En el reino de lo testimonial

Otra vez, como desde hace cuatro años, los trabajadores autoconvocados de la salud han desnudado la falacia del alperovichismo a la hora de las paritarias. Y, por supuesto, la complicidad de buena parte del resto de los aparatos sindicales del Estado. Los nucleados en el Sitas consiguieron el mejor acuerdo salarial del universo estatal tucumano: un incremento del 28,3%. El 80% se aplicó a los haberes de marzo. El resto, en septiembre.

En contexto, las estimaciones reales que el Gobierno tucumano maneja este mes, y no publica, proyectan una inflación del 22,8% para todo este año. Una cifra similar a la que dan a conocer las consultoras a través del Congreso de la Nación. Pero a diferencia de las industrias y las empresas y los comercios, atravesados por la crisis de la desaceleración del crecimiento y la devaluación y la presión fiscal, el Estado no se ha declarado en aprietos. Por el contrario, el gobernador se ha jactado en su mensaje a la Legislatura, el 1 de marzo, de haber superado ya dos crisis sin endeudarse. Y habrá que reconocer que su gestión va en franca expansión, cuando menos en materia de gastos.

El Presupuesto General de la Provincia pasó de $ 4.700 millones en 2008 a $ 17.000 millones este año. Y, en particular, el Presupuesto de la Legislatura se disparó en idéntico lapso de $ 200 millones a $ 540 millones. Lo contrario a la crisis es el crecimiento. Y en el sector público (a diferencia de la actividad privada) el dinero es de todos. Así que los autoconvocados entendieron que si crece el Estado (sobre todo en sus erogaciones políticas), también debía crecer el salario del trabajador público. Y así lograron un acuerdo en el que le ganan 5,5% a la inflación.

El resto de los gremios estatales que celebraron acuerdos salariales por un año, en cambio, cerró acuerdos por entre el 23% y el 24%, con un Gobierno que (lo evidencia el Sitas) sí podía mejorar la oferta. Es más, durante las negociaciones hubo sindicatos que propusieron, a cambio de un aumento mayor, que a la última cuota de la suba la aplicaran en diciembre. Pero el alperovichismo no cedió. Y sus conversadores, lograron que el 24% que no satisfacía al comienzo, sí convenciera al final.

¿Por qué la Provincia que que llegó a otorgar una suba del 40% a los policías durante 2012, ahora se cerró en el "24% para todos"? Porque lo que importa no es 2013, sino el año que viene.

La lógica alperovichista apunta a dos cuestiones. La primera: si la inflación no supera al porcentaje de la recomposición salarial, puede que la gente no esté feliz (aunque tendrá más plata, le alcanzará para comprar lo mismo que antes y no más), pero no habrá conflicto. La segunda: el mayor gasto por la recomposición salarial (24%) se equilibrará con el mayor ingreso inflacionario (24%). A los efectos económicos, el monto de la planilla salarial sube; pero a los efectos financieros, el porcentaje del gasto salarial respecto del presupuesto global es el mismo. Negocio redondo.

Las paritarias, entonces, han sido testimoniales para casi todos los estatales. Y el objetivo del Gobierno, "salir hecho" para comenzar 2014 con la mochila salarial pesando lo mismo que en 2013, se cumplió. El alperovichismo necesitaba que los estatales (en la década ganada por la empleomanía pasaron de 44.000 agentes efectivos a 71.000) financiaran sus planes de eternidad. Y lo logró.

Pasar por caja

¿Por qué necesita el alperovichismo llegar sin más lastre financiero a 2014? Porque es cuando debe comenzar a pagar a la Nación la refinanciación del 80% de la deuda pública que consiguió en 2010.

Desde el 1 de enero, Tucumán debe afrontar unos $ 600 millones de capital, más intereses al 6%. Por aparte, otros $ 120 millones de heredados créditos residuales con organismos internacionales. Todo esto, más otros compromisos domésticos, redundan en unos $ 800 millones. Esa cifra equivale al 4% del probable Presupuesto 2014, que puede rondar los $ 20.000 millones.

¿Qué significan políticamente estas cuentas? Que en la eventual decisión alperovichista de avanzar con una nueva reforma constitucional (para habilitar más reelecciones consecutivas), la opinión de la Casa Rosada es cada vez menos vinculante. Porque la dependencia económica de Tucumán con la Nación no habrá terminado, pero se habrá reducido. En otras palabras: para pagar todas esas obligaciones, la Provincia quedará ajustada, pero operativa.

Es más, los $ 800 millones equivalen al pago de un mes de salarios. Nada menos, pero nada más. Y la Provincia ya manoteó, "preventivamente", $ 172 millones de la Caja Popular. Y está facultada por la Legislatura a tomar un préstamo de $ 400 millones, "por si hace falta". La Nación dio luz verde para endeudarse sólo en $ 100 millones. El alperovichismo gestiona ahora que le permitan ocupar otros $ 200. El total son los $ 300 millones en Letras que el gobernador quiere emitir "por las dudas". Todos son recursos para el proyecto "reforma, le guste a quien le guste".

Es para financiar esta libertad de acción que en las falsas paritarias perdieron los estatales y ganó el Gobierno. Y es por esto que en octubre, testimoniales no sólo son las candidaturas que promueve el oficialismo: testimoniales son los mismísimos comicios, porque lo que importa no son las bancas de diputados en juego, sino el proyecto continuista del alperovichismo. El Gobierno ya hizo las cuentas para emprender ese viaje de ida para lo poco de institucionalidad que sobrevive en el subtrópico. Lo que le resta averiguar en las urnas es si conseguirá los votos para sacar el pasaje.

