la quema de caña se liberan gases, compuestos orgánicos persistentes, ceniza y humo. “Tal vez como todas las sustancias liberadas en el acto de la quema de cañaverales, matorrales y otras hierbas no producen lesiones o afecciones de carácter agudo, no se les da trascendencia. Pero dentro de unos años lamentablemente, así como estamos viendo un aumento de enfermedades respiratorias, se pueden esperar cánceres complicados”, se afirmó en el trabajo. De hecho, en 2013, se vivieron momentos dramáticos por esta causa. En septiembre, se registró el incendio de un cañaveral en una finca de Los Ralos que, agravado por un fuerte viento, puso en vilo a numerosas personas que viven en la cercanías. Incluso hubo que evacuar a 150 familias, que fueron atendidas en el hospital de esa población. Asimismo, en la localidad de La Tala, el fuego destruyó seis viviendas en su totalidad. Y, en el Aeropuerto Benjamín Matienzo se vivieron momentos de zozobra, cuando el fuego que provenía de los cañaverales aledaños avanzó sobre la pista poniendo en peligro a los aviones. De inmediato se suspendieron los aterrizajes y luego se ordenó el desalojo de los pasajeros y del personal del edificio, que en cuestión de segundos se había llenado de una densa humareda. Por cierto, no hubo detenidos por este ruin accionar. Nadie fue procesado porque al parecer nadie fue culpable para el Gobierno. Así las cosas, creemos que resulta imprescindible profundizar las campañas de concientización y de prevención, a fin de erradicar de una vez por todas, este tipo de práctica contaminante.

El Estado, en coordinación con la Estación Experimental y el INTA, podría iniciar una campaña intensa no sólo entre los productores, sino también entre los vecinos y habitantes de pueblos del interior, para que tomen conciencia de que esta práctica envenena el aire que respiramos todos los tucumanos. Asimismo debería aplicarse la ley 7.459, que prevé multas para aquellos que tiran un fósforo y hacen arder un campo. Porque, en definitiva, la verdadera transformación vendrá con un cambio de mentalidad profundo y duradero.

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