Música y letras

Música y letras

¿Cómo se relacionan sonidos y palabras, voces y melodías? ¿Se puede medir la altura poética de una canción? ¿Se puede hablar del género "letra de canción"?

27 Marzo 2011
Por Hernán Carbonel
Para LA GACETA - Salto (provincia de Buenos Aires)

No son pocos los casos de poetas que han prestado sus versos (a conciencia, en legado póstumo, auto fagocitándose) para ser llevados a la música. Baste mencionar algunos pocos casos: la relación de Joan Manuel Serrat con Miguel Hernández (a quien el cantautor catalán versionó en dos discos: el primero, en 1972; el siguiente, el año pasado, titulado Hijo de la Luz y de la Sombra); la puesta en música de poemas de Henry Michaux por parte de Liliana Vitale; Artaud, de Spinetta (cuando los tiempos de Pescado rabioso); o las milongas de Borges Para las seis cuerdas, cantadas por Edmundo Rivero y cruzadas por la música de Astor Piazzola.
Más acá en el tiempo y los géneros, Buen día, día, un poema de 132 versos que Miguel Abuelo compuso y volvió canción para el disco homónimo, de 1984. (El origen del nombre de la banda, incluso, tiene que ver con la literatura. Miguel se inspiró en una frase del libro de Leopoldo Marechal, El Banquete de Severo Arcángelo: "hijos de los piojos, abuelos de la nada").
Sergio Pujol, en Canciones argentinas. 1910-2010, dice que "poco valor tiene el análisis literario de una canción si no se tiene en cuenta su dimensión musical". Y arriesga que "todas las canciones son el producto de un pacto de sinergia entre notas musicales y versos más o menos literarios". Que aquello que las canciones dicen, "lo dicen de un modo diferente al de la palabra impresa". Sinergia como resultado de esa acción conjunta de dos o más causas (letra y música, en este caso) caracterizada por tener un efecto superior al que resulta de la suma de tales causas. Pero: ¿por qué los versos son "más o menos literarios"?
Entrevistado para LA GACETA Literaria, Pujol acepta que esta no es una pregunta sencilla: "La principal -y crucial- diferencia es la que impone la música. Salvo casos muy especiales, como Por o Cantata de puentes amarillos, de Spinetta, las letras de canciones son poemas que atrasan un poco. Su referencia formal son las coplas y demás formas regulares, sin mucho margen para la experimentación propia de la poesía moderna".
Experto en la materia, autor de biografías de Discépolo, Atahualpa Yupanqui y María Elena Walsh, y de libros dedicados a la historia del jazz y el rock en nuestro país (y músico aficionado), Pujol marca la diferencia con el género nacional por antonomasia:

- El caso del tango, cuándo no, es bien interesante. Hay consenso en que pocas cancionísticas del mundo tienen la calidad literaria de nuestra canción porteña. Yo adhiero a eso. Pero si pensamos en las letras de tango con los mismos parámetros con los que se analiza la poesía "impresa", debemos convenir que hay un desfase de varias décadas. Por ejemplo, los versos modernistas de Le Pera impactan casi dos décadas después del auge del modernismo literario. Lo mismo podríamos decir de las audacias surrealistas de algunos versos de Homero Expósito.

