"Acá ninguna chica quiere salir con el ganador de las olimpíadas de matemáticas"

"Acá ninguna chica quiere salir con el ganador de las olimpíadas de matemáticas"

Es uno de los periodistas más destacados e influyentes de habla hispana. En ¡Basta de historias!, libro que lleva vendidos 50.000 ejemplares, postula que la educación es la clave del futuro de cualquier país. Después de viajar a los países más adelantados del mundo en materia educativa, recorrió Latinoamérica y constató que la educación no ocupa un lugar relevante en nuestra agenda ni es demasiado valorada por la sociedad. Afirma que los paupérrimos resultados de los estudiantes argentinos en las pruebas internacionales de rendimiento configuran un verdadero escándalo, que no es adecuadamente percibido. "Para que un gobierno invierta en educación tiene que haber una enorme presión desde abajo", alerta. De paso por Buenos Aires, y horas antes de viajar a Chile, dialogó con LA GACETA Literaria. Video

28 Agosto 2011
- Muchos políticos e intelectuales críticos de las políticas chilenas presentan la actual crisis estudiantil como prueba de las fallas del modelo chileno. ¿Qué opina sobre esto?
- Voy a saber más sobre el tema en unas horas porque me estoy yendo a Chile, precisamente a entrevistarme con los dirigentes estudiantiles y con el presidente. Pero, por lo que he visto y leído hasta ahora, es una crisis envidiable. El 75% de los jóvenes universitarios chilenos son hijos de padres que no fueron a la universidad. Es una crisis de crecimiento que me encantaría que el resto de los países latinoamericanos tuvieran. En el sentido de que la educación universitaria se ha multiplicado enormemente. Odio hablar del modelo. ¿De qué modelo estamos hablando? Chile es un país que redujo la pobreza más que ningún otro en América latina. Del 45% de la población hace 20 años, al 15% que tiene hoy. Y el mérito lo tiene exclusivamente la izquierda chilena que, con políticas responsables, socialmente solidarias, ha logrado esos resultados. Creo que Chile tiene una crisis de crecimiento; tiene un estudiantado universitario que se ha incrementado enormemente; universidades de mayor calidad que las demás latinoamericanas; un sistema educativo que es el número uno en América latina del test Pisa, que mide a los jóvenes de 15 años en matemáticas, ciencias y comprensión de lectura. Está muy por delante de Brasil, México y la Argentina.

- En su libro se marca el contraste entre el presente y el pasado de la Argentina, que fue un faro educativo para América latina en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. El Gobierno argentino, sin embargo, defiende firmemente su política educativa.

- Creo que es un error defenderla cuando todos los índices internacionales muestran que estamos mal. Lo que tendríamos que hacer es lo que hizo Obama en Estados Unidos: cuando salió el test Pisa, hace unos meses, Estados Unidos salió en la posición número 17, muy por debajo de su posición anterior. Obama dijo en televisión: "esta es una mala noticia, estamos mal, tenemos que ponernos las pilas". El ministro de educación argentino salió en televisión para decir "nosotros estamos bien, es el test el que está mal hecho". Un papelón. El libro empieza cuando le pregunto a Bill Gates cuáles son los países que más avanzan en la disminución de la pobreza. Me dijo que los países que más avanzan son aquellos que tienen una actitud humilde. Para escribir el libro fui a China, India y Singapur, y ningún funcionario me dijo "estamos bien". Todos decían "estamos mal". Tienen paranoia constructiva y eso los lleva a tratar de superarse e intentar estar entre los mejores del mundo. La actitud contraria es atacar los índices. Eso lleva al autoengaño, a la complacencia y a quedarse cada vez más atrás.

- Vamos al título del libro. ¿Por qué cree que se genera esa obsesión latinoamericana con la revisión del pasado y una clausura al futuro?
- ¡Basta de historias! es un título provocativo. No digo que dejemos de estudiar nuestra historia. La historia es importante, especialmente en repúblicas jóvenes, porque nos ayuda  a fortalecer nuestra identidad nacional. Lo que quiero decir es que en todos los países latinoamericanos hemos llevado el interés por la historia a un extremo que nos distrae de la tarea urgentísima de mirar al futuro. El caso más ridículo es el de Venezuela. El presidente Chávez le cambió el nombre al país, habla ante una imagen de Bolívar y justifica sus políticas actuales en base a una lectura, parcial por cierto, de lo que decía Bolívar. Lo cierto es que Bolívar se murió 40 años antes de la invención del teléfono, 150 años antes de la invención de Internet. Fue un hombre extraordinario en su momento, pero justificar políticas en el año 2011 sobre la base de lo que dijo ese hombre hace casi dos siglos es un disparate. Estamos en un mundo totalmente diferente. Cuando llegué a Singapur, cambié billetes para tomar un taxi y vi que, a diferencia de los nuestros, que tienen imágenes de próceres de la independencia, tenían la imagen de una universidad con estudiantes y la palabra "educación". Nosotros estamos mirando para atrás y ellos para adelante. En el comienzo del libro digo que tenemos que crear una cultura nacional de la educación y obsesionarnos por la calidad educativa, como los asiáticos.

