Nicanor Parra, un recorrido por la vida y la poesía del Premio Cervantes 2011

Nicanor Parra, un recorrido por la vida y la poesía del Premio Cervantes 2011

En el canto IV de Altazor (1931), de Vicente Huidobro, se lee: "Aquí yace Altazor azor fulminado por la altura / Aquí yace Vicente Huidobro antipoeta y mago". De ahí provendrán los antipoemas de Nicanor Parra. Por Juan Gustavo Cobo Borda para LA GACETA - Bogotá

31 Diciembre 2011
En 1993, para el centenario del nacimiento de Huidobro, Parra leyó uno de sus ya celebres Discursos de sobremesa (2006), titulado "Also sprach Altazor". Comienza con un "Antes de comenzar":

    "Una pregunta:
    Que sería de Chile sin Huidobro.
    Que sería de la poesía chilena sin este
                    duende
    Fácil imaginárselo
    Desde  luego no habría libertad de
                          expresión
    Todos estaríamos escribiendo Sonetos
    Odas elementales
            O gemidos
    Alabado sea el Santísimo" (p. 107)

Hijo de un profesor primario y una modista de trastienda, Nicanor Parra tiene ocho hermanos. Nació en el sur de Chile, cerca a Chillán, en San Fabián de Alico, y pasará una infancia de pie pelado en difíciles condiciones económicas, viviría en lo que se llamaría una población callampa. Solo en 1932 llegará a Santiago donde estudiará (el único de la familia) matemáticas y física, en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En 1937, con 29 poemas, Nicanor Parra publica su primer libro, Cancionero sin nombre, muy influenciado por Federico García Lorca y una veta directa popular, donde la sencillez tenía algo de encanto provinciano, de aldea quieta con mínimos dramas. El año siguiente gana el Premio Municipal. En 1941, Carlos Poblete, en su Exposición de la poesía chilena, publicado en Buenos Aires, por la editorial Claridad, escribirá un concepto muy poco halagüeño sobre Parra: "Nació en 1914. Es la cabeza visible entre la falange de 'guitarreros' que ha invadido un sector de la poesía chilena. Poesía epidérmica, efímera, como todo lo que no se nutre en la realidad profunda del hombre. Es profesor de Matemáticas y Física en un liceo de provincia" e incluye poemas como este, del primer Parra:

    "He de partir un día con el lirio
    derramado en la mano, dulcemente,
    dentro del corazón el mar umbrío
    y una ascensión de pájaros perennes.

    Lejano y solo caeré dormido
    bajo la fría luna de noviembre
    sin oír la palabra de un amigo
    que me diga hasta luego para siempre".

Preconizaba una poesía espontánea en contra de una cerebral y por el 42 anunciaba un libro, La luz del día, que nunca, claro está, vería la mencionada luz. Aquí un paréntesis sobre Parra y sus títulos. Cuando iba a publicar lo que por fin se llamaría Versos de salón (1962), Parra se debatía entre estos títulos: Baile sobre una tumba; Licencia poética; Pan pan, vino vino; Poesía para poetas; Las cuatro operaciones; El gato montés; Nebulosa, 1960. Cuando preparaba Hojas de Parra (1985) dudaba entre: Cachureo; Ampliaciones; Algo por el estilo; Base de operaciones; Ejercicios respiratorios; Cero problema.

