El estadio y la pobreza

El estadio y la pobreza

El partido de la Selección en Santiago del Estero reabrió un debate. La campaña empieza a entrar en la recta final con políticos devaluados en ideas y proyectos y con caras que no miran.

La velocidad de los hechos es brutal. No hay tiempo para detenerse y reflexionar. Nada se detiene. El partido de Argentina que llenó de felicidad a todos. La campaña que no para ni dice nada. La plata que no alcanza y cada vez vale menos. La eterna seducción al FMI para que nunca le suelte la mano a la Argentina. La energía de YPF que chocó contra la Justicia estadounidense y ahora debemos casi 17.000 millones de dólares más. Trump, contra las cuerdas por la misma Justicia que lo acusa de soborno sexual. El Papa que enciende una luz amarilla por su salud y a los pocos días está bien y come pizza con los médicos que lo operaron. El camino a los valles se abre y se cierra como un herida en la planta del pie que no sabe cómo cicatrizar. El vicegobernador Osvaldo Jaldo que revisa los derrumbes como si fuera gobernador o como vice en uso de campaña. Alberto Fernández que vuela por los aires opulentos del norte y aterriza sobre los alarmantes números de la pobreza del sur. El Congreso que se pone en marcha pero no anda. Mauricio Macri que sale de escena y todos lo miran como si estuviera en el centro del escenario. Juan Manzur que gobierna Tucumán en un silencio sepulcral y que grita cuando sale de campaña electoral. El índice de pobreza que llegó hasta la cima de un 39,2%.

En horas la discusión pasó al olvido. Rápido buscó culpas, violentó los humores y los hechos pasaron a mejor vida. No es sólo un índice o un número, es vida y es muerte. Es política y es verdad. Pero eso ya implica otras cosas que nadie está dispuesto a asumir. Todos, hechos que ya son olvido y ni siquiera memoria.

Todos estos acontecimientos parecen aislados. Se anotan como hechos que transcurren y pasan como el agua del río. Pero cada uno, como la gota en algún momento, se convierte en un verdadero torrente.

La velocidad de los acontecimientos hace que no nos sorprendan o duren muy poco y sigamos avanzando sin detenernos a reflexionar sobre ellos. No tenemos tiempo. Por eso los políticos prefieren las encuestas a la opinión del ciudadano que no es un número, sino una risa o un llanto. Por eso la campaña electoral que afrontamos los tucumanos tienen caras que miran y no dicen nada. “Y mis ojos maltratados/ se refugian en la nada/ y se cansan de ver un montón de caras/ y ni una mirada”, cantó alguna vez el desangelado conjunto Callejeros.

Quienes deberían detenerse a reflexionar son aquellos a los que la ciudadanía les ha delegado la responsabilidad de hacerlo. Los dirigentes políticos y los actores principales de esta obra teatral que parece ser el ejercicio del poder. El acto principal de Tucumán se desarrollará el 14 de mayo y para eso todos se visten y preparan –y juntan mucha plata- para la escena final. Todos repasan sus parlamentos con futuros efímeros y con gestos amables y ampulosos mientras tanto el público se muere de hambre y cada vez es más pobre. Sobran candidatos y faltan proyectos e ideas.

Materia pendiente

La presentación de la Selección Argentina a tan sólo 163 kilómetros de distancia sacude a los tucumanos. La economía informal estaba más feliz que uno de esos niños que fueron al estadio a ver a Messi. Apuraron la fabricación clandestina de gorras y banderas y salieron corriendo a hacerse “la Santiago”. En la provincia no cabía un alfiler. Los restaurantes y las sangucherías rebalsaban. Los hoteles 5 estrellas y los “nublados” no tenían una cama libre. Los ayudaban los que tenían en su casa una habitación libre o un departamento para alquilar. Los precios estaban en dólares y sólo si veían los billetes verdes entregaban las llaves. En medio de las declaraciones de amor que le daban a los jugadores campeones del mundo, los santiagueños manifestaban su agradecimiento y daban muestras de hospitalidad. En síntesis, se sentían orgullosos de su provincia y de ser anfitriones.

