Una zamba para no morir

Una zamba para no morir

Los ojos de la notable cantante tucumana se cerraron ayer, a los 74 años, en Buenos Aires. Fue la artista más famosa que dio nuestra tierra. Aplaudida en todo el mundo, la "Negra" obtuvo importantes galardones como el premio Grammy por su versión de la Misa Criolla, y fue embajadora de la Unicef

UN REGRESO. En mayo de 1968 vino a pasar unos días a Tucumán. UN REGRESO. En mayo de 1968 vino a pasar unos días a Tucumán.
05 Octubre 2009
Tal vez una voz se está agitando huérfana en el pasaje San Roque o en el barrio Jardín, buscando las tardes que la vieron crecer. Una canción se descuelga de los lapachos. "Gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto; así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto y el canto de ustedes que es el mismo canto, y el canto de todos que es mi propio canto...". Ayer se la ha llevado el silencio absoluto y las lágrimas de los aplausos la están despidiendo. Quizás Haydée Mercedes Sosa se esté mirando ahora en el espejo del canto y alcance a ver con claridad ese 9 de julio de 1935, cuando vino al mundo. Su niñez supo de la pobreza y también del afecto. "Fuimos millonarios en amor. Mis padres fueron sabios porque nos dieron todo sin poner en evidencia los duros sacrificios que hacían para que no nos faltaran el pan, el abrigo, el techo", contaba.
Mercedes no encuentra en ese espejo la partida de nacimiento del canto, que para ella ha sido como hablar, como caminar, porque "se aprende sin darse cuenta. Pero me veo cantando desde el fondo de mis días. Sin embargo, una cosa es cantar en la casa y otra, para los demás. Para esto sí hay fecha".

Una necesidad
Su alma tiene 14 años. Admira a Lolita Torres. La empujan a participar en un concurso de LV12. Con "Triste estoy", de Margarita Palacios, se lleva los aplausos y unos pesos de premio. "Empecé a cantar en la radio como Gladys Osorio para que no se enteraran mis padres, que no estaban de acuerdo con esto, pero luego comprendieron que yo necesitaba cantar", relataba.
Es ya maestra de folclore. El cantante y compositor Oscar Matus rinde su corazón ante ella. Mercedes lleva sus 21 años al altar y la brújula de su vida apunta hacia Mendoza. Allí se hermana con Armando Tejada Gómez, Tito Francia, Juan Carlos Cedero y comienza a brotar un Nuevo Cancionero, al que se suman luego Hamlet Lima Quintana y Ariel Petrocelli.
"Buscábamos otro lenguaje poético y musicalmente nos apoyábamos en el jazz. Hablábamos desde la verdad y la pobreza, pero no descuidábamos el paisaje, porque no queríamos alejarnos del pueblo. Nos tildaron de comunistas porque todo acto revolucionario provoca miedo en la gente y la cultura es la revolución más importante. Los que gobiernan no quedan. La cultura es el poder más tremendo que existe", afirmaba.
A los 23, con Fabián, su hijo, a cuestas, parte a Buenos Aires. "Fueron tiempos muy penosos. Aprendí viviendo lo que significaban las palabras de las canciones", recordó. En enero de 1965 Jorge Cafrune le estira su mano y la presenta en el Festival de Cosquín. La voz de Mercedes navegará por el país.
Dos años después, su canto recorre Estados Unidos, Portugal, Italia, Polonia y la Unión Soviética. La década del 70 la descubre como una de las voces destacadas de América. "Es el mayor suceso del canto popular, luego de la desaparición de Edith Piaf", dirá un crítico alemán. Uno de los gestores del despegue internacional es Francisco "Pocho" Mazzitelli, trompetista y su segundo marido.
Recoge la ovación y la emoción de públicos sin fronteras y las distinciones comienzan a llegar.

Condenada al silencio

En 1979 Mercedes se cobija en el exilio. "Cuando me fui estaba convaleciente de la muerte de Pocho, y nadie sabe, cuando muere un compañero, cuánto tiempo va a durar el dolor. Aquí estaba condenada al silencio y necesitaba cantar. Los años que siguieron fueron muy duros. Mezclados con el éxito y el amor de la gente del extranjero, estaban los ojos de la soledad. Fui una loca que daba vueltas con el bombo y una valijita en la que llevaba un grabador grande. Decían de esa valija que era ’la casita de Mercedes Sosa’. En esos años hablaba como si fuera un telegrama. No tenía palabras", señalaba.
El regreso se produce en 1982 y un año después, Tucumán la recibe con los brazos abiertos. El repertorio folclórico se abre a Latinoamérica: entre Atahualpa Yupanqui, los Hermanos Núñez y el "Cuchi" Leguizamón laten las canciones de Chico Buarque, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Temas del rock argentino y del tango no tardan en alimentar el caudal de su voz. Mercedes perdía tal vez una parte de su público, que la había encasillado en el folclore, pero conquistaba otros territorios y generaciones más jóvenes.

Una "doctora"

Tucumán ha tenido siempre para la "Negra" el perfume del recuerdo, la presencia de doña Ema, su madre, que aromaba las siestas con su ternura. En 1995 promete no volver a actuar en su pago natal, mientras gobernara Bussi. "¡Viva Tucumán, menos uno!", decía en sus recitales. Exitos y condecoraciones se hicieron una costumbre. En el 98 una sombría enfermedad la aproxima a la muerte, pero el amor de los seres queridos y la fe la devuelven a la vida. En el 99 tiene el halago de cantar con el tenor Luciano Pavarotti en La Bombonera. En 1999, la Universidad Nacional de Tucumán la distingue con el título de "doctora honoris causa" y actúa en el club San Martín.
El 23 de marzo de 2008 se presentó ante un público multitudinario en la cancha del club Central Córdoba y en julio cantó durante la cena de la XXXV Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur que tuvo lugar en nuestra ciudad. "El canto no es un problema de voz, sino de personalidad. Cantar se aprende con la vida misma. Soy una buscadora permanente del pueblo. Si no se triunfa en la patria es muy difícil hacerlo en el extranjero", afirmó alguna vez la cantante que llevó a Tucumán por el mundo.

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