La aventura de cinco monterizos que desafiaron, en balsa, tres ríos de la provincia

La aventura de cinco monterizos que desafiaron, en balsa, tres ríos de la provincia

El 21 de enero de 1983 partieron hacia Las Termas en el Challwawanka, una embarcación de 900 kilos creada por ellos.

IMPONENTE. Los monterizos llegaron hasta Las Termas en la balsa que pesaba 900 kg y medía 6 metros de largo. IMPONENTE. Los monterizos llegaron hasta Las Termas en la balsa que pesaba 900 kg y medía 6 metros de largo.
18 Enero 2013
Una oscura tormenta se divisaba a lo lejos, en lo alto de los cerros. Para ellos, era el momento propicio para partir. Estaban nerviosos, con algo de temor, pero lo dominaban. Entonces, pusieron sus pies sobre el agua tibia -en la orilla del embarrado río-, empujaron juntos la embarcación y así comenzó una aventura inolvidable y que no volvería a repetirse en los años siguientes. Los cientos de vecinos y familiares que fueron a despedirlos, algunos asombrados y otros preocupados, les decían que estaban desequilibrados, que no iban a llegar a buen puerto; hasta les advirtieron que alguno podría morir. Pero esos amigos monterizos ya sentían la adrenalina del sueño por cumplir, lo que los ayudó a acallar las críticas y las recomendaciones.

A bordo del "Challwawanka" (voz quichua que se traduce como "pez fabuloso") iban los montañistas Humberto "Tito" Cabrera, capitán y timonel; Alberto Tripolloni, economía y registro fotográfico; Juan Díaz, brújula y carta hidrográfica; Lucas Rodríguez y Ariel Martín, campamento y reparación. Los cinco pertenecían a la agrupación "Los Trepadores", expertos en escalar altas cumbres.

El objetivo era partir con la corriente desde la junta de El Tejar con el río Romano, en Monteros. Luego deberían transitar el impetuoso Romano, que cuando recibe las aguas del Pueblo Viejo cambia su nombre por Valderrama, y llegar al dique Río Hondo, en Las Termas. Tendrían que navegar más de 70 kilómetros por el Salí. El 21 de enero de 1988 lograron hacer realidad esa aventura, planeada con unos años de anticipación.

Para celebrar los 25 años de la hazaña, los tripulantes de la inédita embarcación se reunirán el domingo en El Mollar -donde en la actualidad se encuentra la balsa desarmada- para contar a sus familiares, con diapositivas y fotografías, anécdotas que solo ellos saben y que aún no revelaron a los medios.

Sin prueba
"Estaba nervioso, pero seguro de que tomamos toda las precauciones posibles. A punto de subirnos a la balsa, todo era un silencio, nadie hablaba. Fue una locura, no habíamos probado el bote, no sabíamos si iba a flotar o todo iba a terminar ahí", rememoró a LA GACETA Ariel Martín.

"Challwawanka" tenía 6 metros de eslora (largo), 2.60 de manga (ancho), mástil en "V" invertida de tacuara, una vela de cruz de 12 metros cuadrados y 12 tambores de 200 litros soldados entre sí, que permitía que la embarcación flotara.

El proyecto se gestó en 1986, pero tuvieron que esperar a que la sequía de 1987 cesara, para poder navegar en la creciente del río. La balsa fue construida según los modelos de las embarcaciones del explorador noruego Thor Heryedhal , que usó en la expedición Kon-Tiki (viajó desde Perú hasta un archipiélago del océano Pacífico) y en otro viaje en el que quería demostrar que los antiguos egipcios podrían haberse comunicado con América. También se inspiraron en el fabuloso viaje del "Atlantis", en el que cinco argentinos cruzaron el Atlántico en balsa, en 1984.

"No teníamos orza; eso es fundamental porque te permite navegar contra el viento. Así que tuvimos que ser pacientes y esperar a que el viento soplara a nuestro favor. Tampoco teníamos remo, ni motor. Cuando llegamos al club náutico de Las Termas, nos miraban raro. Sin embargo, nuestra balsa era imponente", confesó Martín, que en ese momento tenía 23 años.

Durante la aventura vivieron momentos difíciles: tres de ellos se cayeron en las aguas turbulentas (todos pudieron volver a bordo), la nave impactó contra dos pilares del puente ubicado sobre la ruta 157 (tambores de la proa se perforaron pero pudieron seguir a flote) y el encargado de la comida se olvidó de llevar la carne para el asado (la primera noche comieron pato con arroz, que les ofrecieron unos cazadores de la zona).

Una vez que llegaron a destino desarmaron la balsa. Estaban agotados por la travesía de dos días y medio, pero la felicidad y el orgullo de haber concretado el sueño eran inmensos. "A ese viaje sí se lo puede hacer en la actualidad. De hecho, yo lo repetiría. Y si mis hijos lo quieren intentar, por supuesto que los dejaría. Doy gracias a Dios por haberme permitido tener esta experiencia con mis amigos, que son extraordinarios. Es una buen ejemplo sobre la importancia del trabajo en equipo, fundamental para cumplir metas", concluyó Martín.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios