Al haberse definido las listas de candidatos para las elecciones del 14 de mayo puede decirse que los políticos buscan replicar conductas del mundo de los negocios. En particular, la segmentación de mercados. Ella implica ofrecer variedades de un mismo producto a grupos relevantes de potenciales clientes en vez de un solo bien para todos. Un ejemplo son los automóviles. Una empresa podría ofrecer un solo modelo de sus vehículos y otra un modelo para el joven con ánimos de diversión, otro para el novel profesional, otro para la familia recién formada, otro para el profesional maduro y exitoso y así. Bien podría especularse con que la primera firma venderá menos que la segunda.
Este análisis puede extenderse a la política comparando una lista única con la ley de lemas o con los acoples. La lista única es el modelo único, los sublemas o los acoples representan segmentaciones de mercado. Al estudiar una lista única un votante podría encontrarse con candidatos que le gustan y otros que no, y evaluar su posición. Un postulante muy preferido en un primer lugar puede compensar la presencia de otros no tan aceptables, pero si el mejor en la opinión personal estuviera en un lugar que casi con seguridad no alcanza para una banca entonces la decisión del voto podría ser diferente. En cambio, sublemas o acoples ofrecen listas “a medida” para los diferentes grupos de votantes. Puede esperarse que el saldo entre preferidos y menos preferidos sea más positivo que cuando hay una sola lista por partido.
¿Para qué se hace esto? Para sumar más votos al candidato a gobernador o intendente, según se trate de listas para legisladores o concejales. El candidato a Ejecutivo sería el recaudador de la segmentación.
Por cierto, sublemas y acoples no son lo mismo y eso trae consecuencias diferentes para la vida política. La ley de lemas era el traslado a la sociedad de la interna partidaria. En vez de hacer que dentro de cada partido se votaran precandidatos y con ellos armar una lista que ofrecer a la comunidad se presentaban varias listas y los ciudadanos al votar resolvían la interna: los votos de los sublemas se sumaban para dar el total del lema (el partido), la comparación con otros lemas resolvía cuántas bancas se llevaba cada partido, y del cotejo entre sublemas surgía quiénes eran los favorecidos dentro del lema.
Los acoples, en cambio, son partidos independientes que van agregados a una fórmula ejecutiva. Si no hay corte de boleta cada uno suma a la misma fórmula, pero al calcular las bancas compiten contra todo el resto, no sólo con los “socios” como era con los sublemas.
De allí que puedan producirse resultados como los observados en 2019. En la capital, catorce de los 18 acoples de Vamos Tucumán, la alianza encabezada por la Unión Cívica Radical, no lograron bancas. Es decir, el 52 por ciento de los votos para acoples de VT se desperdició en listas que no alcanzaron un solo puesto. Si hubiera existido ley de lemas y los votos hubieran sido los mismos VT hubiera logrado tres legisladores más. En el Este ninguno de los tres acoples con votos de VT consagró legisladores, esto es, perdió el cien por cien de los votos. Con ley de lemas hubiera entrado un legislador. Y en el Oeste VT desperdició el 34 por ciento de los votos. Con ley de lemas lograba una banca más. En resumen, VT llegó a seis legisladores cuando pudo tener once mediante otro sistema electoral o mejor división de acoples. Como el Frente Justicialista por Tucumán, que sólo perdió una banca (con Hacemos Tucumán) pues tuvo 31 cuando pudo haber llegado a 32. En capital desperdició el 35 por ciento de los votos, en el Este el cuatro por ciento y en el Oeste el 18 por ciento.
Tal vez, es una hipótesis, el peronismo segmentó por barrios, al menos en la capital. Cada acople se concentró en una zona pequeña y así la estructura de control, que incluye las funciones de llevar votantes o reponer votos robados, se pudo aprovechar con eficiencia en el barrio propio. En cambio los radicales se dispersaron por toda la ciudad y nunca pudieron controlar nada. También es posible que el peronismo haya “vendido” gestión (en general los vecinos no distinguen entre concejales y legisladores) y los radicales sólo promesas e imágenes. Es decir, los peronistas supieron segmentar, los radicales no.
Por supuesto, si todos segmentan la puja por el Ejecutivo se parecería a cuando todos presentaban lista única. Pero si todos segmentan y uno no, este último queda peor parado. Sin embargo, desde lo legislativo a veces pareciera que no necesariamente en todos los casos vale la pena segmentar. Fuerza Republicana no lo hizo y le fue bien. Pero cuidado, comparado con VT. Si esta alianza hubiera trabajado de otra manera hoy podría hablarse del fracaso de FR y sus sólo tres legisladores, no los ocho que logró.
Un punto más. No se trata sólo de cómo sumar más votos para una fórmula ejecutiva. Cualquier partido tiene derecho a no llevar postulantes a todos los cargos y pedir el apoyo a candidatos de otro diferente. Pero cuando hay más de cien partidos que hacen eso y comparten sede legal, apoderados y declaración de principios, no son verdaderos partidos. O el sistema debería virar al parlamentarismo y gobernarse por alianzas o es una farsa. Y el problema principal de esa farsa es la falta de políticas de largo plazo. En democracia hay desarrollo cuando se gobierna por acuerdos prolongados, y ellos requieren la continuidad de las partes para la verificación de los compromisos. Con los acoples como meros sellos puede dudarse de tal continuidad y por lo tanto una Legislatura de varios acoples no será de acuerdos básicos de largo plazo sino de prebendas para votos del momento. Los acoples pueden servir para ganar gobernaciones o intendencias, pero no para construir futuro.








