Voló a la montaña con un mensaje de vida

Voló a la montaña con un mensaje de vida

Héctor Manca llegó a Anca Juli para hacer conocer la importancia de la donación de órganos. Él, que es transplantado, repartió alegría entre los chicos de la Escuela 219, adonde llegó con el helicóptero de la provincia. La experiencia de vida de los docentes y los alumnos que hacen un enorme esfuerzo para llegar al establecimiento.

FIESTA COMPLETA. Los chicos despiden el helicóptero de la provincia, Manca repartió camisetas de Atlético y San Martín. LA GACETA / FOTOS DE MARIANA APUD FIESTA COMPLETA. Los chicos despiden el helicóptero de la provincia, Manca repartió camisetas de Atlético y San Martín. LA GACETA / FOTOS DE MARIANA APUD
Sólo alguien que sabe de retos puede llevar un mensaje hasta un lugar casi inaccesible. Anca Juli fue el destino que le propusieron y, sin fijarse en el mapa, dijo sí. Se las ingenió, siguió instrucciones, cumplió requisitos y logró su objetivo. Héctor Manca voló en el helicóptero de la Provincia hasta la zona montañosa del departamento Tafí Viejo. Él es trasplantado (por la enfermedad de Wilson su hígado se deterioró y estuvo al borde de la muerte) y llegó al pueblo con una tonelada de optimismo a cuestas para demostrar que la donación de órganos salva vidas.

Los destinatarios del mensaje fueron los alumnos de la Escuela 219. Ellos viven en las entrañas de la montaña y no tienen acceso a la TV, a la radio y, hasta hace unos días, a internet. Sus calles son las sendas, sus vecinos más cercanos están a un kilómetro, se trasladan a caballo y dependen del sol para tener energía (energía para hacer funcionar una radio o para encender un foco, porque de la otra, esa que les permite hacer sus quehaceres diarios, les sobra).

La historia

"Cuando me enteré de la enfermedad, los médicos me dijeron que habían dos noticias: una buena y otra mala", recordó Manca. "La mala fue que padecía síndrome de Wilson (causa exceso de cobre en el organismo) y que podía vivir hasta 10 años. La buena fue que, como la medicina había avanzado mucho, con un transplante se podía solucionar el problema", explicó el taficeño delante los alumnos.

La odisea

Luego de una larga convalecencia, sin la posibilidad de acceder al avión sanitario, al borde de la muerte, desesperado, pero con esperanzas de hacer lo posible para salvar su vida, Manca viajó en ómnibus a Buenos Aires. El órgano que necesitaba llegó 25 días después.

"Nadie entendía nada: cuando me llevaban hacia el quirófano yo cantaba ?Alma Taficeña?. Lo hice hasta que me dormí", recordó entre risas ante la atenta mirada de los chicos, de los docentes y de algunos padres.

Al llegar a ese punto de su historia, Manca debe remitirse a los que le contaron otras personas, porque él no recuerda qué ocurrió durante los cinco días posteriores a su operación. "Tres días después sentí golpes en la cara. Eran los médicos que me preguntaban si estaba bien. Me contaron que sólo les hice señas con los dedos", relató.

Esas señas indicaba que estaba bien o, al menos, que estaba en este mundo. Efectivamente, estaba, no como antes, pero estaba. "Tuvieron que enseñarme a caminar de nuevo durante 15 días. Para mí, avanzar una o dos baldosas más que el día anterior era toda una alegría", reconoció. En ese momento comenzó su nueva vida. "No sólo volví a vivir, sino que ahora vivo mejor", resume "Etín", tal como se lo conoce. Pero aclara rápidamente: "yo no estoy enfermo, estoy trasplantado".

El optimismo

Hoy por hoy, Manca debe tomar medicaciones permanentes (19 pastillas por día) y realizarse controles médicos cada cinco meses. Pero, a pesar de todo esto, él afirma que vive mejor y no sólo espiritualmente, sino físicamente. Una muestra de esta afirmación es la nueva faceta de biker en la que se destaca.

Para demostrarles a los chicos que sus dichos eran ciertos, al cierre de la charla les enseñó algunas de las notas de la sección Deportes de LA GACETA en las que él figura. Fueron inevitables los aplausos. Pero "Etín" los rechazó, no porque fueran inapropiados, sino porque quería que tuvieran otro destinatario: alguien a quien él no conoce, de quien no sabe ni su nombre ni su apellido. Esa persona que ya no está en este mundo pero gracias a la cual él continúa viviendo. "Quiero que ese aplauso no sea para mí. Quiero que sea para mi donante", concluyó Manca. Lo hizo a modo de cierre de la charla que tuvo como objetivo llevar la conciencia sobre la importancia de la donación de órganos hasta los confines de los cerros tucumanos.

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