Los fieles debieron salir para que cerraran el oratorio

Los fieles debieron salir para que cerraran el oratorio

La orden llegó ayer a las 11.30. Entre lágrimas, los laicos se retiraron cantando y rezando. El arzobispado reiteró que no había autorización

ANTES DEL CIERRE. El párroco Mario Alderete Garrido se acostó para pronunciar las últimas oraciones. ANTES DEL CIERRE. El párroco Mario Alderete Garrido se acostó para pronunciar las últimas oraciones.
30 Julio 2011
"¡Ay padre, no, no diga eso!", susurraba entre lágrimas una mujer cuando Mario Alderete Garrido, párroco de la iglesia El Salvador (barrio Obispo Piedrabuena), se acercaba para decirle que debía marcharse. Tenía órdenes de cerrar el oratorio. Eran las 11.30 y otros cuatro fieles interrumpieron su oración para escuchar la noticia que menos deseaban recibir.

"¿Qué hacemos?", preguntó otra mujer. "Nada, hay que cumplir con lo que nos piden", contestó el sacerdote. Inmediatamente, los Padrenuestros se sucedieron, luego una canción y, mezcladas, lágrimas y más lágrimas. Alderete Garrido se acostó, oró y luego tomó entre sus manos la custodia en la que se encontraba el Santísimo.

En una pequeña e improvisada procesión los siete laicos se encolumnaron cantando con la voz entrecortada por el llanto. Nora Ayala, Olga Melián, Elvira Comandona y María Rosa Vargas, algunas de las adoradoras que estaban en el oratorio, sólo atinaron a decir: "que el Señor tenga piedad de los que se oponen a la posibilidad de acercarnos a Dios". "Duele mucho este momento".

Son más de 600 los adoradores de El Salvador. Ellos rotan las 24 horas, todo el año, pero son más de 1.000 los fieles que mensualmente asisten para compartir una hora, 10 minutos o el tiempo que puedan frente a la Eucaristía.

¿Casualidad?

Eran las 11.30 de la mañana cuando, entre mate y mate, el párroco le contaba a LA GACETA cómo se había desarrollado la audiencia del jueves con el arzobispo, Luis Héctor Villalba. El teléfono en ningún momento daba más de 10 minutos de paz, por lo que la charla era bastante entrecortada. Pero un llamado lo cambió todo y terminó con la entrevista. "Hermana, tengo que ir a cerrar el oratorio ya mismo, me acaban de llamar del arzobispado", le dijo Alderete Garrido a la periodista. A partir de ahí, los hechos se sucedieron en cuestión de minutos.

Es creer o reventar. El 26 de junio (día de Corpus Christi) a las 11.30 se inauguró el oratorio de El Salvador. El 26 de julio a las 11.30 el párroco se reunió con el arzobispo para pedirle formalmente el permiso y reiterarle las disculpas por haber omitido este paso.

Finalmente, ayer a las 11.30 debió salir la gente que estaba orando y se cerró la capillita con llave.

Para los cristianos estos datos no son menores; conocen la importancia de las supuestas coincidencias. De hecho, la Biblia está llena de ellas y todas transmiten un mensaje. Por eso, para los feligreses congregados ayer en el oratorio, cuando el padre les pidió que se retiraran el mensaje fue claro: "esto no va a ser fácil".

Uno de los fundamentos de Villalba -Administrador Apostólico de la arquidiócesis- para ordenar el cierre del oratorio es que no cuenta con su expresa autorización. Advertido sobre esto, el párroco presentó una nota en la que requirió que la capilla continuara abierta, pero no hubo vuelta atrás.

No sólo eso; por medio de una circular publicada en la web del arzobispado se advirtió que ningún laico consagrado tiene autorización para continuar con esta obra.

Señales

Antes de que los hechos cambiaran drásticamente, Alderete comentó que desde la apertura del oratorio los milagros se repitieron en el Piedrabuena. "Cuando estábamos registrando los voluntarios para dividir los turnos un niño se anotó en todos los días de la semana. Entonces su mamá le dijo: ?no, vos tenés que elegir un solo día?. El chico le contestó: ?yo quiero venir todos los días, hasta que papá y vos vuelvan a estar juntos". "Después de una semana, los papás se reconciliaron y hoy toda la familia es adoradora", relató Alderete Garrido.

Según el párroco, el beneficio de contar con un lugar de adoración perpetua se sintetiza en la frase de la Madre Teresa de Calcuta: "el bien que puede hacer la adoración es mayor que el mal que ocasiona la bomba atómica".

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