La la­gu­na en la vi­da del Che y la san­ti­dad sin bon­dad de Eva

La la­gu­na en la vi­da del Che y la san­ti­dad sin bon­dad de Eva

31 Mayo 2009
- Fue embajador en Praga y por allí, años antes, había pasado el Che Guevara casi sin dejar rastro. Su novela Los cuadernos de Praga llenó esa laguna de la biografía del Che y, particularmente, imaginó la relación de Guevara con la muerte. Una relación prematura que le facilita una inmersión decidida en la vida, piensa Guevara, su personaje.
- Estando en Praga estuve en contacto con personas que me contaron cómo el Che preparó la incursión en Bolivia. Tenía que hacerlo con total discreción porque los checos y los rusos, a esa altura, no estaban de acuerdo con la promoción de revoluciones latinoamericanas. La relación de Guevara con la muerte es difícil de entender para un biógrafo extranjero porque el conocimiento de la sociedad en la que un personaje como él pasa su infancia y su adolescencia proporciona claves para entender su vida. La madre del Che no quería que su hijo tuviera la vida de un asmático. Lo impulsa al mundo exterior, al riesgo, y esa actitud materna lo marca definitivamente, le abre un diálogo prematuro con la muerte.

- ¿Quería triunfar o ser derrotado para transformarse en símbolo?
- Quería triunfar, pero no comprendió el mundo de su época. No se había dado cuenta de que China había cambiado de dirección, para seguir el camino que apreciamos hoy. Y Rusia, después de la crisis de los misiles, desautorizaba las iniciativas revolucionarias no controladas por ella. Guevara fue ingenuo; subestimó ese contexto y confundió el heroísmo de la revolución con la posibilidad de la revolución. Tenía el sentido del absoluto propio del místico; vivía imbuido de sus ideas sin abrir puertas a las voces de la realidad.

- Dedicó uno de sus libros a otro de los grandes mitos nacionales: Eva Perón. Si viviera?
- No sería kirchnerista. Tampoco montonera, porque tenía sentido de la realidad. Hubiera compartido lo que Perón le dijo, con gran sentido del humor, a Firmenich: "Ustedes empiezan la revolución cuando ya terminó el comunismo". Los montoneros sacaron la política de su posibilidad real de poder y la trasladaron a la estética o a la moral. Pero a Evita no la puedo imaginar vieja, sosegada. Evita tenía un elemento de santidad pero sin bondad.?

- ¿Y el Che?
A los dos es muy difícil imaginarlos sin la muerte que tuvieron y fuera de la época en que vivieron. Guevara probablemente no hubiera podido tolerar una vida en una sociedad equilibrada. Castro sí, porque tenía la responsabilidad de la realidad. El Che, la irresponsabilidad del heroísmo.

- ¿Cuál de los suyos es el libro que más quiere??
- Los perros del paraíso y El viajero de Agartha. Busqué crear un lenguaje distinto para contar una historia, un lenguaje donde se mezclara lo filosófico con lo surreal; lo histórico y un personaje con dimensiones estrambóticas, pero siempre con una línea de conexión con su carácter profundo, con lo que podría haber hecho.

- Usted recorrió Asia siguiendo los pasos del protagonista de El viajero de Agartha mucho después de haber descripto ese trayecto en la novela.
- Realmente, puedo decir que fue el viaje más raro que hice en toda mi vida. Viajé desde Beijing hasta Urumchi, en el límite con Mongolia, donde está la llamada "corona de los desiertos". En una camioneta me fui a buscar las ciudades perdidas que aparecen y desaparecen, a través de los siglos, por el movimiento de la arena. En una de esas ciudades encontré el cuerpo momificado de un germano; entonces pensé que podía ser el protagonista de mi novela, que aquello que había inventado podía ser realidad, que podemos llegar a ella a través de la imaginación.
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