"Los tipos saben que si tengo que estudiar, no salgo"

"Los tipos saben que si tengo que estudiar, no salgo"

Una universitaria salteña radicada en Tucumán relató cómo se inició en la prostitución y dijo que seguirá trabajando hasta terminar la facultad. La joven afirmó que comenzó a trabajar para poder pagar sus estudios y que sus padres no saben lo que ella hace.

05 Mayo 2008
"Tengo 24 años, soy estudiante universitaria y hago esto para llegar a ser una profesional". Así se presentó L., una de las jóvenes que venden su cuerpo, en una charla que mantuvo con LA GACETA. La chica, oriunda de Salta, habló por el celular con LA GACETA y le aceptó la entrevista con la única condición de que su identidad se mantuviera en secreto. Luego, café de por medio, contó cómo es la actividad que realiza.

- ¿Cómo comenzaste con esto?
- Hace cuatro años; por un problema, mi familia no podía seguir cubriendo los gastos de mis estudios. Tenía dos alternativas: volver a casa con las manos vacías o buscar un trabajo de lo que fuera.

- ¿Qué hiciste?
- Trabajaba en un comercio, pero perdí tiempo en la facultad. Después probé como empleada doméstica y tampoco resultó. Leí un aviso en el que contrataban chicas para despedidas de solteros y otras fiestas por el estilo. Ahí empecé.

- ¿Cómo era?
-Hacíamos shows eróticos. Los tipos me pedían teléfono o la dirección porque querían algo más. Al principio me negaba, pero después me di cuenta de que, al final, me convenía mucho independizarme.

- ¿Por qué?
- Por cada show me daban dos mangos. La guita se la llevaba el dueño del circo, que se quedaba en la camioneta esperando que termináramos Me di cuenta de que si accedía a los pedidos de los tipos, ganaría más plata y no tendría que aguantar tanta humillación. Tenía terror de que algún compañero me descubriera haciendo eso.

- ¿Alguna vez te pasó?
- Nunca. Prefería ir a los shows que hacíamos en el interior o fuera de la provincia, especialmente en Santiago del Estero.

- ¿Y cómo fue el cambio?
-Muy traumático. Estaba aterrorizada, hablé con las chicas con las que trabajaba. Ellas me dieron consejos. Puse avisos y arranqué.

- ¿Cómo fueron los primeros tiempos?
- Terribles. Primero tenía mucho miedo y después asco. Pero con el tiempo fui descubriendo algunos secretos y la situación se hizo mucho más llevadera.

- ¿Qué secretos utilizaste?
- En primer lugar, hacerme de una clientela. A cada tipo que venía le daba una tarjeta con mi nombre. Ese cliente me recomendaba a otro y así fueron apareciendo hombres. Después, no dejar que llegaran a mi departamento. Los contactos los hago en hoteles alojamiento por cuestiones de seguridad y para preservar mi imagen también.

- ¿Cuántos clientes tenés?
- Fijos, unos 15, pero siempre hay por lo menos unos cinco más que llaman. El servicio cuesta entre $ 100 y $ 200, según lo que ellos quieran. Con lo que gano al mes me alcanza para pagar un alquiler con otras chicas que no saben lo que hago y pagarme todos los gastos de la carrera.

-¿Cómo son los hombres que recurren a tus servicios?
- Tranquilos. Me harté de los babosos y de los sucios. El sistema es clave. Los tipos saben que no estoy disponible para todo el mundo y que, si tengo que estudiar, no salgo. Como yo me cuido en todo, ellos saben de alguna manera que los estoy cuidando a ellos también.

- ¿Tuviste alguna vez problemas con un cliente?
- Sí, una vez un tipo me quiso pegar. Estábamos en un hotel y me salvaron los empleados. Fue cuando decidí ir siempre a esos lugares. Es mucho más seguro.

- ¿Qué buscan los hombres?
- En lo sexual, lo que en la casa no les dan, o cumplir con algunas de sus fantasías. Pero también están aquellos que sólo te llaman para que escuchés sus problemas y les des algunos consejos sobre las relaciones de pareja o laborales. Actualmente hay mucha competencia, pero sé que marco la diferencia poniendo la oreja cada vez que me necesitan.

- ¿Te sentís una prostituta?
- Algo parecido. Soy una chica que está dispuesta a hacerles compañía a las personas que se sienten solas en la vida, aunque haya sexo. Las prostitutas son las que trabajan en los prostíbulos semidesnudas vendiendo su cuerpo.

-¿Tu familia sabe lo que hacés?
- ¡No! ¡Me matan! Ellos creen que me gano la vida haciendo promociones. Mi familia es humilde, pero muy trabajadora. Me ayudan con lo poco que tienen. Pero también soy consciente de que si no hago esto, jamás podré cumplir con su sueño de verme recibida. Es todo lo que quiero.

- ¿Y qué perdés?
- Intimidad; ganas de llevar una vida normal; estar de novia y salir como cualquier chica de mi edad. Por eso también estoy desesperada por recibirme. Quiero terminar cuanto antes para volver a mi casa. Lo que hago será un secreto que morirá conmigo.

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