

En enero de 1974, Erich Fromm, destacado psicoanalista y filósofo alemán, dio una conferencia por la Radio Sur de Alemania y dijo así, entre otros conceptos, acerca de un gran dictador del siglo XX: “Tenía un monstruoso narcisismo. Narcisista es aquel para quien es solo importante lo que a él le afecta. Mi idea. Mi posesión. Mi cuerpo. Mi representación. Y lo que no es mío, es pálido y apenas existe”. Continuaba diciendo: “En toda su vida nunca se interesó por nada que no fuera él mismo. Tan lleno de sí, como todo narcisista, que cada palabra que decía le sonaba como la máxima sabiduría y verdad. Pero para creerse necesitaba que otros le creyeran y la masa para sentirse fuerte. Necesitaba del aplauso porque era lo que les generaba verdad a sus aseveraciones”. Erich Fromm se refería y aludía a Adolf Hitler. El periodista que lo entrevistó, Hans Schultz, compiló después esta charla y la transformó en un libro al que tituló: “El amor a la vida”. Narcisista, etimológicamente, proviene del griego antiguo. De Narkisos (Narciso) hijo de un dios mitológico, joven y bello que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua. Ahora bien, desde el punto de vista médico y psicoanalítico, dice la Mayo Clinic que el Trastorno de Personalidad Narcisista es una enfermedad mental en la cual las personas tienen un aire irracional de superioridad en el que necesitan y buscan demasiada atención. Quieren que se los admiren y sienten que merecen tener privilegios, un trato especial y que se reconozca esa superioridad. Que las reglas no son para ellos y que requieren ser admirados todo el tiempo. Las únicas opiniones que les interesan son las propias, careciendo de empatía. Diremos que todos tenemos tendencias narcisistas, de vez en cuando, sin embargo, esas tendencias se convierten en un trastorno de la personalidad cuando se ve afectada la capacidad de funcionar y de relacionarse con los demás. Intimida, domina y engaña, tal que elige rodearse de personas que reforzarán su frágil sentido del ego. Reaccionan con ira cuando no reciben un reconocimiento. El psicólogo británico Steve Taylor (prof. de la Universidad de Manchester) que lleva años estudiando desde el punto de vista psicológico a los líderes políticos, llegó a la conclusión de que hay una mayor proporción de psicópatas en la política que en la población general. Sostiene él que las personas “desconectadas” (falta de empatía) en puesto de poder generan patocracias, es decir, sistemas en los que una minoría formada por psicópatas toma el control de la sociedad. En el S XX Sadam Hussein, Hitler, Gadafi fueron ejemplos de esto. Calígula y Nerón en el Imperio Romano, ¿varios también en el siglo XXI? Dice Taylor: “Si alguien no tiene empatía no puede sentir el sufrimiento de otras personas. Los líderes desconectados se convierten en adictos al poder, perpetuándose en él y tratando de desmantelar la democracia porque esta limita su mando. En el fondo los narcisistas odian la democracia y odian a los medios de comunicación”. Diremos que afortunadamente en este mundo también existen los líderes altruistas y el electorado debe saber ver y elegir a esas personas, más sabias y responsables, con auténtica vocación de servicio para generar una sociedad que viva en armonía. Debiéramos recibir educación para detectar aquellos candidatos con TPN ya que mucha gente ingenuamente los admira por su carisma y efecto hipnótico que generan con frecuencia. Decía Mandela: “La educación es el alma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. La pasividad de la población es el terreno en el que prospera el fascismo y movimientos de similar naturaleza; solo descubrimos los nombres de sus mentores, muchas veces, cuando ya adquirieron notoriedad y, por lo tanto, muy tarde. Sepa el pueblo votar.
.Juan L. Marcotullio
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