La confusión

La confusión

Los problemas de la oposición para fijar posiciones hacen que oficialistas y otros disconformes confundan los roles de la prensa. Goane y Córdoba, dos sorpresas

Hugo Lazarte fue un hombre fuerte del peronismo tucumano durante mucho tiempo en la vida de los tucumanos. Desde su banca del Senado (entre el 83 y el 90 la Legislatura tenía dos Cámaras) movía los hilos contemporizando con radicales y bussistas la vida política de estas comarcas. La picardía de este ferroviario con verba cuidadosa y engolada lo sentó más de una vez en la poltrona de gobernador interino. La llegada del orteguismo y del bussismo lo mandaron a cuarteles de invierno. Fue siempre un hábil componedor, por eso no entiende hoy la anulación de la oposición ni la imposibilidad de que las voces de los que no cantan la marcha alperovichista sean escuchadas. Por eso en el último Congreso Peronista debe haber confundido el rol de la prensa. Jamás el periodismo puede ni debe ser la conciencia de un partido político como él lo sugirió. Ocurre que aquellos irresponsables e impunes manejos que se hacen no siempre son viabilizados por dirigentes políticos que temen ser condenados al ostracismo por el poder de turno.

No hace mucho tiempo, Lazarte señaló que no iba a morir sin decir algunas verdades. Sentía que el peronismo tucumano estaba ahogado en un calicanto de soberbia habida cuenta de que lo único que lo movilizaba eran sus intereses personales. El "Mula", que no se enriqueció con su cargo de legislador, estaba empacado con su peronismo porque actitudes como las del dueto Juan Manzur-Pablo Yedlin en otras épocas se hubieran subsanado con la hidalguía de la renuncia y hoy sin embargo desnudan que esta dupla podría haberle hecho perder 800.000 pesos a la provincia con el caso Funsal y sólo recibieron palabras de elogio.

Pero no sólo Lazarte cayó en la trampa. La ministra de Políticas Sociales tampoco ha entendido el rol de la prensa. Desencajada, desubicada, desordenada y, obviamente, obsecuente con su jefe político, decidió atacar a LA GACETA acusándola de enemiga. La prensa tiene la obligación no sólo de contar lo que pasa sino de profundizar lo que ocurre con aquellas cosas que el poder no quiere que se cuenten como magistralmente alguna vez lo describió Horacio Verbitzky. LA GACETA ha señalado fallas del gobierno de Alperovich y hasta el propio gobernador al que idolatra la ministra ha reconocido la necesidad de que le marquen sus errores. El periodismo tucumano está muy lejos de erigirse en enemigo de algo o de alguien, pero sí tiene la responsabilidad de señalar lo que conoce y puede probar sobre lo que está ocurriendo. Cualquier político lo sabe y, si es ministro, tiene la obligación de saberlo y no de enlodar roles y de confundir innecesariamente. Mirkin hizo un papelón en el Congreso del PJ por querer ser más alperovichista que Alperovich.

En la misma época en la que Lazarte caminaba en el barro peronista, Alperovich se vestía de rojo y blanco -de los radicales, no de los "santos"- y la actual ministra era del Frente de Izquierda Popular. El FIP, por entonces, tildaba de enemigo al peronismo: el mismo que hoy le cede la banca de congresal a esta tránsfuga.

Mirkin quedó empantanada en un gran desafío. Casi como el exponente de un duelo posmoderno, el senador José Cano le pidió a Mirkin que transparente su gestión, especialmente en el manejo de los bolsones y planes alimentarios. Si todo sale bien en favor de la ministra, Cano ofrece su renuncia a la banca de senador. Este planteamiento debería llevarse hasta sus últimas consecuencias. Pero ya no se ven en la democracia argentina estas cuestiones. Gran favor le harían a la vida institucional tucumana. O los ciudadanos encontrarán la verdad de las cuentas públicas o los ciudadanos se sacarán de encima a un bocón que denuncia porque sí.

