La era de “Súper Tapia”

La era de “Súper Tapia”

Cada país tiene sus astronautas. Alguna vez leí a un escritor brasileño contar que los astronautas de su país eran Pelé y Ronaldo. Nacidos uno en el pueblo mineiro de Tres Corazones y otro en la periferia de Río, en Bento Ribeiro. Y desde allí, desde aquella infancia humilde, llegaron a la luna. Fueron campeones mundiales. Astronautas de Brasil. Como Diego Maradona, que de Villa Fiorito también él subió a la cumbre del fútbol mundial. Algo así habrá sentido el viernes pasado Claudio “Chiqui” Tapia, que en sus inicios se ganaba la vida barriendo las calles de La Boca y atendiendo el bufet de Barracas Central, el club en el cual además hacía goles como número 9. Y desde allí a Zurich.

¿Acaso no lo llamó públicamente “Chiqui” nada menos que el presidente suizo de la FIFA Gianni Infantino? Sucedió en la sede paraguaya de la Conmebol y con Infantino hablando por video desde Zurich. El presidente de la FIFA contó que los zapatos de “Chiqui” (los cambió tras la derrota inesperada en la apertura contra Arabia Saudita) acaso también ayudaron a la Selección a ganar en Qatar. “Llévense entonces dos pares de zapatos”, aconsejó Infantino al resto de los dirigentes.

Escribí sobre el “Súper Tapia” pos Mundial el miércoles pasado en notas que habitualmente escribo para el diario La Nación. Lo hice motivado porque dos días antes Tapia había sido condecorado por la Conmebol, cuyo presidente, el paraguayo Alejandro Domínguez, llegó a describirlo como “el mejor dirigente del mundo”. Lo que puede un Mundial, pensé en ese momento, recordando que, menos de cuatro años atrás, el mismo Domínguez había echado a Tapia de la FIFA, enojado porque el presidente de la AFA apoyó a Leo Messi en su protesta por supuestas ayudas a Brasil para que ganara la Copa América de 2019.

Pero apenas después de esa nota (publicada el día en el que Tapia cumplía seis años como presidente de la AFA), sucedieron dos hechos más que fortalecen la nueva imagen de Súper Tapia: uno es escuchar a Infantino felicitando a Tapia y usando su apodo (“Chiqui”). Y otro seguramente se conocerá mañana o el martes, cuando la FIFA, como todo parece indicarlo, anunciará a Argentina como nueva sede del Mundial Sub-20 que fue quitado a Indonesia.

Si hasta Jorge Brito, el presidente de River simbólicamente ausente cuando Tapia fue reelegido, es ahora uno de los dirigentes más cercanos a “Chiqui”. Y el ascenso, su base electoral, recibió un aviso de autoridad cuando la AFA de Tapia pidió y logró una sanción para Estudiantes de Caseros después de que sus hinchas cantaron contra el presidente, enojados por un partido contra Instituto que malogró su ingreso a Primera. Grandes y chicos. Nunca un dirigente había acumulado tanto poder en el fútbol argentino tras la muerte de Julio Grondona. Hábil armador, conciente también de sus limitaciones, Tapia, el presidente-jugadorista, sonríe y disfruta como si siguiera haciendo goles en sus tiempos de nueve de Barracas. Retornó esta semana nuestro propio fútbol, al que sí le conocemos todas sus miserias. Ojalá el Mundial sea algo más que una megafiesta popular. Ojalá ayude también a mejorar ese fútbol nuestro.

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