El origen de tanta plata y de tanta alegría había sido una decisión política. Había una vez en la que un gobernador decidió que podría ser importante hacer un estadio para grandes acontecimientos. Una decisión que derivó en un hecho. Cuando esta semana los tucumanos mirábamos con el corazón batiente de emoción, pero también con envidia, las respuestas fueron las típicas reacciones destructivas. “No tiene sentido hacer una inversión así, cuántas veces viene la selección a jugar”. Y así se quedan tranquilos. Porque claro es necesario acompañar esta decisión política con otras políticas de acción y eso implica trabajo y esfuerzo. Aquellas eran las mismas razones que daba el ex gobernador José Alperovich cuando se le consultaba por qué no hacer en Tucumán un estadio único.

Santiago del Estero no sólo tuvo el partido de la Selección Nacional sino también un Abierto de golf internacional y el moto GP que también les dejó dólares, visitantes, hoteles llenos y el orgullo de ser santiagueño que los despierta de esa siesta que tanto los defenestró tiempo atrás.

Un estadio no es una obra y nada más. Es un conjunto de pequeñas obras que hablan claramente de la transformación turística y, obviamente, económica que está teniendo Santiago del Estero. El turismo no es un visitante feliz que llega, disfruta del lugar y llena las redes sociales con corazoncitos de “me gusta”. Es un impacto económico que permite que crezca económicamente un lugar. Así pensaron y activaron el turismo Dubai, España e incluso Jujuy y Salta en otras escalas.

Ante los hechos, una de las dificultades que enfrenta la ciudadanía –y la dirigencia, especialmente- es aceptarlos. Hay una desesperación por confrontarlos y destruir las evidencias si es posible. Así se aferran a la biblioteca de la destrucción. Casi al mismo tiempo que se vivía la algarabía por la Selección, el Indec daba los índices de pobreza en el país y Santiago del Estero tiene una diferencia de más de 10 puntos respecto de Tucumán. Entonces, en el acto se justificó el poco valor que tiene hacer un estadio. Sin embargo, no se puede soslayar que este tipo de obras son herramientas para salir del túnel y que dan una esperanza futura como otras obras que ya concretaron los santiagueños. De lo contrario, apoyarse y justificar todo con la pobreza puede llevar a que se caiga en el facilismo de los subsidios que al final llevan a mayor pobreza, tal cual lo confirma medio país.

En Tucumán, el turismo por más que se enojen sus responsables y las autoridades de la provincia, sigue siendo una materia pendiente.

Palabras y filtros

Rafael Obligado inmortalizó en el Santos Vega aquello de que …”estalla el cóncavo trueno que es la palabra del rayo”, en la política actual donde las verdades quedan escondidas en los conciliábulos, las palabras suelen develar los hechos o las intenciones. Por eso esta semana cuando llegó a Estados Unidos, el presidente Alberto Fernández habló de la invasión de Rusia a Ucrania. Así trató de olvidar los mimos con china o Putin. Evitó un plano de igualdad entre ambas naciones. Trató de poner la música que le gustaría a Biden. Es que el encuentro que terminó envuelto en los exagerados gastos del matrimonio presidencial y en el vértigo de la virtualidad no dejó de ser importante. Para los Estados Unidos, la Argentina sigue siendo un país clave en la región y desde hace décadas viene perdiendo influencia. Por eso cualquier encuentro –Litio y guerra, mediantes- es necesario para adecuar sus estrategias. Y, para Alberto Fernández era la última ficha que le quedaba en el bolsillo. Era casi a todo o nada. Necesita del oxígeno del FMI que al mismo tiempo negociaba su ahora poco amigo Sergio Massa y también era fundamental para que pase el invierno electoral ya que el veranito lo hizo transpirar más de la cuenta.

Así como Alberto eligió las palabras para aterrizar en Washington, Macri también se puso un escudo de vocablos. Dijo que ahora que ya no es candidato puede hablar sin filtros y decir lo que quiere. Lo dijo Macri pero lo podría haber dicho cualquier político del mundo. Dejó en claro una de las razones centrales por las cuales los políticos están en crisis en estos momentos, especialmente en la Argentina y en Tucumán que está en el final de la campaña. Tal vez la ciudadanía y los votantes esperan que se saquen los filtros para confiar más ellos. Así el voto costaría menos dinero y la confianza recuperaría valor.

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