“El psicoanálisis ayuda a resignificar la propia vida”

“El psicoanálisis ayuda a resignificar la propia vida”

"La mirada del otro es lo que nos constituye", podría decir Clara de Espeja, psicoanalista y cineasta que dejó su huella en el Tucumán de la segunda mitad del siglo XX, y que acaba de ser homenajeada en la provincia.

31 Agosto 2008
Con los años, Clara de Espeja se asemeja a esas leyendas de la vida cultural tucumana de la segunda mitad del siglo XX que han dejado a su paso una estela de audacia y de transgresión. Esta mujer de 87 años que prefiere ganarle al tiempo cuando declama 90 ha hecho historia tanto por su aporte al crecimiento del psicoanálisis en Tucumán como con su creación del grupo “Psicoanálisis y cine”, en el cual la cámara no sólo se volvió un instrumento didáctico, sino testimonial. De ello dan cuenta los filmes que presentó en el Museo Timoteo Navarro el viernes pasado, cuando un grupo de tucumanos la homenajeó en el marco del Día de la Solidaridad, con el auspicio del Ente Cultural. Nacida en Buenos Aires, hija de un ucraniano huido de la Rusia zarista y de una entrerriana, Clara Garfinkel de Espeja llegó a la provincia en 1943 con su marido, el ya fallecido médico Horacio Espeja, un jujeño de destacada trayectoria que condujo durante años el Colegio Médico de Tucumán, y a quien ella todavía define como el gran amor de su vida. En 1976, la psicoanalista y cineasta fue cesanteada de la UNT, pero en 1983 fue convocada por el entonces rector Eugenio Flavio Virla para desarrollar un programa de Medios Audiovisuales, del que quedan diversos documentos fílmicos (“Sonia Bateau” de 1.990, Primer premio nacional de T.V. Educativa y “Charlotte Salomón", de 1.995, sobre la vida de una joven pintora judía-alemana que muere en las cámaras de gas, entre otros títulos) así como pequeños cortos utilizados en prácticos de Psiquiatría y salud mental para el entrenamiento en diagnóstico y análisis de casos que fueron pioneros en la utilización de los medios audiovisuales como recursos didácticos en la docencia superior universitaria. En diálogo con LA GACETA, después de un viaje vía avión más que ajetreado, Clara de Espeja señala que le ha tocado regresar a Tucumán en una fecha particularmente significativa para ella: es la semana en que la Justicia dictaminó prisión perpetua para Antonio Domingo Bussi. La entrevista ha arrancado con una reflexión, como al pasar, acerca de los fanatismos, y lleva casi con naturalidad a preguntarle por qué cuesta tanto alejar los fanatismos.
“Porque en el ser humano hay una tendencia a querer tener una verdad total, y a desconocer la verdad del otro. Eso se ve todos los días. La necesidad de aferrarse a una verdad es falta de conocimiento. De pronto recuerdo lo que dijo Ray Bradbury, una vez en Buenos Aires: que los libros, sin educación, se queman solos.  Cuando no hay posibilidad de estudiar, de adquirir conocimientos, de confrontar, uno se aferra a los fanatismos”, responde la psicoanalista.

-¿El psicoanálisis ayuda a vivir un mundo mejor?
- Ayuda, y mucho. No es la panacea universal, pero, en manos idóneas -y hablamos desde el punto de vista de la clínica- es muy importante cuando una persona aprende a simbolizar, a tener la capacidad de poder hacer más conscientes todas las cosas de su vida. Sobre todo, con la expectativa de que no sean símbolos dados por el terapeuta, sino que haya la posibilidad de reinterpretar, de resignificar la propia vida.

- ¿Cómo fue su experiencia en Tucumán, en cuanto a su aporte al Psicoanálisis?
- Por mi relación con la gente de Buenos Aires, con Mauricio Abadi, fui la encargada de crear un grupo de estudios; ya teníamos el grupo de Psicología y Psicoanálisis. Fue un período muy fecundo, cada 15 días venían profesores de Buenos Aires, y con Abadi teníamos grupos terapéuticos. Hasta que llegó la época de la dictadura, en que me dejaron cesante. Después, con el advenimiento de la democracia, el ingeniero Virla me pidió que estuviera en el área de Cine y Medios Audiovisuales de la UNT; y pudimos hacer algunas cosas importantes. En Córdoba habíamos hecho la película “El Sitio”, que trata de una neurosis obsesiva. Uno de mis alumnos, Eduardo Sahar, fue quien dirigió por invitación de Mario Marigliano, la Escuela de Cine de la UNT, en su primera etapa.

