Piedra, papel o tijera

Cuando Manzur eligió “piedra” apareció el papel de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y lo mostró como un débil jugador atrapado en la misma telaraña que él ayudó a tejer en homenaje y en nombre de su creador político.

El tiempo es veloz. Los acontecimientos se suceden a un ritmo desenfrenado. El festejo de un logro se evapora como el agua hirviendo de una pava. Las derrotas se van como el agua del río. No hay tiempo para celebrar ni para aprender de los yerros. El martes 9 de este mes los tucumanos se quedaban sin elecciones a la vista y el martes 16 ya tenían fecha y hora para elegir el futuro de la provincia. El péndulo oscila vertiginosamente.

En medio de esa vorágine el gobernador de la provincia aterrizó esta semana que nunca más volverá y ante la prensa firmó el decreto de la nueva convocatoria a elecciones. Un periodista le consultó: ¿y ahora qué va a hacer? Las preguntas más simples suelen ser las más complicadas. Las preguntas son incapaces de cerrar algo. Llevan intrínseco la apertura y el movimiento. Detrás de una pregunta viene algo que se pone en marcha.

Manzur, aquel político que Alperovich inventó, aprendió muchísimo del arte de la política, pero al hombre –a cualquiera- le cuesta disimular cuando está entra la espada y la pared. “Touché”, dirían los expertos de esgrima. El gobernador, primero, se rió buscando minimizar el poder letal que había tenido la pregunta. Después buscó la mayor cantidad de ambages posibles para salir del atolladero como si nada hubiera pasado. Pero había sido una estocada fortísima. Es que aunque el tiempo es veloz y Manzur tiene distintos caminos para seguir pero ninguno es el que quiso. Deberá conformarse. Al finalizar lo que intentó ser una respuesta dijo: …voy a conducir.

A sólo 350 metros de esa frase estaba Osvaldo Jaldo mirándolo. Lo escuchaba impertérrito porque las cámaras de LGplay mostraban su rostro mientras hablaba el gobernador en una pantalla dividida, ¿rara metáfora de los tiempos que vendrán?. Y, cuando se le consultó sobre esa respuesta de Manzur hizo tantos o más circunloquios que el gobernador.

En el hipotético caso de que Jaldo se convierta en gobernador, ¿Cómo sería la conducción de Manzur? El peronismo desde hace tiempo ante la incapacidad de diálogo ha hecho que quien gobierna termine siendo el presidente del partido de manera que no tenga problemas. El diálogo y el consenso hace tiempo que no fructifica. Es difícil imaginarse a Manzur yendo todos los días a la sede del PJ de calle Rivadavia y ordenar políticas desde allí. Si algo diferencia a Jaldo de Manzur es el temperamento. El gobernador actual, salvo estos últimos días, siempre ha hecho gala de una paciencia infinita. En cambio, el espíritu del vicegobernador tiene nervios que lo traicionan. Sin embargo, en estas circunstancias el tiempo juega a su favor. Jaldo sólo se sienta a esperar. Sabe que si llega al poder, el correr de los días siempre estarán de su lado.

El 11 de noviembre de 1973 un apasionado escritor tucumano escribió el siguiente poema “El hombre que yo inventé”. Parafraseando aquellos versos, desde estas columnas se comparaba a principios de siglo a aquel escrito con los inicios políticos de Manzur. Era la potencia del gobernador José Alperovich la que iba a propulsar la carrera política del entonces ministro de Salud que después terminó siendo dos veces vicegobernador y otras tantas gobernador, además de ministro de la Nación y Jefe de Gabinete. Hoy, en el horizonte, asoma el ocaso. El gobierno nacional se muestra en retirada al punto que su principal lideresa, la vicepresidenta Cristina Fernández, llegó a decir que “hay que intentar llegar al ballotage”. Increíble frase denota la debilidad kirchnerista. Ante eso, Manzur debe ver que lo mejor sería una poltrona en el Senado de la Nación. Para tenerla tiene que pedirle a su compañero de universidad y de tantas cruzadas, Pablo Yedlin, que le dé esa banca. En Tucumán, aunque él se niegue, da la sensación que no tiene espacio como si su casa se fuera quedando sin muebles. Aquel poema de Fasolo decía: “Compré un par de zapatos,/ le puse un par de piernas,/ luego el torso, / los brazos,/ el cuello,/ la cara completa,/ el pelo,/ y tuve el hombre./ pero un hombre desnudo/ con zapatos únicamente,/ únicamente es ridículo./ Entonces/ le puse pantalones,/ camisa,/ corbata,/ -Habla-, le dije,/ y habló./ Me miró/ (me asusté)/ -¡Inventé un hombre! –grité. “Inventé una vida”, pensé/ y tuve miedo de que me dijeran loco/ y no me creyeran./ Por eso,/ miré la corbata otra vez, hice un nudo distinto,/ y apreté,/ apreté.