Rock y poesía


En el texto introductorio a Antología Poetas Rock (La Marca Editora, 2005), titulado Hagan apuestas. Por qué la letra de rock es un género en sí, Gustavo Álvarez Núñez (de reconocida trayectoria en el ambiente de la crítica musical) acepta que el tema en cuestión "es un dilema", y se pregunta: "¿Qué hacemos con la letra? ¿Desde dónde la vemos? ¿Es poesía?".
Álvarez Núñez se inclina a concebir que "la letra de rock es un género con sus propias leyes, con sus manías y estertores, con sus libertades y vicios. Sigo creyendo que su potencia, su don de sintetizar en pocas líneas una situación, un estado de ánimo o un anhelo la convierten en un material único y de un poder inconmensurable". Le basta señalar a Luis Alberto Spinetta como el gran poeta del rock argentino y destaca las sucesivas nominaciones al Nobel de Literatura de grandes juglares como Leonard Cohen y Bob Dylan.
Entonces, las preguntas: ¿puede estar la palabra en el génesis de la canción? ¿Debe converger la poética en el vértigo musical? ¿Es la estructura musical la que resulta un espacio reducido, limitante para la lírica? ¿Es la canción, por naturaleza, un cruce de registros? ¿Estas partes de un todo se dan en una mesa de trabajo donde importan menos los canales de comunicación que las inquietudes artísticas de quien las produce, dejando de lado las toscas clasificaciones músico-escritor, escritor-músico, ambas-cosas-a-la-vez?
Para Álvarez Núñez, el de este tema es "un debate que todavía no comenzó".
O sí.

"Dos lenguajes que se potencian"


Gabo Ferro formó parte de la banda de rock Porco a mediados de los 90. La leyenda cuenta que, en el 97, dio por cerrado el ciclo del grupo, bajándose del escenario en pleno recital. Por aquella época, integraba un grupo de lectura de poesía llamado Los Verbonautas, junto a -entre otros- Palo Pandolfo, otrora líder de Los Visitantes y hoy en carrera solista.
Luego, el silencio, los libros.
Ferro se retiró de la música por varios años y se dedicó a cursar la Licenciatura de Historia. Como legado quedó su primer libro, Barbarie y civilización: Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835-1852), que recibió una mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes. Al que le siguió Degenerados, anormales y delincuentes. Gesto entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino.
Retornado a la música, editó como solista -entre 2005 y 2009- los discos Canciones que un hombre no debería cantar, Todo lo sólido se desvanece en el aire, Mañana no debe seguir siendo esto, Amar, temer, partir y Boca arriba. Y el año pasado, con música propia y letras de Pablo Ramos, El hambre y las ganas de comer. Hoy, podría decirse, ejerce ambos oficios a la vez.

- ¿Cómo trabajás con una cosa y con otra? ¿Por separado, o sentís están imbricadas?

- Las ejerzo con idéntica felicidad y sin reconocer ninguna diferencia más allá de las prácticas que requieren cada una. Durante mi primera gira en USA, en 2005, la suerte quiso que fuera a vivir dentro de una comunidad negra en North Carolina, cuyo lugar central era su iglesia dirigida por cantantes. Intérpretes de la voz en directa relación con lo divino. Mi maestro, un viejo de más de 90 años con voz de ángel, me enseñó que un buen intérprete es un médium, un canal para que las voces de otros sitios y otras dimensiones se manifiesten en el mundo material. Años antes, mi maestro -director de mi tesis de maestría en Historia- me enseñó que con método científico y entrenamiento en la interpretación los historiadores hacemos "hablar" a los muertos. Y aquí el encuentro y la diferencia a grosso modo; el método y la práctica. Para la composición y la interpretación de canciones -en definitiva- no hay más "técnica" que arrojarse al poema, a lo sucedido y a la voz de los muertos.

Pablo Ramos es autor del multipremiado libro de relatos Cuando lo peor haya pasado, y de la trilogía novelística El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María. En la solapa de sus libros puede leerse que es escritor y músico. Y, aunando, autor de las letras de El hambre y las ganas de comer: "el trabajo que tuve el honor de hacer con Gabo Ferro", según escribió en La arquitectura de la mentira, su blog.

"Yo siempre escribo letras para Ernesto Snajer. Pero la experiencia con Gabo fue alucinante, porque escribí primero las letras a las que él le puso música. Yo pensé: "no voy a tener más libertad". Pero no: me sentí bien, un letrista, y respeté estructura, métrica y rimas, con la consciencia de que lo más importante en una canción es la música" afirma Ramos.
Justamente, una de las barreras a atravesar en este tipo de campos minados a un lado por la palabra y al otro por la melodía, o por ambos a la vez, es la estructura de la canción: si ella es permeable a una estética en la escritura.

