La envidia y el dolor de ya no ser

Envidia. Se podría decir que es envidia sana, o benigna, como para sentirnos un poco mejor. Pero no deja de ser envidia. La psicología nos enseña que las emociones no son malas ni buenas, sino simplemente pueden ser agradables o desagradables. Además, siempre cumplen una función. ¿Acaso la envidia no puede ser un puntapié para hacernos mejores? Para el catolicismo, es uno de los pecados capitales: genera pesar o rencor del bien ajeno. Un vicio que tortura al pecador desdichado y que genera odio al prójimo. El filósofo Francis Bacon afirmaba: “La envidia siempre surge con la comparación de uno mismo; si no hay comparación, no hay resquemor”. Es un sentimiento que aparece como alarma: nos permite confirmar nuestra inferioridad en algún aspecto. El economista Paul Krugman basaba muchos de sus análisis en test en los que se ponía a prueba a los estudiantes y comprobaba que muchísimos preferían tener menos, pero que los demás ganaran menos que él. Y explicaba que la paradoja –preferimos tener menos y que los demás estén por debajo a tener más si los otros están por encima– se debe a un sesgo comparativo.

En Tucumán hoy miramos alrededor y envidiamos. Pero porque primero miramos hacia adentro. Conocemos nuestra provincia. Y vemos lo que pasa a pocos kilómetros y… envidiamos. Envidiamos que Santiago del Estero tiene el estadio de fútbol más moderno del país y uno de los mejores de Sudamérica. Envidiamos que venga la Selección y se instale a 200 kilómetros de Tucumán ya que, creemos, tenemos mucha más historia futbolística que ellos. Pero envidiamos además que en ese estadio se puedan hacer shows internacionales, que aquí no podemos albergar. Envidiamos que tengan una pista de carreras, de autos o de motos, de primer nivel mundial a tan sólo 70 kilómetros de nuestra provincia. Que Las Termas de Río Hondo, a la que siempre relacionamos sólo con aguas termales y tours de abuelos, sea hoy una pequeña Las Vegas con hoteles cinco estrellas paradisíacos, una de las mejores canchas de golf del país y, además, obras viales como la nueva circunvalación que hicieron. Envidiamos que Salta tenga un estadio como el Padre Mertearena, al que al menos una vez por año van a jugar amistosos Boca o River. O que tengan un polideportivo cerrado como el Delmi que se puede usar para competencias de básquetbol, vóley, boxeo, artes marciales, así como también para conciertos y que ya albergó eventos mundiales. Envidiamos que Jujuy tiene un estadio como el 23 de Agosto que no sólo ya fue sede de una Copa América sino que fue elegido el año pasado para partidos oficiales de Los Pumas, lo mismo que en Salta y en Santiago del Estero cuando Tucumán, por lejos, es la provincia más importante del deporte de la ovalada en la región. Hasta Catamarca tiene un estadio, el Bicentenario, que ya fue sede de partidos de la Copa Argentina con Boca, River, Racing, San Lorenzo e Independiente como protagonistas. Nunca se jugó un partido de la Copa Argentina en Tucumán, a pesar de tener a dos gigantes como Atlético y San Martín.

Envidiamos sus infraestructuras. Que mientras en el tramo La Banda-Termas de Río Hondo la autopista tan anunciada avanza sin problemas, del lado tucumano estamos estancados en medio de la burocracia. Envidiamos, cada vez que salimos de Tucumán, el estado de los caminos en cualquiera de las provincias que nos rodean. Envidiamos que salteños y jujeños puedan alardear de sus bellezas naturales y nosotros, que también las tenemos, debemos que hacer la salvedad a quienes nos visitan que para llegar a ellas hay que tener cuidado de que no se desmorone la montaña y queden atrapados sin poder volver a no ser que lo hagan… por Salta.

Lo peor es que nos envidiamos entre pobres. En los últimos índices que mostró el Indec, Santiago del Estero, con un millón de habitantes, tiene un índice de pobreza del 46,5%. Jujuy, con 798.000 residentes, tiene el 41,8%. Salta, con 1,4 millón de habitantes tiene el 40,1%. Catamarca, con 430.000 ciudadanos tiene el 44,3% de pobreza. Y Tucumán, la provincia más densamente poblada con 1,7 millón de habitantes tiene el 43,5% de habitantes pobres. Entonces, si todos somos pobres, ¿por qué el resto de las provincias invierte en infraestructura y nosotros no? ¿Por qué ellos tienen esos logros para mostrar y nosotros vemos cómo se caen los puentes o, peor, se desarme el dique El Cadillal por no haber hecho el mantenimiento debido desde hace 20 años? Eso sí, tenemos la Legislatura más cara del país, con un presupuesto de $274 millones anuales mientras que la de Santiago es la de menor gasto, con $14 millones. Diferencias. ¿Cuánto hace que en Tucumán no se hace una gran obra de infraestructura? Rápidamente podemos recordar el Hospital del Este, las remodelaciones en El Cadillal y… ¿la avenida Perón, en Yerba Buena? No mucho más que eso. Mientras tanto, las provincias vecinas, con la misma realidad que Tucumán crecieron y dejaron atrás, muy atrás, lo que nos creíamos de ser el polo del Norte. Ya ni de ser el Jardín de la República podemos jactarnos.

No pasó un año desde que el coronavirus nos tenía contra las cuerdas y, sin dejarnos levantar las defensas, es ahora, otra vez, un mosquito el que nos tiene aterrados. El Aedes aegypti es el enemigo al que nos enfrentamos y ya se volvió común ver gente que, así como antes salíamos a la calle con barbijos y alcohol en gel, ahora lo hace con repelente. Pero mientras en el Gobierno hablan de la delicada situación sanitaria que estamos atravesando, subyace un motivo que hace que esta nueva epidemia sea aún más peligrosa en nuestra provincia. Si, la pobreza. Según un estudio del Conicet, “No es casual que la epidemia de dengue esté castigando hoy principalmente a los barrios más vulnerables, donde no hay servicios esenciales, donde abundan los basurales, donde falta empleo y sobran las necesidades”. “La mayor cantidad de casos ocurre en los sectores de la ciudad que presentan peores condiciones de vida. En estos sectores también suelen localizarse múltiples microbasurales que abarcan desde residuos dispersos hasta grandes vertederos. Sin embargo, en otras zonas de la ciudad con mejores condiciones de vida también se registraron casos de dengue, aunque en menor cantidad”, dijeron. ¿De qué sirve pedir descacharrar si a 10 cuadras de la plaza Independencia los vecinos viven en las peores condiciones de salubridad? ¿Cómo evitar que el mosquito nazca y se críe en zonas en las que las cloacas revientan y son un arroyo a cielo abierto? Si no tenemos las mínimas obras de infraestructura, ¿cómo podemos aspirar a las grandes?

Este año se cumplirán 40 años de democracia en Argentina. En Tucumán, dentro de esas cuatro décadas, el peronismo gobernó durante 36 años. Paradójico, la pobreza se ensaña en una provincia liderada por un partido que hace de la Justicia Social una de sus más emblemáticas banderas. Y así nos quedamos mirando lo que hacen las provincias a nuestro alrededor, a esta altura casi resignados. El meme circuló por todos los teléfonos en las últimas semanas: “En Santiago del Estero reciben a la Selección y al Moto GP y aquí no podemos terminar el puente de El Rulo”. ¡Qué envidia!, ¿no?

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