-¿Cómo llegó al cine?
- Mi hermano fue Nathán Pinzón (N de la R: un nombre importante del cine argentino, fallecido en 1993). Yo era la menor de la familia; mi hermano empezó haciendo crítica de cine con Roland, hacían Gente de cine. Ya de chica actuaba mucho, en distintos grupos, y el cine nos interesaba enormemente. Con Nathan yo actuaba haciendo de borracho, y él era el eco, entre bambalinas. Teníamos 10, 14 años, y una vez me llevó a escondidas de mis padres a una prueba, porque Discépolo pedía chicos para el cine. Y a mí me admitieron, y a él no. Pasaron los años, él se convirtió en un muy buen actor de teatro. Un día  montó una obra , y cuando los dos Discépolo lo fueron a saludar al camarín, él les reprochó, en broma: “y pensar que cuando yo tenía 14 años, ustedes no me quisieron aceptar, y la eligieron a mi hermana”.

- ¿Cómo vive su regreso a la Provincia, para un homenaje a su persona?
- Se agolpan tantas cosas, que es como si quedara de lado esto que es tan importante, como venir justo hoy a Tucumán. Hubiera querido que mi esposo viviera para que viera que se hace Justicia,  mezclado con este asunto de la solidaridad. Me pregunto porqué un homenaje a mí. Y vuelvo atrás en la historia, a la Guerra Civil Española. Cuando yo tenía 14 años, me pusieron presa por una horas porque con compañeras del Colegio iba con alcancías por solidaridad con España. Cuatro o cinco años después yo haría una gran amistad con los refugiados españoles en Argentina: Rafael Alberti; María Teresa León, los pintores...

- Pero eligió el psicoanálisis, que es meterse en un ámbito de privacidad...
- No es tan así, porque de alguna manera es poder interpretar la realidad, y es como si uno sintiera que se debe a la sociedad. Y el amor por la justicia también nos lleva a preguntarnos qué cosas podemos hacer en este mundo. Nos lleva a actuar con los otros, y a transmitir lo que uno piensa, lo que uno sabe, lo que uno cree. Y una de las cosas es transmitir lo que uno piensa, lo que uno sabe, aquello en lo que uno cree. Transmitir por la enseñanza también es una de las cosas más importantes. Y cuando hablamos de amor, yo sé que todas las clases que he dado han sido llevadas por ese afán permanente de transmitir las cosas que yo sabía y de aprender de los otros.

- ¿Cómo enlazó usted, en lo operativo, el cine con el psicoanálisis?
- Hay una unión muy grande entre la capacidad de interpretación del psicoanálisis y lo que significa la imagen. Yo creo mucho en el poder de la imagen. Hay una relación muy estrecha; uno de los trabajos en los que más me he metido, pero que no he llegado a terminar, es sobre el primer año de vida, y la función enorme de la imagen. San Agustín decía que si uno pudiera tomar conciencia de la mirada del bebé, de los celos que muestra cuando está su mamá con otro, ahí una piensa lo que significa la mirada. Y hay que pensar en la importancia de abrir los ojos al mundo. Pero yo empecé a hacer cine en la Escuela de Cine de Córdoba, que era estatal, y en la que creé una cátedra, “Cine y Psicoanálisis”, en la que nacieron “El sitio” e “Imago”.

-¿Alguna vez hizo un largo ?
- “El sitio” fue un mediometraje. Y estaba preparado el guión para un largo, que queríamos hacer con Nathan, y que le íbamos a proponer a Pino Solanas. Pero mi hermano murió, y eso quedó en la nada. Actualmente estoy con mi nieta con la idea de hacer una historia de amor, cuyos protagonistas centrales somos mi esposo y yo, aunque están las dos cosas: nuestra historia de amor, y la del amor por el país, que siempre han estado unidas.

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