"No sabemos nada de ese lugar llamado la muerte"

En Cartagena de Indias, el escritor y periodista español habló de Tomás Eloy Martínez y del diálogo entre periodismo y literatura. El autor de "Dos mujeres en Praga" y columnista de "El País" habló de un reportaje que conmovió a los lectores: las últimas horas de un hombre que eligió la eutanasia.

DIÁLOGO EN CARTAGENA DE INDIAS. En el Hay Festival, la sombra de Tomás Eloy Martínez apareció en el diálogo entre Millás y LA GACETA. PRENSA OFICIAL HAY FESTIVAL 2011 DIÁLOGO EN CARTAGENA DE INDIAS. En el Hay Festival, la sombra de Tomás Eloy Martínez apareció en el diálogo entre Millás y LA GACETA. PRENSA OFICIAL HAY FESTIVAL 2011
29 Enero 2011
CARTAGENA DE INDIAS (De nuestro enviado especial, Miguel Velárdez).- Parece inmune al calor. Es fácil reconocerlo porque entre tanta gente que viste informal y de ropa liviana, Juan José Millás, en cambio, lleva puesto un saco oscuro encima de la camisa. Tal vez sea la única persona en toda Cartagena que viste de negro y con saco. El autor español llegó antes del mediodía al hotel Santa Clara, donde se hospedan las estrellas del "Hay Festival". Subió a su habitación del segundo piso, en el trayecto saludó a su colega italiano Alessandro Baricco, que en ese momento estaba en una sesión de fotos con el especialista Daniel Mordzsinky, fotógrafo argentino radicado en Paris.

Una hora más tarde bajó al lobby del hotel, donde le esperaba una extensa sesión de entrevistas con la prensa. Más de la mitad de los 200 periodistas acreditados querían hablar con Millás. Pero sólo había lugar para cinco o seis reporteros. "Es que a mi no me gusta mucho este juego de dar entrevistas", le dijo a la encargada de relaciones con los medios.

Sentado frente al patio del hotel, el escritor y periodista español pidió un té verde, que bebió con la pausa de quienes están relajados en su propia casa. Soraya, su asistente, me confirmó que iba a tener sólo cinco minutos. Como una madre que regaña a su hijo, la mujer levantó el dedo índice y dijo: "me cumples o me cumples".

¿De qué hablar con Millás?, me preguntaba, mientras aguardaba mi turno. Pero llegado el momento tenía un desorden de ideas que se desmoronó en un segundo. "¿Tu de dónde vienes?", preguntó Millás curioso. "Digo, por la tonada", agregó como un justificativo a su intriga.

"Vengo de las tierras de Tomás Eloy Martínez -respondí-. Trabajo en LA GACETA, donde él empezó su carrera", dije. Y de pronto surgió la primera pregunta periodística. "¿Usted conoció a Tomás Eloy Martínez?", consulté sin imaginar en ese momento que la entrevista con Millás se iba a centrar en ese lugar llamado muerte.

"Sí claro. Coincidimos en diversas ocasiones con Tomás. La última vez, creo que fue en Rosario (Santa Fe), durante el Congreso de la Lengua. Además teníamos la misma gente de amigos. Yo le admiraba muchísimo -dijo Millás-. A mí me parece que "Santa Evita" es una obra maestra de un nivel muy alto. Y siempre me ha dolido mucho que esa novela, en España, no ha tenido la consideración que merece, pero creo que por error, porque mucha gente ha pensado que quizás era un tema local. Yo he intentado y siempre he buscado hablar muy bien de esa novela y hay otro libro que me gusta mucho de él, es un libro de ensayos que se llama "Lugar común la muerte". Un gran libro? bueno Tomás es un gran escritor y muy buen escritor de periódicos, también.