Ni el entorno de Manzur tiene capacidad para descifrarlo. Sin embargo, ante esta falta de oxígeno político, no falta quien augura que en su rol de “canciller” intente cumplir alguna tarea en algún organismo internacional donde tiene amigos como Luis Almagro, actual secretario general de la ONU.

Después del tristemente célebre paso por la Jefatura de Gabinete, Manzur ha tenido señales que alertar sobre el estrangulamiento de su carrera política. Los chicos cuando tienen que decir cosas recurren a uno de los recursos más perfectos para que la discusión no tenga reproches: “el piedra, papel o tijera”. Es un poco más complicado que tirar una moneda o la taba al aire. Juega con la psicología de los contendientes y al soslayar la opción binaria, el azar se esconde detrás de esa tercera opción.

Cuando Manzur eligió “piedra” apareció el papel de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y lo mostró como un débil jugador atrapado en la misma telaraña que él ayudó a tejer en homenaje y en nombre de su creador político.

Cuando Manzur eligió papel, la tijera constitucional lo dejó fuera del juego electoral y cortó el trozo rectangular del voto en el que figuraba su nombre.

Cuando Manzur eligió tijera para cortar los votos de toda la oposición y obligarlos a imprimir –y gastar milones- de nuevo los votos para el 11 de junio, la Junta Electoral de la provincia eligió piedra e hizo añicos su no tan sutil venganza.

Castigado por su propia creación constitucional, sin nombre y con las firmas de tres hombres que militaron en la causa peronista como Washington Navarro Dávila (actual ministro de la Defensa), Edmundo Jiménez (ministro Fiscal) y Daniel Leiva (presidente de la Corte), Manzur se ve obligado a calibrar su brújula política, cuyo imán apunta sólo a la Capital donde la postulación de Rossana Chahla le indica un Norte salvavida.

¿Fin de ciclo?

Gane quien gane en Tucumán, sea la oposición o el oficialismo empieza a cerrarse un ciclo en la provincia. Comenzó el siglo pasado cuando Julio Miranda quiso ser gobernador durante el gobierno de Ramón Ortega. Fue costosa esa elección en la Legislatura tucumana. Habían llegado cabeza a cabeza el propio Miranda y el ahora irascible constitucionalista Roberto Toledo que por las vueltas de la vida ha terminando siendo factor fundamental de la suspensión de estas elecciones. Cuando el siglo daba sus últimos estertores, el furor por la compra de voluntades para conseguir lo que se quería en política, empezaba a dejar los pañales para caminar con facilidad.

El Alperovichismo perfeccionó este sistema. Tan bien lo hizo que ninguno de los dirigentes cobijados por el tres veces gobernador de la provincia terminó con los bolsillos flacos como le ocurrió a algunos políticos de la primera mitad del siglo XX que terminaban desprendiéndose de su patrimonio para cumplir sus sueños públicos. Ahora, el mundo es al revés, el país se empobrece y la dirigencia se enriquece. Manzur y Jaldo siguieron por la senda que les desmalezó Alperovich. En estos tiempos que el siglo XXI es mayor de edad, de la mano de la tecnología y de nuevas generaciones que van empezando a calentarse en el calor del poder que modifiquen o no esos paradigmas que han aumentado la pobreza y la dependencia con Buenos Aires.

De Fasolo a Lebon

A Osvaldo Jaldo lo espera una difícil encrucijada. El frustrado “Piedra, papel o tijera” de Manzur le ha asfaltado los caminos al vicegobernador. Su compañero –y ex enemigo- de cruzada de los últimos tiempos se ha desinflado. Por eso se anima a decir qué cosas haría si llegara a sentarse en el sillón de Lucas Córdoba.

Se anima a decir que va a reformar la Constitución siempre y cuando se pongan de acuerdo y se sumen los demás partidos o a mostrar proyectos que Manzur no realizó. Si llegara a tener el respaldo popular el 11 de junio, a cuál Jaldo habrán votado los tucumanos. O, mejor dicho, ¿cuál Jaldo se pondrá el saco de gobernador? El que defiende a capa y espada a Leiva, un hombre que destruyó su toga en poca tiempo por defender a quienes lo pusieron y cumplir con el peronismo y lo dejó grabado para que nadie se olvide o el Jaldo que invita a la pluralidad porque ve aquel Tucumán que lo cobijó como estudiante universitario que hoy es más pobre y tiene más deterioro que nunca.

Los poetas como Fasolo nos ayudan a entender gracias a la magia de su síntesis. Otro trovador como David Lebon supo explicar eso del tiempo veloz: ...”Perdona mi amor/ Por tanto hablar, es que quiero ayudar/ Al mundo cambiar, qué loco/ Si realmente se pudiera/ Y todo el mundo se pusiera alguna vez a realizar”.

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