¿Por qué funciona Malvinas como la gran causa nacional?

¿Por qué funciona Malvinas como la gran causa nacional?

Es uno de los numerosos temas que aborda Exequiel Svetliza en su libro, que se presenta mañana en la Facultad de Derecho

ABRIL DE 1982. La Plaza de Mayo colmada. Tras esa manifestación se lee un operativo cultural muy fuerte.  ABRIL DE 1982. La Plaza de Mayo colmada. Tras esa manifestación se lee un operativo cultural muy fuerte.

“Antes de arrancar repetía eso de que las Malvinas son argentinas como una especie de mantra, pero no sabía bien por qué. Hoy puedo desandar ese relato con algunos fundamentos”, sostiene Exequiel Svetliza. Ese arranque se tradujo en una investigación que al cabo de los años tomó forma de tesis doctoral y de libro. Pero “Tras su manto de ficciones - Malvinas: relato de guerra” trasciende el paper académico. La exploración sobre ese relato nacional -sus orígenes, su permanente construcción, la retroalimentación con distintas manifestaciones de la cultura- le otorga al trabajo un dinamismo propio de la crónica periodística.

El libro fue editado por la Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán, en el marco de su colección Saberes Académicos, y la presentación se realizará mañana a las 20 en el aula Belgrano de la Facultad de Derecho (25 de Mayo al 400), con la participación de Ernesto Picco. Del viaje que significó escribirlo habló Svetliza, que es doctor en Letras y docente en la UNT,

- ¿En qué momento y por qué se despertó tu interés en trabajar sobre el tema Malvinas? ¿Qué te genera en lo personal?

- Empecé con mi tesina de licenciatura en 2008 y seguí con una beca doctoral y otra postdoctoral de Conicet. El motor fue la curiosidad y también el hecho de que, en aquel entonces, no había muchas investigaciones que hayan encarado la cuestión Malvinas desde la ficción. Como todo proceso de formación tan extendido, personalmente fue muy transformador porque me dio herramientas para analizar tanto la realidad como la ficción. Me amobló la cabeza y estaré siempre agradecido al sistema científico por eso. En cuanto a Malvinas, antes de arrancar repetía eso de que las Malvinas son argentinas como una especie de mantra, pero no sabía bien por qué. Hoy puedo desandar ese relato con algunos fundamentos. Sería demasiado pretencioso decir que entiendo la guerra, pero ahora tengo la certeza de que no fue un suceso histórico absurdo. Al contrario, tiene muchísimos sentidos.

- ¿En qué lugar del imaginario nacional y de qué forma crees que habita la cuestión Malvinas?

- Es omnipresente. Desde algunos de los relatos fundacionales de la Nación hasta el “Muchachos...” que cantaron los hinchas en Qatar 2022. Tiene una presencia simbólica muy gravitante y sigue siendo una de las pocas cuestiones acerca de las cuales una sociedad tan fragmentada como la nuestra puede alcanzar un grado muy alto de consenso. Lo cual no implica, claro, que para todos Malvinas signifique lo mismo. Creo que Malvinas ha sido y continúa siendo una vía excepcional para pensar en eso que podemos llamar una identidad nacional y a las distintas formas que asume nuestro nacionalismo, con todas la complejidades y las contradicciones que suponen esas ideas.

- El primero de los ejes del libro es la transformación de Malvinas en una causa nacional. ¿Cómo operó ese proceso?

- A través de una serie de operaciones políticas, intelectuales y culturales que hicieron de Malvinas el relato de un despojo. A muchos de los argumentos históricos, geográficos y legales que sostienen el reclamo argentino de soberanía de las islas hasta el día de hoy los brinda Paul Groussac en una investigación escrita en francés en 1910. Pero esa obra se traduce, resume y distribuye en las escuelas a instancias del senador socialista Alfredo Palacios, recién en 1934. Es el Estado entonces el que interviene a partir de ahí a través de sus instituciones, principalmente educativas, para ayudar a configurar ese relato como una causa nacional y popular. Cuando la dictadura toma la decisión de recuperar Malvinas por las armas en 1982 ese relato ya se encuentra sedimentado y goza de mucho consenso. Uno de sus fundamentos principales es que la nuestra es una nación cercenada y sólo una vez que se restituyan las islas podrá alcanzar su completitud.

