Carlitos, el intocable
La pregunta es sólo eso, una pregunta. Pero llega como la cuchillada de un foráneo que se permite dudar de una verdad irrefutable en esta ciudad. En la costanera santafesina, sobre avenida Almirante Brown, hay un monumento inmenso al hijo pródigo: Carlos Monzón. Al pasar por el lugar, que tiene una placa en homenaje "Al deportista del siglo", el periodista se permite dudar. El taxista tiene las manos maltrechas por los años y una edad que oscila entre los 60 y los 150 años. "Maestro, ¿fue el mejor de todos los tiempos o hubo alguno que estuvo cerca?", me pregunta. "No sé, pienso en Horacio Accavallo o en Pascual Pérez, que también fueron muy buenos y ganaron títulos mundiales", respondo. La mirada asesina llega por el espejo retrovisor y, por suerte, se ahoga en el Paraná. El hombre sigue calmo, como quien habla con un ignorante. "Claro, hijo. Fue el mejor de todos los tiempos. Era intocable. Nunca nadie le pegó en serio", retruca.
El viaje termina en El Quincho de Chiquito, un mítico restaurante especializado en pescados de río que está sobre la Costanera. "Preguntale a los mozos de ahí, a ver qué dicen", desafía. Entrar a ese lugar es meterse no sólo en la vida de Monzón, sino también de Santa Fe y de la Argentina del último siglo. En las paredes, hay más de mil fotos de personajes que van desde Roberto Goyeneche a Carlos Menem, pasando por Susana Giménez y Alain Delon. Todos abrazados a "Chiquito", todos comiendo pescado y brindando felices. Hay, claro está, un espacio reservado para el gran "Carlitos", campeón del mundo de peso mediano, con 14 defensas exitosas. Cuando ganaba una pelea y era invitado al programa de Mirtha Legrand, Monzón decía: "yo siempre voy a festejar a lo de Chiquito. Ahí se come el mejor pescado del mundo". El dueño del local jura que Monzón nunca le pidió un peso ni retribución alguna por la publicidad. A 15 años de su muerte, sigue ahí esa escultura soberbia de Monzón con los brazos en alto y el cinturón brillante. Siguen ahí las fotos que decoran las paredes de Chiquito. Siguen dando vueltas los taxistas que juran que fue el mejor de todos los tiempos. Y que son capaces de asesinar con una mirada a quien se atreve a cuestionarlo.

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