Oración por los caídos en la batalla

Oración por los caídos en la batalla

Solemne funeral en Santiago del Estero, en octubre de 1812. Por Carlos Páez de la Torre (h). - Redacción LA GACETA.

EL DISCURSO DE NEIROT. Portada del folleto que se editó en la Imprenta de los Niños Expósitos, de Buenos Aires. EL DISCURSO DE NEIROT. Portada del folleto que se editó en la Imprenta de los Niños Expósitos, de Buenos Aires.
25 Septiembre 2009
El 7 de octubre de 1812, 13 días después de la victoria de las fuerzas patriotas de Manuel Belgrano en Tucumán, se realizó en la Catedral de Santiago del Estero un solemne funeral por las víctimas de aquel combate. En la ceremonia, la homilía estuvo a cargo del presbítero Juan Antonio Neirot. Su texto consta en el folleto que se editó ese año en Buenos Aires, en la Imprenta de los Niños Expósitos.
Como era costumbre de la época, Neirot habló durante muy largo rato. Hizo un enfático relato de la insurrección americana, desde sus comienzos hasta la acción del 24 de setiembre. Empezaba diciendo que "aquel Gran Señor, que levanta los pobres del polvo de la tierra para colocarlos entre los príncipes de su pueblo, que abate la soberbia de los poderosos, que exalta a los humildes y toma a su cargo la protección de los oprimidos; es el mismo que destinó el glorioso día 24, en que nuestra madre la Iglesia celebra la aparición de la Santísima Virgen, para sepultar en la heroica ciudad del Tucumán la tiranía y la esclavitud en que por espacio de tres siglos estaba sumergida la América, y restituir la libertad y la vida que le habían quitado los tiranos invasores de la península".
Neirot había nacido en 1783. Estudió en la Universidad de Córdoba y en esa ciudad se ordenó sacerdote. Patriota de la primera hora, tenía el cargo de Juez de Diezmos en 1812. Fue luego Juez y Vicario de Frontera, y apoyó con fervor la autonomía de Santiago. En 1824 fue miembro de su Legislatura y en 1826 diputado al Congreso Nacional.  Como opositor a Juan Felipe Ibarra, debió emigrar luego a Tucumán por largo tiempo. Falleció en 1836 en Ancasti, Catamarca, donde se desempeñaba como párroco.

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