"Yuyo" Noé: “Preferí no vender obras a traicionarme en mi búsqueda”

"Yuyo" Noé: “Preferí no vender obras a traicionarme en mi búsqueda”

Acaba de cumplir 90 años. Entre otras distinciones, ganó el Konex de brillante, otorgado al pintor más destacado de la Argentina. En esta entrevista, publicada en estas páginas en 2012, recuerda sus comienzos, habla de los años en que dejó la pintura y de su relación con la crítica y la comercialización del arte.

ATRACCIÓN. “Las ‘figuritas’ me hacían soñar, me transportaban mucho más que los relatos novelados”, relata Luis Felipe Noé. ATRACCIÓN. “Las ‘figuritas’ me hacían soñar, me transportaban mucho más que los relatos novelados”, relata Luis Felipe Noé.
04 Junio 2023

Por Asher Benatar para LA GACETA

- ¿A qué edad sintió que quería ser pintor?

- Desde muy chico. La pintura siempre me atrajo. Las “figuritas” me hacían soñar, me transportaban mucho más que los relatos novelados. En lugar de novelas de Salgari, en mi infancia pedía que me regalaran biografías de pintores. Si me pide más precisión, le contesto que tal vez a los ocho años. Es algo aproximado porque a esa edad no se tiene conciencia de los oficios. Por empezar, en aquella época la educación pictórica para un chico era muy distinta a la de ahora. Actualmente es mucho mejor, hay una cantidad de maestros que hacen un trabajo de enseñanza ejemplar. Mi padre intentó inclinarme a la literatura, pero a mí la literatura siempre me dio cierta pereza. Un pedazo de imagen me decía mucho más que ese mismo pedazo en palabras. La secuencia literaria siempre me cansó un poco. En cambio la imagen tiene otro impacto. Dice en un instante muchas cosas y te hace trabajar la cabeza. La primera imagen que me impresionó no fue un cuadro sino la tapa de mi libro de primer grado. Era un chico leyendo un libro que a su vez está leyendo un libro el que a su vez… ese mismo chico repetido hasta el infinito.

- ¿Como el hombrecito que tenían los productos Quaker?

- Algo por el estilo. Y eso hacía que me preguntara: ¿quién es el primer chico? ¿El que estaba en la tapa del libro, o yo?

- ¿Le angustiaba la noción de infinito?

- Toda pregunta significa una angustia. Pero toda angustia, si no está jugada a un problema personal, es una respuesta intelectual. Vivíamos en una casa de departamentos donde había mucho mármol. Y los dibujos de esos mármoles yo los veía como caras. Eso me preparó para rescatar la imagen figurativa de la mancha. Además, en el departamento en que vivía había un espejo, un espejo enfrentado a otro. Volvemos a la sensación de infinito. A eso se unía la imagen de un hombre muy raro, un loquito (es una forma de decir) que a menudo, cuando yo salía para el colegio, pasaba caminando al revés. Caminaba al revés y a mí siempre me gustó que las posibilidades fueran “al derecho y al revés”. Por supuesto fui el primer discípulo de ese tipo. Me encantaba verlo. Saludaba a la gente siempre caminando para atrás. Todas esas cosas dejan marcas. Como también me marcó la actitud de mi padre, que me llevó a familiarizarme con el arte moderno. Por eso, cuando yo observaba la reacción de la gente ante la representación de la figura humana que mostraba la obra de Picasso, me sorprendía. Es que, llevado de la mano de mi padre yo veía a la gente como la mostraba Picasso. Me refiero a su sentido esencial.

El establishment

- ¿Qué opina de la forma en que está encarada la comercialización? ¿El sistema de galerías es un establishment criticable?

