Relatos de crímenes sólo para pasar el rato

Relatos de crímenes sólo para pasar el rato

compilación de contenido desparejo, con un uso excesivo del lenguaje vulgar, ideal para regalar a quien tiene una biblioteca de adorno. Por Juan Manuel Montero.

CASOS RESONANTES. Crímenes como los del odontólogo Ricardo Barreda son llevados a esta libro, con cuotas de realidad y de ficción. CASOS RESONANTES. Crímenes como los del odontólogo Ricardo Barreda son llevados a esta libro, con cuotas de realidad y de ficción.
18 Mayo 2008
El de recopilador puede ser un trabajo ingrato. Uno está expuesto a tener que leer cientos de textos y decidir, con la subjetividad a flor de piel, cuál es el mejor como para ser publicado. Diego Grillo Trubba es sociólogo y autor de la novela Los Discípulos, con la que obtuvo el premio Regional de Literatura de la Secretaría de Cultura de la Nación. Fue a él a quien la editorial Sudamericana le encomendó una serie de antologías para las que se nutrió de nuevos escritores. Grillo Trubba eligió entonces 21 casos policiales en Argentina, y llamó a la misma cantidad de autores. Así nació In Fraganti 2, un libro desparejo, tal vez justamente por la falta de selección de material.
Causas resonantes, que conmocionaron al país entero, como los crímenes del odontólogo Barreda, la historia del Petiso Orejudo, el robo de las manos de Perón, las narcovalijas, la masacre de la escuela de Carmen de Patagones, el chino pirómano o el robo al banco Río fueron algunos de los casos llevados a la literatura con resultados disímiles.
Leonardo Oyola se lleva las palmas por su trabajo con lo acontecido en el sangriento motín de Sierra Chica, en el que los presos terminaron jugando a la pelota con la cabeza de los muertos. Pero Romina Doval intenta meterse en la cabeza de Junior, el chico que acribilló a sus compañeros, y no lo logra.
El tucumano Diego Erlan bailó con una difícil: “El loco de la ruta”, a quien se le atribuyen decenas de homicidios de prostitutas en Mar del Plata, caso que aún no fue resuelto. Ana Cecchi patinó con una edulcorada historia de amor en el caso María Soledad. Marina Kogan deja demasiado abierto el final de la historia de Norita Dalmasso y Germán Maggiori.
Patricia Suárez y Maximiliano Matayoshi recrean ambientes opresivos para relatar el robo de las manos del general, la desaparición de la doctora Giubileo y el robo al banco. Finalmente Federico Falco se toma el atrevimiento de guionar una obra de teatro, basándose en el tremendo raid del violador serial de Córdoba.
Si se trata de pasar un rato, el libro es bien recibido. Está de más advertir que se trata de relatos que, salvo datos puntuales, tienen mucho de ficción. Sin embargo, para aquel que sea lector habitual de las crónicas policiales, rápidamente se dará cuenta de cuál es el caso elegido por cada autor.
Lo que en general golpea es el permanente recurso del lenguaje vulgar, tan utilizado por los escritores argentinos. El hecho de que se deban relatar casos policiales, con su correspondiente cuota de sangre y de morbo, no da derecho a regocijarse en el mal gusto. Hay miles de ejemplos en los que los escritores han descripto episodios truculentos sin necesidad de la chabacanería. Así deben haberlo pensado Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges en el prólogo a su antología de cuentos policiales. “Para elegir los textos de este volumen -decían los escritores en el prólogo- hemos seguido el único criterio posible, el criterio hedónico. La lectura de cada una de las piezas que lo componen fue para nosotros muy grata”.
Si tiene que hacer un regalo, no dude en comprar este libro. Pero asegúrese de que el agasajado sea de aquellos que tienen una hermosa biblioteca de adorno.
© LA GACETA

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