Incomparables

Todo cuanto refiere al manejo de la cosa pública es testimonial en la democracia pavimentadora. Incluyendo los precios del asfalto y del cordón cuneta, por cuanto no se licitan públicamente al mejor postor. Lo único real, aquí, es la contratación directa. Y sus beneficiarios de siempre.

Testimoniales, precisamente, son las obras públicas. Y no sólo porque el Hospital del Este o el Hospital Néstor Kirchner sigan esperando la visita de la Presidenta para ser inaugurados. En rigor, ejemplo de testimonialidad son los $ 8 millones facturados para arreglar el tendido ferroviario y reanudar el servicio de pasajeros entre la capital y Concepción. El dinero quedó en Pampa y la Vía, porque los rieles del sur son el patio trasero de los "ocupas" tucumanos, a los que la redistribución de la riqueza dejó en el andén.

Testimonial es el CAM y sus concursos: Carlos López ganó seis y sólo recibió discriminacion por haber sido secretario de la Fiscalía Anticorrupción.

Testimoniales son los pronunciamientos de la Justicia, que ordena pagar el 82% móvil a los jubilados, y que la Casa de Gobierno ignora como si las sentencias fueran expresiones de anhelo. Es falaz compararse con Venezuela: allá falta el papel que aquí sobra.

Testimoniales son las políticas de seguridad, de una administración convencida de que comprar cámaras, armas y vehículos, y designar más agentes, es un plan. Mientras, roban hasta las escuelas que están al lado de las comisarías. Es que hasta los detenidos son testimoniales: aquí, los que están tras las rejas dejan huellas dactilares en robos a barrios cerrados.

Públicamente privado

Testimonial es la defensa que hace el alperovichismo de la hija del gobernador, denunciada por la oposición de haberse convertido en proveedora del PAMI gracias a que desplazaron a una veintena de profesionales, y de facturar $ 36.000 mensuales. La versión oficial es que las desvinculaciones de odontólogos se deben a falta de certificaciones; que la hija del mandatario posee un centro con cinco consultorios; que el monto en cuestión, además de justificado, no es elevado; y que a la joven profesional no puede coartársele el derecho a trabajar. Pero la cuestión no es esa: el asunto pasa por la testimonialidad del mojón que divide lo público de lo privado en Tucumán.

Supóngase por un momento que no merece ningún reparo el hecho de que sea proveedora del Estado nacional la hija de la senadora Beatriz Rojkés, tercera autoridad de la Nación, porque es una legítima trabajadora de la salud. ¿Y los cuñados, cuñadas, primas, primos, yernos y hasta consuegros del gobernador y de su señora que tienen cargos públicos? Ese nepotismo es como un dolor de muelas para buena parte de la opinión pública. Así que, en el mejor de los casos, es la propia familia de Sara Alperovich (en especial, la rama materna) la que, con su vocación por servir al Estado, hace de ella un caso en el que los justos pagan por los pecadores. Porque en el único lugar de la provincia donde la desocupación es del 5% es en la familia del poder.

La otra "caja única"

Esta puesta de la cosa pública al servicio de las cosas privadas evidencia la testimonialidad de la república. Que también se tornase testimonial el sistema representativo era cuestión de tiempo. El proceso no demoró durante la década alperovichista. En temporada electoral se observa en el armado de las listas: van de candidatos los que quiera José Alperovich, y los que pueda pedir Cristina Fernández, sin importar si asumirán o no. Lo mismo se ha visto ya en 2007 y en 2011 con las nóminas de legisladores. No importan los postulantes, porque la convicción oficial es que los votos "son" de Alperovich. Las urnas, entonces, son una suerte de caja única. Y el mandatario hace lo que quiere en nombre de esos sufragios, porque ya no son un mandato sino un cheque en blanco. Luego, la Legislatura deja de ser soberana, para ser (y hacer) lo que el Ejecutivo disponga.

Claro que para llegar a este escenario de instituciones testimoniales, la oposición misma se volvió testimonial. Los adversarios del poder exiliaron la grandeza: la división es bandera. La consecuente debilidad los hizo funcionales al Gobierno. Renunciar a ser una alternativa de poder para el pueblo es la mayor cobardía política. Sólo falta que esa oposición también promueva candidatos testimoniales, lo que convertiría en testimonial su naturaleza de opuesta, de distinta al oficialismo.

Tener palabra

Testigo es una buena palabra. En su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Joan Corominas revela un origen digno. En asturiano, testigu era el nombre de cada uno de los tres pedazos de tejas que se colocaban debajo de los mojones que iban enterrados. Si una señal divisoria de propiedades resultaba dudosa, era removida en busca de los testigus. O sea que testigo, en su origen, es aquello que da fe de que existen los límites. 

Pero en la familia de testigo también había parientes de mala calaña, capaces de falsificar mojones. Y Corominas encuentra, en las Leyes de Moros (siglos SIV y XV), las palabras derivadas que, precisamente, "toman a veces el sentido de 'falso testimonio'". El primero de esos vocablos es testimonial. Pero con una salvedad: en la historia de las palabras, los que levantan falso testimonio no son testimoniales, sino que son testimonieros.

Tucumán es el reino de los testimonieros sin límite.

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