Liquidar la poesía
Esperaría muchos años y solo en 1964 se atreve a desprenderse, casi en contra suya, de lo que sería su libro clave, Poemas y antipoemas. Libro cuya solapa, escrita por Pablo Neurda, dirá: "Entre todos los poetas del sur de América, poetas extremadamente terrestres, la poesía versátil de Nicanor Parra se destaca por su follaje singular y sus fuertes raíces. Este gran trovador puede de un solo vuelo cruzar los mas sombríos misterios o redondear como una vasija el canto con las sutiles líneas de la gracia". "Tengo orden de liquidar la poesía", dirá Parra por aquellos años y a ello dedica toda su inteligencia provocadora. "La poesía no puede ser otra cosa / que la mala conciencia de la época".
Becado por el Consejo Británico, estudio matemáticas superiores y cosmología con E.A. Milner, en Oxford, de 1949 a 1952. Poemas y antipoemas iba a llamarse antes Oxford 1950 y en el conviven muchos influjos de época: existencialismo, sicoanálisis, surrealismo, marxismo. "El antipoema no es otra cosa que el poema tradicional enriquecido por la savia surrealista". Pero como lo señaló Mercedes Rein, "la negación radical, el soterrado nihilismo que es, si no me equivoco, la raíz profunda de esta antipoesía". La cual fue recibida por el padre capuchino Salvatirra con esta andanada: "¿Puede admitirse que se lance al público una obra como esa, sin pies ni cabeza, que destila veneno y podredumbre, demencia y satanismo? Me han preguntado si este librito es inmoral. Yo diría que no; es demasiado sucio para ser inmoral. Un tarro de basura no es inmoral por muchas vueltas que le demos para examinar su contenido". Por su parte, Pablo de Rokha concluirá furioso: "Los antipoemas inspiran lastima y asco".
¿Que traían ellos para producir semejante reacción? Allí convivían la mirada fría e impersonal, de noticiero, acerca de todos los vicios del mundo moderno. "La exaltación del folklore a categoría del espíritu, el desarrollo excesivo de la dietética y de la psicología pedagógica", con reflexiones acerca de la propia poesía ("La poesia reside en las cosas o es simplemente / un espejismo del espíritu"), y la figura del propio poeta, sarcástico, cuestionado, clown irrisorio y tan absurdo, o mas aún, que el mundo en que habita.
Dos poemas, "Autorretrato" y "Epitafio", nos permiten abrir y cerrar esta peripecia. En el caso de "Epitafio", abre una veta siempre cultivada por Parra: el burlarse de sí mismo y de la muerte.

    Epitafio
    De estatura mediana,
    Con una voz ni delgada ni gruesa,
    Hijo mayor de un profesor primario
    Y de una modista de trastienda;
    Flaco de nacimiento
    Aunque devoto de la buena mesa;
    De mejillas escuálidas
    Y de más bien abundantes orejas;
    Con un rostro cuadrado
    En que los ojos se abren apenas
    Y una nariz de boxeador mulato
    Baja a la boca de un ídolo azteca
    -Todo esto bañado
    Por una luz entre irónica y pérfida-,
    Ni muy listo ni tonto de remate
    Fui lo que fui: una mezcla
    De vinagre y de aceite de comer
    ¡Un embutido de ángel y bestia!

Teatro de uno solo
Como lo señaló José Miguel Oviedo, allí se dan "confesiones eróticas, crisis sentimentales, imágenes oníricas, fragmentos psicoanalíticos y obsesiones intelectuales". Una vida casi neurótica y al borde de la locura, pero no por eso excepcional" (p. 147, Historia de la literatura hispanoamericana, v.IV).
Parra seguiría oponiendo a la poesía nocturna una poesía de la claridad, pero este estudioso de la física atómica y la mecánica celeste incorporaría dos principios claves a su poesía: ya no la física de Newton sino la de la relatividad y la indeterminación. Un mundo en perpetuo flujo, que vibra, oscila y cambia, donde el poema ya no es plegaria religiosa sino parlamento dramático.
Un teatro de uno solo, donde se descartaban los alquimistas y se invitaba al aterrizaje. A un lenguaje y una poesía practica. Que más tarde, en uno de sus Artefactos (1973), cuando el antipoema ha estallado en fragmentos, lo expresaría de modo muy crudo:

    "El mundo es lo que es
    y no lo que un hijo de puta
    llamado Einstein
    dice que es".