- ¿Por qué la relación entre la educación, el mercado y  el mundo es tan conflictiva en América latina?

- En la Argentina estamos muy ideologizados. Fui a China, India, Singapur, Finlandia, Israel y Corea del Sur, países que ocupan los principales puestos en casi todos los índices mundiales del test Pisa, patentes, calidad de sus universidades. Esos países no tienen nada en común desde el punto de vista político. China es una dictadura comunista, Singapur es una dictadura de derecha, India es una democracia de izquierda, Finlandia una democracia de derecha, Israel una democracia de derecha. Lo que tienen en común estos países es su obsesión por la calidad educativa. Y como estamos en la era de la economía del conocimiento, las materias primas valen mucho menos que los productos del conocimiento. Por eso, esos países están avanzando y reduciendo la pobreza mucho más que nosotros. En el libro cito el caso de Corea del Sur, un país que hace 40 años tenía un ingreso per capita cuatro veces más bajo que el de la Argentina. El año pasado registró 8.800 patentes en el Registro de Patentes y Marcas de Estados Unidos; Argentina, 45. No es casual, entonces, que hoy Corea del Sur tenga el doble de ingreso per cápita que el de la Argentina.

- En el libro destaca que la educación es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los gobiernos. ¿Cómo puede instalarse a la educación como clave del futuro?
- Soy un admirador del modelo brasileño, que no es el modelo del Gobierno sino de la sociedad. Se generó un movimiento, llamado Todos por la educación, en el que se juntaron todos los empresarios, los dueños de los medios de comunicación, futbolistas, actores, etcétera, y crearon un decálogo de metas muy concretas, e hicieron presión conjunta sobre el Gobierno y la población, para poner a la educación en el centro de la agenda política. Y en cinco años lograron que la educación pasara del puesto número siete en las preocupaciones de los brasileros, al puesto número dos. Tuvieron la suerte de tener un ministro de Educación inteligente, funcionario de la administración de Lula y ratificado por Dilma, quien en lugar de ver este movimiento como una amenaza lo tomó como una oportunidad. El Gobierno finalmente asumió el programa de Todos por la educación.
La solución no surgirá de los gobiernos, porque los políticos piensan en plazos de cuatro años, en los tiempos de una elección y en lo que puede salir en una foto. Un puente, un camino. La calidad educativa y el perfeccionamiento de los maestros son labores de 10 o 15 años. Para que un Gobierno invierta en educación tiene que haber una enorme presión desde abajo.

- En el epílogo habla de la posibilidad de realizar un PBI educativo ¿Cuán fácil de cuantificar es una apuesta educativa?
- Le pregunté eso a funcionarios del Banco Mundial y me dijeron que se puede hacer. Lo más fácil es usar los rankings internacionales, los de las mejores universidades, el test Pisa, etcétera. Pero hay formas equiparables al PBI económico y creo que hay que desarrollarlas porque todos estamos enfocados en el crecimiento económico. Y tenemos países, como la Argentina, que crecen al 9% durante varios años y siguen teniendo muchos pobres. ¿Cómo es posible eso? La respuesta es que no les estamos dando educación de calidad. El crecimiento económico beneficia a los que trabajamos en la economía formal, pero la señora marginada que vende frutas en la calle, que no tuvo acceso a un sistema educativo de calidad, no se beneficia de la misma forma.

- ¿Cómo se puede instalar desde los medios la relevancia estratégica de la educación?
- Hay muchas formas. Primero, realzando a los estudiantes destacados. En Irlanda me llamó la atención que en las primeras planas de los diarios se podía ver a alumnos que habían ganado las olimpíadas de matemáticas y a los que se les otorgaban 100.000 dólares. Acá, ninguna chica quiere salir con el ganador de las olimpíadas de matemáticas porque piensan: "este debe ser un plomo, un nerd". Si los empresarios se reunieran para otorgarle 100.000 dólares, el nerd resultaría más interesante. En muchos países se hacen rankings de escuelas. Si pusiéramos esos rankings en nuestros periódicos, los padres los devorarían. Todos quieren saber a qué escuela conviene mandar a sus hijos. Los periodistas nos concentramos en lo que se dicen los políticos entre sí. Y tenemos la responsabilidad de poner a la educación en el centro de la agenda. Nuestros periódicos tienen una sección económica y varios columnistas políticos, pero muchas veces no tienen una sección ni columnistas educativos. La Argentina ocupó uno de los últimos puestos en el test Pisa y fue una noticia de un día. No fue un escándalo nacional... y es un verdadero escándalo. Diría que lo es más que el caso Schoklender, porque lo que realmente puede hacer que la Argentina crezca y reduzca la pobreza es, justamente, la educación.