- Estamos en un mundo donde hay reglas comerciales. El establishment son las reglas sociales de propiedad, de forma de venta. Por supuesto que estamos sujetos a todo esto. Pero eso para mí no es lo peor. Lo peor es que estamos sujetos a la imbecilidad. Esto forma parte de la estructura societaria en la que estamos (a la que no elogio para nada). Yo, a pesar de todo, a veces elijo el establishment. Me llama un tipo por teléfono y me dice: “quiero ir a su taller y comprar un cuadro suyo”. Y yo le digo: “no, tiene que ir a la galería”. En ese momento estoy eligiendo establishment porque soy honesto, porque he llegado a un pacto con una galería y no me gusta vender a sus espaldas, cosa que me hace perder muchas ventas. Yo escojo este camino porque son las normas, las reglas de la conducta societaria. Y dejo de lado a un tipo que cree que por hacerlo en mi casa compra más barato. No quiero tratar con un tipo que se quiere hacer el vivo. Le cuento anécdotas de lo que es vender directamente: un señor pregunta: ¿Cuánto cuesta este cuadro? Tanto. Discusión. Se negocia. El precio va bajando. Finalmente nos ponemos de acuerdo. ¿Y en cuántas cuotas puedo pagarlo? Pero usted me ataca por todos lados. Vea, le voy a contar mi vida. Entonces me cuenta (este hombre era director de un banco) que fue lustrabotas. Entonces lo que correspondía era que le preguntara: ¿a quién le estoy vendiendo? ¿Al lustrabotas o al director del banco? Otra. Un tipo quería comprarme un cuadro. Discutimos amablemente aunque el regateo me molesta. El precio baja y por fin llegamos a un acuerdo. Luego, cuando llegó el momento de concretar, nos dimos cuenta de que hablábamos en dos idiomas distintos. Yo en dólares y él en pesos. Con esto quiero decir que todo es inútil. Es el juego de bajar por bajar. No lo aguanto. Por eso prefiero tener un acuerdo con la galería, se quedan con un porcentaje y me ahorran esto que no tolero. Yo soy pintor, no vendedor. A mi taller ya no entra nadie a comprar cuadros. Las ventas se tratan en la galería. De los que me llaman por teléfono para venir al taller, prácticamente el 80% no va luego a la galería (por eso digo que pierdo una gran cantidad de ventas). Los que van a las galerías son otros. Yo no estoy desesperado por vender ¿Quieren comprar pintura como si compraran un sándwich en la esquina? No lo acepto. Leyeron sobre la vida de Modigliani y creen que todos los pintores se mueren de hambre. Entonces, piensan, conviene ir a comprarles… No, no me interesa. Yo tampoco soy un gran productor que realiza siete cuadros por día. No, ni en meses. Bastante si realizo veinte por año.

- ¿Entonces empezó siendo no figurativo?

- Yo empecé siendo figurativo–no figurativo, las dos cosas, porque en la época que empecé a pintar todo era en función de la figuración. Picasso decía que toda abstracción nace de la figuración. Después vino la abstracción. Y hubo aquí, en la Argentina, el período del arte concreto. Ellos decían: no somos abstractos. Somos concretos. Y a mí se me armaba un barullo en la cabeza. ¿Cómo concretos? Si no son figurativos. Y ellos decían: no, un cuadro es una cosa tan concreta como una hoja de árbol. Es lo que es. Por eso se llamó arte concreto. El cuadro no era abstracto, tenía formas abstractas pero era un objeto concreto. Todas esas cosas me costaba entenderlas en el momento pero me interesaba ya el concepto de abstracción, que fuera algo discutible, en diálogo con la figuración. Por otra parte yo sentía que el mundo es figurativo pero que la pintura como lenguaje es abstracta. Porque está construida con elementos que son abstractos, líneas, espacios, colores, todos elementos abstractos.

- ¿Coincide en que el principio de la pintura es el arte rupestre?

- Sí, el comienzo de las pinturas es en las cavernas, no en el Renacimiento. Hay gente que cree que la pintura debe tener el aval de un modelo de la antigüedad, pero el modelo de la antigüedad son las esculturas, las pinturas casi todas se perdieron. Y aunque haya puntos de contacto, entre escultura y pintura hay una diferencia esencial. La escultura se basa en volúmenes. Y de un solo sujeto. Hay pocas que se componen de conjuntos (el Laocoonte por ejemplo). La escultura está centrada en lo totémico. La pintura en cambio pinta las sombras, las luces, el mecanismo de relaciones. Ahora con la fotografía se puede captar, se puede entender. Hay muchas formas de interrelacionar el conjunto. Podés interrelacionar con luces, con puntillismo, tenés muchas maneras de zurcir el cuadro si querés. El tejido del cuadro es una de ellas.