La muerte, los minutos

Leí el reportaje que usted definió como un aporte para abrir el debate por la eutanasia... Es tremendo por lo sensible del caso (un ciudadano español decide quitarse la vida y dejar testimonio de esa terrible decisión; entonces Millás acompaña al paciente terminal en las horas previas a su ingesta letal. El reportaje, publicado en El País se titula "Son 15 minutos. Dejas de respirar. Y fuera") el lector logra introducirse en la escena de su diálogo con el entrevistado. ¿Cómo fue ese proceso?

"Bueno? no fue sencillo, porque el tema era muy duro. Èl vino a Madrid, vivía en Granada. Nos vimos el día anterior a que se matara. Nos vimos desde las cuatro de la tarde hasta la noche. Estuvimos juntos y gran parte de ese tiempo lo pasamos en la habitación donde luego se quitaría la vida. Y bueno? -dice y luego calla por unos segundos, parece emocionado- fue tal como lo cuento: yo llego a un momento en que me parecía insoportable ya? a veces pienso que debería haberle hecho compañía durante la noche previa a su muerte, pero la verdad que no pude, no tuve el valor. Le decía que llego a un momento en que sentía un rechazo enorme por la situación, aun estando en una situación muy solidaria de mi parte, como la que estaba, y le agradecí por haber decidido dar testimonios de su muerte para reabrir el debate sobre la eutanasia y que confiara en que yo iba a hacer un trabajo digno, porque es muy difícil hacer un trabajo así sin caer en los sensacionalismos. Y te digo la verdad, que fue raro el día en que conocí a Carlos Santos.

Me impresionó mucho, además, al día siguiente de la entrevista, saber durante unas horas, que él ya estaba muerto en la habitación y que solamente lo sabíamos tres personas (dos que habían acompañado de su derecho de morir dignamente) y yo haciendo cosas por la ciudad y teniendo en la cabeza la idea de que en la habitación de un hotel había una persona muerta y que solo lo sabíamos tres o cuatro personas. Eso me turbaba muchísimo.

- ¿Volvería a hacer un reportaje de esas características?

- Bueno no? ahora no, porque no tiene sentido, pero en fin si surge una cosa que tiene interés público veremos. Pero no ahora mismo, porque tampoco es cuestión de especializarse en estos temas, ¿no?? pero bueno en principio estoy abierto a cualquier cosa por el periodismo.

-¿Cómo define ese lugar llamado muerte?

- Mmm? es que no sabemos nada de ese lugar llamado muerte. Podemos fantasear todo lo que queramos. A la muerte solo podemos imaginarla, podemos coquetear con la muerte todo lo que queramos, pero solamente pasamos por ese trance una vez y no tenemos la posibilidad de contarlo.

El tiempo muere

Detrás de Millás, su asistente Soraya, dibuja una tijera para cortar el aire con sus manos. Está impaciente para que se termine la entrevista. De reojo observo sus gestos. Puedo leer en sus labios una clara advertencia: "Van diez minutos". Al volver la mirada hacia Millás, puedo agregar un nuevo interrogante. ¿Se siente más cómodo como periodista o como escritor?

-Me siento cómodo haciendo las dos cosas y me sentiría muy incómodo haciendo sólo una de ellas. Es decir, a mi lo que me gusta es justamente compatibilizar las dos: ir de un territorio a otro, enriqueciendo a cada uno con la anterior. Yo creo que mi periodismo debe mucho a mi literatura, pero mi literatura debe mucho a mi periodismo.

-¿Cuándo llegará su reciente libro ("Lo que sé de los hombrecillos") a la Argentina?

- En primavera, coincidiendo más o menos con la Feria del Libro de Buenos Aires, por ahí. No podré estar en la feria, porque la fecha coincide con la Semana Santa española y es una semana en que yo siempre me voy a Asturias, donde tengo una casa y aprovecho para trabajar y este año resulta que coinciden las fechas y me cuesta mucho renunciar a esos días que paso siempre allí con mi familia. Entonces seguramente iré un poco más tarde. Lo están planificando? -dice, mientras señala a su asistente- seguramente, en mayo, o por ahí?

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