- Ramos: Está súper condicionado. ¡Y eso es mejor! Lo que se desarrolla es una estética de la canción. En mis letras trato de no terminar una palabra en vocal y empezar la que sigue en vocal, porque eso es difícil a la hora de cantar. Tomo en cuenta todo eso, y la estética final es la de la canción, o sea, la de la letra en función de la música.

- Ferro: Como cualquier otro sitio conectado con la creación. La letra de una canción es campo fértil para la búsqueda y el desarrollo de tu propia voz de autor tanto en la temática como en la forma. La letra no es una parte menor o la que debe padecer que ya tengamos una melodía rígida y cierto número de versos para cantar. Cuando hay para decir, la música debe acompañar la letra.

- ¿Cuál es el método: hacer que la letra se inserte en la canción o que sea el punto de partida? ¿O ambos pueden surgir a la vez, como en una epifanía o un pacto de sinergia?


- Ferro: Las entrego a su propia alquimia. A la reacción de un elemento contra el otro y entre sí se van dando y pidiendo. El momento epifánico es cuando uno mismo escucha la canción por primera vez; con la frescura de los desconocidos que se reconocen. Sos vos y eso que trajiste -y quiso venir- a esta parte de la realidad desde otro lugar.

Respecto de si es completamente necesaria la relación entre el contenido de la palabra y la melodía de la canción (una canción de amor debe estar construida sobre música suave, una letra de protesta debe llevar ritmos fuertes, etc.), Ramos y Ferro disienten y convergen a la vez:

- Ramos: Es completamente necesaria, pero no porque el amor sea suave, sino que hay que encontrar la trama de una y otra cosa (música y letra) y hacer un nuevo entramado entre las dos. Por eso la canción es tan poderosa como manifestación artística.

- Ferro: De ningún modo. Puede suceder, desde ya, pero es un lugar común, como la rima. Hay quienes van por allí y quienes no. Un ejemplo. El amigo de mi padre (de Canciones que un hombre no debería cantar) carga una letra que toca el tema de la paternidad de un hombre que ama a otro hombre conservando la cáscara de la familia tradicional. Elegí -además- contarla desde los ojos de su hijo. Después de imaginarle melodías, ritmos y estilos completé esta canción con el aire más folklórico que yo pudiera tocar. ¿Por qué? Porque a cierto folklore lo asocio en nuestro país con gobiernos paternalistas, con el tradicionalismo más duro y hasta con las dictaduras. Busqué que se generara un ruido entre el tema de la letra y el ritmo elegido. Esa letra con ese estilo dice dos veces; dice más fuerte.

- ¿Se puede hablar del género "letra de canción"?

- Ramos: No, se puede hablar del género canción.

- Ferro: Definitivamente la letra de una canción no es un poema, aunque pueda tener un vuelo lírico superior si se le antoja. El poema, el cuento y los demás géneros mayores, menores, sub o supra se completan en sí mismos. La letra de una canción no es ni más ni menos que la mitad de una obra que se completa con su propia música; con su melodía. Es pieza fundamental de una de las sociedades perfectas. La canción es ese milagro que combina dos lenguajes que se potencian si trabajan juntos. Dos "idiomas" que deberían complementarse para decir algo que no puede ser dicho de ese modo por una sola de las partes. Esto se ha reflejado claramente cuando ingresaron para el análisis literario en las clases de literatura en la escuela secundaria las letras de las canciones de Charly y Spinetta y no pasaba nada. No te movían un pelo. Esas letras son sólo una parte del cuerpo de un discurso, no el discurso mismo.