- Corea del Sur planea abolir los libros de texto. ¿Qué futuro cree que tiene el libro de papel?

- Acabo de hacer un programa sobre ese tema con Isabel Allende y otros escritores. Creo que el libro en papel va a sobrevivir, pero me temo que será un producto de lujo. Primero lo leeremos en la tableta electrónica y, si nos gusta mucho, compraremos la versión en papel.

- ¿Y qué pasará con los diarios en papel?
- No me extrañaría que, de aquí a cuatro o cinco años, los diarios salgan cuatro veces por semana. Creo que se parecerán cada vez más a las revistas y que sobrevivirán gracias al análisis, la opinión y al periodismo de investigación. La noticia la tenemos en el celular. ¿Qué sentido tiene salir a la mañana diciendo "Cayó Gadafi" si cayó hace 24 horas? Creo que los diarios sobrevivirán pero no como órganos de noticias sino de análisis que nos ayuden a digerir toda la cacofonía y maraña de noticias que recibimos por Internet.

- ¿Cuánto cree que cambiará el periodismo a partir de la influencia creciente de las redes sociales?

- Hay tanta información chatarra, tantas teorías conspirativas, que la gente buscará medios creíbles. The Miami Herald y The New York Times seguirán existiendo. La gente no tiene tiempo para investigar qué información de la que recibe en Internet es basura. Entonces irá a los diarios más establecidos, a los que tienen periodistas que hacen una suerte de control de calidad. Ya hay una conjunción entre los diarios y las redes sociales. Pero la gente seguirá yendo a los sitios y páginas de los diarios porque, aunque nos equivocamos mucho, nos equivocamos menos que quienes no son periodistas.

- ¿Cuánto puede influir el caso Murdoch en el avance de los gobiernos que pretenden regular la prensa?

- El caso de los diarios de Murdoch es una desgracia porque, si Inglaterra empieza a regular la prensa, eso habilitará a Chávez a hacer lo propio. Puede tener un efecto dominó muy nocivo.

- El primer mundo atraviesa una crisis con los "indignados" españoles, los desmanes en Inglaterra, los temblores económicos en Estados Unidos y en Europa...
- Una crisis magnificada un poco en la Argentina. Hoy veía televisión y parecía que el mundo se cae. Hay una gran crisis económica en los Estados Unidos y en Europa. Pero estuve en Madrid hace dos semanas, donde hay un gran problema económico, y la ciudad está más limpia y tiene menos mendigos que Buenos Aires. La crisis internacional es un fenómeno real, sería absurdo negarlo, pero también es cierto que en algunos países se magnifica con fines de manipulación política.

- ¿Cuán funcional es para los populismos la conjunción de precios récord de las materias primas y de crisis en el primer mundo?
- Si hay una crisis en el primer mundo, y la hay, nos perjudicamos todos. Decir que hay países blindados es un disparate. Si se cae la economía mundial, se cae China y se cae la Argentina. Si hay una desaceleración mundial y no se llega a una recesión, es otra cosa. China sufre menos y un país como la Argentina puede zafar ajustándose el cinturón. Pero si hay una recesión mundial seria, no se salva nadie.

- En una de sus últimas columnas, señalaba que Obama tiene buenas chances de ser reelecto gracias al voto hispano.
- Obama está en un mal momento, ha caído en las encuestas. Pero los republicanos, dominados por el Tea Party, están tan a la derecha que no veo cómo pueden ganar el voto hispano. Tienen políticas tan antiinmigrantes, tan antilatinas que no veo cómo pueden tener ese 40% del voto hispano que es necesario para ganar las elecciones. Al final, quien sea el candidato republicano, probablemente se moverá hacia el centro.
© LA GACETA

PERFIL

Andrés Oppenheimer nació en Buenos Aires, estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires y luego se radicó en Estados Unidos, donde obtuvo una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia. Hoy es editor y columnista del diario The Miami Herald y conductor del programa televisivo Oppenheimer Presenta. Colaboró para The New York Times, The Washington Post, CBS y la BBC. Recibió los premios Pulitzer, Moors Cabot, Emmy y Rey de España, entre otros.

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