Lo más seguro es que nada pase.

En ese Congreso tan curioso del peronismo, Mirkin no sólo cargó contra la prensa, contra Lazarte y contra Cano, también se ocupó de despotricar contra los autoconvocados de la salud. Su amiga, la senadora Beatriz Rojkés, había hecho lo mismo en el mismo edificio. Flaco favor le hicieron las dos "Bettys" nada menos que a Yedlin, que junto a la dirigencia de los médicos se ha sentado con profesionalismo, respeto y responsabilidad a buscar una solución para un problema que principalmente perjudica a la sociedad tucumana.

Con inteligencia, médicos y funcionarios han sabido hacer oídos sordos a los improperios de estas dos mujeres del alperovichismo y están logrando llegar a un acuerdo que podría ser un ejemplo de ciudadanía en la provincia.

¿Será un amague?

La semana se despidió con las increíbles palabras de René Goane, miembro de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. El quinto vocal comenzó su alocución afirmando que el cuerpo colegiado que él integra le encomendó referirse al pensamiento filosófico de Alberdi. Es inobjetable que lo hizo, pero, indudablemente, se apartó del libreto. Si el escrito llegase a oídos de los Kirchner, estos pensarían que el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, le escribió el discurso. Goane -quien no necesita que le dicten nada, precisamente- pidió "una restauración y vigencia de un auténtico federalismo y de nuestra República". Mientras se descubría una placa de Juan Bautista Alberdi habló de que existe "unitarismo" y que la Nación "omite cumplir lo ordenado por el Poder Judicial". Quien fuera vapuleado por el alperovichismo se animó a advertir que "la República, hoy, en el Estado argentino, atraviesa una sistemática y grave situación de peligro de extinción y de la instauración de un totalitarismo enmascarado".

Más allá de los durísimos conceptos de Goane, en Tribunales la primera reacción fue mirar la cara que ponía el presidente de la Corte Suprema, Antonio Estofán, mientras escuchaba los decires del hombre de derecho. En los pasillos, a medida que se retiraban, más de un abogado creyó haber visto que el más satisfecho era el presidente del Consejo Asesor de la Magistratura, el vocal de corte, Antonio Gandur. Hay quienes dicen haberlo visto sonreír porque se interpretó que Goane se había escapado del redil de Estofán. El presidente de la Corte le restó importancia a los dichos políticos. Su preocupación en los últimos días está puesta en la Policial Judicial. El proyecto que da vueltas en la Legislatura no convence al titular de la Corte. Su poder y su influencia quedará en claro en el momento en que lo que planificó el legislador José Alberto Cúneo Vergés pase a comisión o sea transformado.

La Corte, hasta ahora, ha mantenido un equilibrio institucional. Después de la elección de Estofán, el presidente ha pasado por momentos de tensión con la autorreferencial Claudia Sbdar y con Gandur. Con la primera parecen reeditarse algunas internas del Ejecutivo, donde cada vez es mayor la pelea entre rojkesistas y alperovichistas; y con el segundo parece que no quedan ni las fotos del viaje que Estofán y Gandur hicieron juntos a Egipto.

La otra mujer

Mirkin no fue la única mujer que dio que decir dentro del PJ. La otra fue la diputada nacional Stella Maris Córdoba. En Tucumán son muy pocos los que pueden hablar de fidelidad y de kirchnerismo. La gran mayoría se subió al barco cuando ya todo era algarabía y fiesta. Una de las excepciones es la diputada Córdoba que andaba en la canoa K cuando todos eran radicales, menemistas o duhaldistas. Por eso su decisión de competir para ser gobernadora de la provincia no es un hecho aislado ni carente de la bendición de Néstor o de Cristina.

Por la seriedad de la política tucumana, es de esperar que se convierta en una sana lucha y no en un simple amague para negociar después un cargo determinado, algo que ya no sorprende en esta democracia sin partidos y sin oposición.

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