El espíritu olímpico se siente a pleno en Beijing

El espíritu olímpico se siente a pleno en Beijing

11 Agosto 2008
Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 ya están en marcha. Las polémicas previas, las amenazas de boicot y las rencillas políticas pasaron a un segundo plano, dándole lugar, primero, a una esplendorosa ceremonia inaugural, en la que el despliegue de creatividad, tecnología y arte conmovió al mundo, y luego a la competencia. Esta última instancia, con su riqueza de matices y sus historias de todo tipo, la viven con intensidad no sólo los propios deportistas, sino también los cientos de millones de espectadores que ven por televisión el desarrollo de las dos semanas de pruebas. En suma, una experiencia única, enriquecedora. Y también una buena oportunidad para tomar ejemplos, transmitirlos y reflexionar sobre ellos. Bajo el manto no siempre valorado del llamado espíritu olímpico.
Justamente este asunto es objeto de análisis antes, durante y después de la celebración de los Juegos. Hay quienes sostienen que, si en realidad existe, aparece relegado en función a cómo se montan las Olimpíadas en la actualidad. En ese sentido, existen aspectos como la decisión de dónde se celebrarán, en los que juegan elementos más bien económicos y políticos que deportivos. De hecho, con el actual esquema, los países pobres no tienen chances de albergarlos y es la existencia de patrocinadores oficiales o un fuerte apoyo oficial -como ocurrió en China, donde se invirtieron cifras astronómicas- lo que al final termina por definir las sedes.
Sin embargo, y de acuerdo con sus orígenes, en los Juegos Olímpicos existen aspectos como la convergencia de los países en torno de la competición deportiva que bien puede asumirse como una actividad cultural, que favorece el diálogo entre los pueblos. También con este encuentro se revaloriza al deporte como valor en sí, en función a la competición como elemento de superación, pero sin que esa confrontación se traslade  a campos como el político.
El espíritu olímpico debe difundir sobre las sociedades la bondad del deporte. Y también apuntar al enaltecimiento de las virtudes humanas; la confraternización en equipo y la superación personal en el esfuerzo por conseguir una meta. La reciente anécdota de la yudoca Paula Pareto, ganadora de una medalla de bronce, resulta paradigmática en ese sentido: de ser una más en la delegación argentina, pasó a ser la primera en conseguir su objetivo. La emoción que esto produjo llevó a sus compañeros, famosos y otros no tanto, a rendirle un tributo a su retorno a la Villa Olímpica. El tenista Guillermo Cañas sintetizó el momento: “me emocioné, fue algo único. Esto es algo que vine a buscar a Beijing, el espíritu olímpico”.
Este tema se relacionó en los últimos años de manera intrínseca con el juego limpio. Ante el gran avance del doping, el espectáculo y el negocio, la cuestión no resultó sencilla de mantener para las autoridades del Comité Olímpico Internacional. Sucesos recientes, como el de la atleta estadounidense Marion Jones -sancionada en forma retroactiva-, representan un pésimo mensaje y alertan sobre las graves consecuencias de no atacar de raíz el flagelo.
Hay otros aspectos que enaltecen los Juegos: el mensaje de amistad y el respeto a la tregua de la paz -aunque no siempre posible- son dos de ellos. Un tercero podría ser que el deporte no sea tratado como un fin en la vida sino como un medio para favorecer el bienestar de la persona. Cuando hace más de 100 años empezaron las Olimpíadas de la era moderna, se buscó montar una competición entre atletas. Y aunque en numerosas ocasiones esto se vio superado por otras variables, igualmente al instante de iniciarse una competencia son sólo los deportistas los dueños de la acción y de la palabra.

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