Jorge Edwards en un admirativo texto sobre Parra de octubre del 2000, titulado El demonio de la poesía, nos da una clave para acceder mejor a su mundo. Recuerda allí cómo su hermana, Violeta Parra, quien se había iniciado como una cantante popular, en el sentido comercial del término, "hasta que decidió buscar en el campo, entre viejos cantores y cantoras, las raíces de lo que se llamaba por tierras de Chillán adentro, hacia la cordillera, canciones a lo humano y lo divino, profanas y religiosas" (Edwards: Diálogos en un tejado, editorial Tusquets, Barcelona, 2003, p. 63)
A esto se añadiría la lectura fervorosa del Martín Fierro, de José Hernandez, todo en pos de una voz natural: "la voz de la conversación diaria". Un lenguaje hablado, como le explicó a José Donoso, en 1960: "Mi unidad es el verso, que en mi poesía aparece como aislado, como una serie de pedradas lanzadas hacia el lector" (José Donoso: El escribidor intruso, Chile, Universidad Diego Portales, 2004, p. 73-80)
Confluyen entonces muchas vertientes- el recuerdo de su padre y sus hermanos que habían trabajo en circos, Violeta Parra y su guitarra que estudiaba el folclore ancestral, en sus sobrevivientes, Parra que se internaba en la poesía española del Romancero, el cancionero, los autos sacramentales, y el muy rico sustrato de la Edad Media, los trovadores del siglo XII, los juglares, la cultura albigense, y esos cantores que lo hacen con la Biblia en la mano, por decirlo así; y las canciones de borrachos. "Un día que Asuero estaba / tomando cierto recreo, / vino a verlo Mardoqueo, / a quien el rey apreciaba".  Y todo lo que había mamado en los barrios, en Chillán, en la carpa donde Violeta cantaba: "En una mesa puse / un plato de chicharrones, / María no seas ingrata / bajate los calzones".
Si habían pasado 17 años entre su primer y segundo libro, su tercero no se demoraría tanto. La cueca larga es de 1958. Allí se palpa toda la maliciosa picardía de la copla popular, de los cinco y siete versos de la cueca traviesa, hable de licor o sexo, mencione las metidas de pata o incorpore al baile los huasos y los rotos chilenos, en la precisión geográfica, en el ingenio desafiante y arrabalero ("Dos esqueletos daban / Hueso con hueso").
Era sorpresivo el tránsito de una poesía de la alienación urbana, de la cosificación del ser, en un mercado donde la miseria real coexiste con las necesidades superfluas que la publicidad promueve con este zapateo y estas palmas de fiesta de pueblo. Lo que era denuncia desgarrada del individuo que del campo a la ciudad pretende triunfar y es estafado, como mostró muy bien Federico Schopf en "Introducción a la antipoesía de Nicanor Parra (1971), es ahora el retorno a un mundo inmóvil, que "se representa como paisaje de tarjeta postal -conformado por rasgos típicos y populistas". Sin embargo, allí donde tampoco hay dinero para cancelar las deudas y las cosechas son incertidumbre y riesgo, el vino libera y permite escapar en el canto y el duelo, en la parranda que exorciza y reconforta. Que permite gritar eufóricos e inconscientes.
El personaje de los Artefactos es un energúmeno, alguien salido de sí, que desarrolla una incesante energía, y que puede efectuar tres operaciones básicas: levitar, hacerse invisible y conversar con los muertos. En tal sentido, el personaje pasivo de Kafka, a quien leyó con tanto fervor, se trueca en un agitado y descompuesto Charles Chaplin de cine mudo. Y de un Chile que ya bajo la dictadura de Pinochet buscaba con recursiva astucia recobrar la libertad de expresión. Por ello los poemas últimos eran solo frases, consignas, renglones, chistes, greguerías subversivas. Tres muestras del Parra último podrían ser estas:

"A ver a ver
tu que eres tan diablito ven para acá
¿hay o no hay libertad de expresión en
                este país ...?
-Hay
       ay
                              aay!"

"Chile fue primero un país de gramáticos
un país de historiadores
un país de poetas
ahora es un país de ... puntos suspensivos".

Urnas y ataúdes

"Un ataúd le dice a una urna te amo
no puedo vivir sin ti
y la urna lo mira de reojo".

Un final digno de Nicanor Parra. © LA GACETA

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