Por Natalia Viola
29 Agosto 2011
Una red que excede lo de "panza llena y corazón contento"
Son tres historias de mujeres que trabajan en sus barrios y que hicieron de sus casas hogares de amor. Ellas forman parte de la asociación Crecer Juntos, nacida hace 18 años y transformada hoy en un espacio en el que los chicos de barrios humildes del oeste de la capital se educan y descubren que otra vida es posible. Testimonios desde el corazón. Video
MAÑANAS AGITADAS. Después del desayuno, la actividad sigue con los juegos y los dibujos. Mientras tanto, las cocineras le dan los toques finales al suculento menú que los chicos van a disfrutar al mediodía.
"Pancito, pancito te voy a comer...". Son las 12.30 y los niños bendicen la mesa con una fuerza que seguramente llegó a destino sin escalas. Mientras la oración termina, en la cocina el ritmo es frenético y los cucharones llenan un plato y otro y otro. Las mujeres, corren, buscan cucharas, tenedores, controlan que todos tengan las manos limpias y reparten los platos.
Esto que sucede en un Hogar Centro ubicado en avenida Ejército del Norte al 2.300 (Curiosos 1 y 2, de Irma Díaz) se replica en los 16 Hogares de la Asociación Crecer Juntos, distribuidos en nueve barrios humildes del oeste de la ciudad. Muchos de ellos están marcados por el estigma de la pobreza, la delincuencia y la droga. Sin embargo, en el interior de cada Hogar laten corazones dispuestos a pelear cuerpo a cuerpo contra la miseria y robarle varias victorias con nombre y apellido.
En Crecer Juntos la fuerza del amor multiplica día a día los panes y hace posible que la actividad no se corte. En el equipo, 60 madres cuidadoras entregan su vida (algunas su casa) y todo su tiempo para atender a cientos de niños que asisten de lunes a viernes a comer y a jugar. Ellas son el alma que multiplica las sonrisas.
Todas viven en los barrios y conocen lass carencias de las familias, por eso su colaboración fue clave desde el inicio. Pero además hay 20 educadores más jóvenes que reparten su tiempo en diferentes actividades destinadas a estimular a los adolescentes y ofrecerles un entorno seguro en el que puedan crecer, educarse en valores y conocer los derechos que los amparan. Hace 18 años que nació y a medida que fue pasando el tiempo Crecer Juntos descubrió que no iban a poder limitarse sólo a los comedores. La crisis de 2001 agudizó la pobreza y la necesidad provocó que la ayuda se extendiera a los mayores de seis años. No sólo para alimentarlos, educarlos, estimularlos, también para mostrarles que otra realidad es posible.
"No dependemos de campañas políticas. Esto debe ser sostenido durante todo el año", comenta Edmundo Dantés, uno de los responsables de la Asociación. En total son 1.000 personas, entre beneficiarios directos e indirectos de cada uno de los programas que lleva adelante la red.
Ya pasaron más de 5.500 niños por los Hogares centro y 1.500 pudieron superar el cuadro de desnutrición con el que habían llegado. Todo se sostiene a pulmón, con donaciones, con ayuda internacional o con algunos programas nacionales.
En el hogar de los "chiquititos" durante la mañana juegan, leen cuentos, recortan figuritas. Mientras que los "maduritos", niños de 6 a 14 años, cuando salen de la escuela almuerzan en los Hogares y luego se suman a algunas de las actividades en la sede de Crecer Juntos, como talleres de teatro, de murga o en la revista "Cruce cartonero", que la asociación edita y los chicos escriben. Muchos de ellos, han crecido en alguno de los Hogares centro y hoy son activos educadores.
"Nuestros niños llegan a la escuela con un bagaje de estimulación y aprestamiento que la propia escuela se encarga de domesticar y anular en dos años. Nosotros trabajamos con el valor comunitario de las cosas y del conocimiento, mientras que la escuela refuerza el individualismo", afirmó Dantés.
Esto que sucede en un Hogar Centro ubicado en avenida Ejército del Norte al 2.300 (Curiosos 1 y 2, de Irma Díaz) se replica en los 16 Hogares de la Asociación Crecer Juntos, distribuidos en nueve barrios humildes del oeste de la ciudad. Muchos de ellos están marcados por el estigma de la pobreza, la delincuencia y la droga. Sin embargo, en el interior de cada Hogar laten corazones dispuestos a pelear cuerpo a cuerpo contra la miseria y robarle varias victorias con nombre y apellido.
En Crecer Juntos la fuerza del amor multiplica día a día los panes y hace posible que la actividad no se corte. En el equipo, 60 madres cuidadoras entregan su vida (algunas su casa) y todo su tiempo para atender a cientos de niños que asisten de lunes a viernes a comer y a jugar. Ellas son el alma que multiplica las sonrisas.
Todas viven en los barrios y conocen lass carencias de las familias, por eso su colaboración fue clave desde el inicio. Pero además hay 20 educadores más jóvenes que reparten su tiempo en diferentes actividades destinadas a estimular a los adolescentes y ofrecerles un entorno seguro en el que puedan crecer, educarse en valores y conocer los derechos que los amparan. Hace 18 años que nació y a medida que fue pasando el tiempo Crecer Juntos descubrió que no iban a poder limitarse sólo a los comedores. La crisis de 2001 agudizó la pobreza y la necesidad provocó que la ayuda se extendiera a los mayores de seis años. No sólo para alimentarlos, educarlos, estimularlos, también para mostrarles que otra realidad es posible.
"No dependemos de campañas políticas. Esto debe ser sostenido durante todo el año", comenta Edmundo Dantés, uno de los responsables de la Asociación. En total son 1.000 personas, entre beneficiarios directos e indirectos de cada uno de los programas que lleva adelante la red.
Ya pasaron más de 5.500 niños por los Hogares centro y 1.500 pudieron superar el cuadro de desnutrición con el que habían llegado. Todo se sostiene a pulmón, con donaciones, con ayuda internacional o con algunos programas nacionales.
En el hogar de los "chiquititos" durante la mañana juegan, leen cuentos, recortan figuritas. Mientras que los "maduritos", niños de 6 a 14 años, cuando salen de la escuela almuerzan en los Hogares y luego se suman a algunas de las actividades en la sede de Crecer Juntos, como talleres de teatro, de murga o en la revista "Cruce cartonero", que la asociación edita y los chicos escriben. Muchos de ellos, han crecido en alguno de los Hogares centro y hoy son activos educadores.
"Nuestros niños llegan a la escuela con un bagaje de estimulación y aprestamiento que la propia escuela se encarga de domesticar y anular en dos años. Nosotros trabajamos con el valor comunitario de las cosas y del conocimiento, mientras que la escuela refuerza el individualismo", afirmó Dantés.
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