La vida económica moderna necesita de buenos Estados

La vida económica moderna necesita de buenos Estados

Por Hugo Ferullo - Doctor en Economía - UNT-Unsta.

09 Noviembre 2008

En medio de una crisis internacional de mercados cuya envergadura y profundidad han provocado más de una comparación de la coyuntura actual con la de los aciagos años 30 del siglo pasado, la soberana bofetada con la que el pueblo norteamericano ha decidido despedir al presidente George Walker Bush parece haber marcado el fin de un fallido período económico, cuyos comienzos pueden ubicarse en momentos de la asunción en Inglaterra del gobierno de la señora Margaret Thatcher.
Cabe recordar que las tres décadas que duró este período que felizmente parece terminar fueron precedidas por otra gran crisis, durante la cual lo que se puso en jaque fue el avance desmesurado del Estado providencia en los asuntos económicos durante las décadas posteriores a la Segunda (y devastadora) Guerra Mundial, que siguió a la enorme crisis del 30.
El avance del Estado fue señalado como la causa de todos los males que la economía del mundo exhibía desde la segunda mitad de los años 70. Esto se traduce en inflación, transformada luego en estanflación; es decir, inflación y recesión.
En consecuencia, durante las últimas décadas del siglo pasado el mundo económico asistió a un intento de restauración de la economía clásica vigente a principios del siglo XX, durante el cual el Estado tenía prácticamente como única función económica la de servir de guardián efectivo del buen funcionamiento de los mercados.
Esta ilusión de construir una economía globalizada regulada totalmente por el funcionamiento sin trabas de mercados eficientes volvió a estamparse con la realidad durante la actual crisis.
Las enseñanzas para el futuro inmediato son claras, aunque para nada fáciles de realizar, porque los mercados no son perfectos sino que fallan, de manera a veces ostensible, como lo muestra la triste historia de los mercados financieros fantasmas que aparecieron en el mundo desarrollado en los últimos años y que desencadenaron esta nueva crisis.
La vida económica moderna necesita también de buenos Estados, capaces, entre otras cosas, de salir al cruce de esta fallas de mercado. Pero como el Estado, al igual que los mercados, tampoco es perfecto y también falla, como lo muestra de manera patética la historia de la economía argentina durante el siglo XX, necesitamos también de una economía civil o política en la que primen las interrelaciones solidarias y las organizaciones públicas no estatales o privadas sin fines de lucro.
Una nueva síntesis donde Estado, mercados y sociedad civil se conjuguen de manera complementaria es lo que la economía mundial está demandando hoy.
En términos de esa búsqueda, una aplastante mayoría de los ciudadanos norteamericanos y de todo el mundo parece haber recibido la noticia de la elección del candidato demócrata, Barack Obama, con mucha esperanza.
Sin embargo, lamentablemente, la caída con la que los mercados recibieron al nuevo presidente parece mostrar la resistencia al cambio, minoritaria pero altamente poderosa.

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