- En lo referente a la guerra de 1982 te referís a “trincheras intelectuales”. ¿En qué consistió esa dicotomía?

- Es un lugar común a la hora de pensar la guerra decir que la decisión de la Junta Militar fue acompañada de forma unánime por la sociedad y por los intelectuales, es decir, que no hubo disensos y, si los hubo, fueron aislados. Ese es un mito que no contempla el contexto represivo y de censura de la época que impedía la circulación de esos discursos. A su vez, también omite las discusiones y debates que sí se dieron en ese momento entre intelectuales y pensadores, tanto en el país como en el exilio. Lo que llamo “trincheras intelectuales” refleja esas posiciones a favor y en contra de la operación militar. Malvinas aparece en esas discusiones como un territorio simbólico en disputa donde lo que está en juego es la pertenencia o no a la Nación. Es interesante constatar cómo muchos referentes de la izquierda y del progresismo intelectual terminan apoyando la recuperación militar de las islas para no caerse de ese mapa simbólico.

- ¿La literatura ya saldó una deuda con Malvinas, o pensás que hay aristas históricas y géneros que todavía no abordaron el tema en la medida de lo posible?

- Estoy convencido de que la narrativa de Malvinas es una de las tradiciones literarias más prolíficas de la postdictadura a esta parte en Argentina. Sobre el tema se ha escrito y se sigue escribiendo bastante (y me animaría a decir que bastante bien si pensamos en nombres como Fogwill, Gamerro, Lorenz, entre otros). Si hay alguna deuda con Malvinas, de seguro, no es de la literatura que nos ha permitido mirar las islas y el suceso particular de la guerra por fuera de los dogmatismos y pruritos de otras disciplinas. Lo maravilloso de la literatura es que siempre le está encontrando la quinta pata al gato, así que no dudo de que seguirá descubriendo formas insospechadas de escribir, de leer y de pensar Malvinas.

- ¿Cómo se “escribe” una guerra como la de Malvinas?

- Diría que la ficción escribe la guerra dándole la espalda a la épica belicista, al heroísmo y a los grandes relatos de Nación. En la mayoría de los casos, la literatura procede a inmolar ese tipo de relatos y, con los fragmentos, arma un artefacto que nos permite verle los hilos a la gran causa nacional y popular argentina. La literatura se ha permitido la profanación y la insolencia respecto del conflicto bélico y de la causa. En ese gesto desacralizador reside gran parte de su potencia para obligarnos a pensar(nos) desde otro lugar. Creo que predomina una actitud de cantar la Marcha de San Lorenzo como “Febo asoma, punto y coma, los zapatos de mi abuela son de goma…”. Hay una zona muy importante del corpus de Malvinas que plantea una picaresca de guerra.

- ¿Qué clase de película te gustaría ver referida a Malvinas, ya sea sobre la guerra, sobre el antes o el después?

- Si uno toma como referencia las películas argentinas más canónicas sobre la guerra (“Iluminados por el fuego” y “Los chicos de la guerra”) puede llegar a pensar que el cine nacional ha propuesto un relato bastante estereotipado del conflicto. Por suerte, hubo varias producciones en los últimos años con miradas mucho más interesantes que se alejaron del relato testimonial de los protagonistas. Incluso un grupo de tucumanos filmó una versión de “Los Pichiciegos”, lo cual celebro. Personalmente, me gustaría una película que retome otra de las obras fundantes de la literatura de Malvinas: el cuento “Primera línea”, de Carlos Gardini. Es un texto de ciencia ficción que cuenta sobre un escuadrón de soldados mutilados que vuelven al campo de batalla en forma de ciborgs para seguir peleando.

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