Objetividad y subjetividad

- ¿Tuvo rispideces con la crítica?

- Por supuesto. Aunque de mi primera exposición se habló muy bien, de la segunda también. En un momento yo le dije a De la Vega: creo que en algo estoy equivocado. Porque si tengo tanto éxito quiere decir que no estoy revelando nada nuevo. Y yo lo que quiero es revelar algo nuevo. Y cómo, entonces, podía reflejar un mundo de tensiones, el caos que yo sentía, el caos del mundo, si utilizaba un lenguaje cuasi romántico cuando todo es un mundo de tensiones, rupturas… Entonces empecé a ensartar contenciones y rupturas. Consecuencia, pasé de haber vendido como chocolate a no vender por un largo período. Y en un momento tuve una crisis, dejé de pintar y empecé a hacer unas instalaciones muy confusas y difíciles de realizar que eran para mí un modo de asumir el caos. Me retiré, preferí no vender obras a traicionarme en mi búsqueda.

- ¿Se considera un romántico?

- Me considero un romántico en la medida en que el romanticismo rompió ese concepto entre objetividad y subjetividad. No todo es subjetividad. Mi primera etapa, fue en parte, con los pintores de Otra Figuración: Macció, de la Vega y Deira. El grupo que formamos fue una experiencia notable, superando la diferencia entre “figuración y abstracción”, y la gente lo reconoció. Nos hicimos muy conocidos. Luego extremé mi búsqueda de asunción del caos haciendo instalaciones, abandonando la obra estrictamente pictórica plana.

- ¿Qué hizo en esos nueve años en que no pintó?

- En esos nueve años en un momento trabajé con espejos, a ver si podía hacerlo de manera objetiva. Un intercambio entre espejos plano-concavos. No hacen ni gordo ni flaco. Agarran tu imagen hasta la mitad y la segunda mitad te devuelve la misma imagen. Entonces te convertís en solo piernas, o dos cabezas unidas por el cuello. U horizontalmente. Con todo eso yo empezaba por hacer una ambientación, ambientación que sólo pude concretar en el famoso mayo del 68, pero en Venezuela. Después no la repetí. Fue una búsqueda. Luego, tenía que vivir de algo. Puse con amigos un bar (el “Bárbaro”), que tenía mucho éxito pero también demasiados socios. Después empecé a enseñar en la Escuela Panamericana de Arte, luego ensayando en mi propio taller, en mi casa. Ahí aprendí una cosa. Que si te falta plata, tenés que crecer, invertir, saltar al vacío. Cuando me casé tenía un departamentito chiquito en el Hogar Obrero. Ahí conocí a gente maravillosa. Era amigo de Carlos Peralta, de Piri Lugones, de Rodolfo Walsh y de muchos otros. Los fines de semana se juntaba un montón de gente: Quino, Brascó, Paco Urondo, tantos…Durante ese tiempo me fui y volví al país varias veces. En una oportunidad, para enseñarle a chicos, alquilé un departamento en el edifico al que le llamaban 70 balcones y ninguna flor, Pueyrredón y Corrientes. Eso fue en el 73. Luego vino el golpe, decidí irme a Francia. Después vino todo lo que puede apreciarse en los libros y en los catálogos de mis exposiciones.

- ¿Siempre en forma apasionada?

- Siempre.

© LA GACETA

PERFIL

Luis Felipe Noé nació en 1933. Vivió en París y Nueva York. Actualmente reside en Buenos Aires. En los 60 formó parte de Nueva Figuración, grupo de pintores que tuvo trascendencia internacional. Realizó más de cien exposiciones en Madrid, Nueva York, Ámsterdam, Bergen y en las principales ciudades de América Latina. Entre los numerosos premios que cosechó en su larga carrera, recibió el Premio de la Asociación de Críticos de Arte de la Argentina, el Premio Fortabat, tres Konex de Platino, y uno de Brillante como el pintor más destacado de la Argentina. Es autor de más de una docena de libros.

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