Grandeza y folclore


Juan Andrade es licenciado en Comunicación Social. Ha trabajado para las revistas TXT, Tres Puntos, Acción, La Mano y Rolling Stones, y ha colaborado con los diarios Perfil y Clarín, y con el suplemento Radar, de Página/12. Es autor de la biografía Oscar Masotta. Una leyenda en el cruce de los saberes. Con una carrera siempre ligada a la crítica musical, Juan Andrade cuenta que, puesto a analizarla, trata de "escuchar a la canción como un todo: un conjunto en el que la música y la letra están asociadas de manera casi indisoluble. Porque si le prestás mucha atención a una sola de las partes, eso puede ir en detrimento de la otra y de alguna forma eso desnaturalizaría la escucha", y cree que lo que vuelve memorables a las canciones "es un poco el equilibrio entre la palabra y la melodía. Por eso, antes de analizarlas, trato de escucharlas distraídamente, haciendo otra cosa: las buenas canciones te llaman la atención aunque estés en otra, definitivamente".

- La estructura musical de la canción, ¿permite desarrollar una estética en la escritura, crear un estilo?

- En parte es así: alguien que escribe letras de tango no va a contar con las mismas posibilidades que alguien que hace hip-hop, por poner dos ejemplos casi opuestos. Pero después está en cada artista la capacidad o el talento para usar el formato canción y encontrar las palabras más ricas o significativas dentro de las convenciones de cada género.

Sergio Pujol se suma a la discusión:
- No sé si determina pero sin duda condiciona. En la jerga tanguera se habla del "monstruo". Es la forma de una letra antes que esta tenga palabras. Un molde que se puede musicalizar. Por cierto, a partir del rock las formas canónicas o tradicionales se modifican. Por ejemplo, muchas canciones de Fito Páez no repiten la parte A, sino que avanzan indefinidamente. Creo que eso se lo debemos a Bob Dylan. En Dylan la letra rompe moldes y conduce a la música.

-¿Cómo se mide, si se puede, la altura poética de una canción?

- Pujol: Si hablamos de poesía a secas, las mejores letras son aquellas que se bancan ser leídas sin música. En su  reciente antología 200 años de poesía argentina, Jorge Monteleone incluye, al lado de decenas de versos de poetas argentinos, títulos de Cadícamo, Discépolo, Manzi, Castillo, Le Pera, Expósito y Dávalos. Es un reconocimiento importante. Nada impide que una letra de canción tenga un peso específico. Pero si hablamos de canciones, es insoslayable poner en la balanza a la música.

- Andrade: No creo que haya una única forma de medir el impacto poético de una canción. Puede ser una que marcó a fuego una época, pero también la que quedó grabada en un momento determinado de la vida de una persona. Pero capaz que las grandes canciones son las que atraviesan las épocas y se vuelven universales, las que no pierden su vigencia o renuevan su significado con el paso del tiempo. Me gusta pensar que las grandes canciones son las que de algún modo se vuelven folclore, quiero decir: las que se despegan de la marca de su autor o su intérprete y son cantadas en lugares diferentes, por personas muy distintas entre sí, sin saber quién la compuso o la grabó, pero sintiendo que igual forman parte de su vida.

- Entonces, a modo de coda y de recapitulación, como quien clava la última nota de una melodía para que el eco quede resonando en el vacío, la pregunta vuelve a hacerse necesaria: ¿se puede hablar del género "letra de canción"?

- Pujol: En otros tiempos sí. Horacio Sanguinetti, José María Contursi o Francisco García Jiménez fueron, básicamente, letristas profesionales. En cambio, Homero Manzi tenía otras inquietudes, lo mismo Yupanqui. Hoy ya no quedan muchos letristas profesionales.

- Andrade: No sé si hay un género en sí mismo, por afuera de la canción quiero decir. No hay que olvidarse que esas letras se escribieron para ser cantadas con un acompañamiento musical: esa es la marca de origen. Pero es cierto que hay letras que resisten muy bien la lectura sin ninguna música de fondo y sin que nadie las cante, tampoco. La poesía viene de ahí, del canto, después de todo.
© LA GACETA

Hernán Carbonel - Periodista, escritor,
conductor de radio. Su último libro es
El caso Arroyo dulce (Galmort, 2010).


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