¿Dónde están los conserjes?

El ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, “charló con docentes y visitó las obras que se están haciendo desde enero. Se ha empezado con obras de reconstrucción de cubiertas y la instalación eléctrica en planta baja. Se está trabajando constantemente y estamos contentos porque sentimos un acompañamiento por parte del Ministerio de Educación. Está todo listo para que mañana empiece un año académico excelente”. La frase del 28 de febrero de la vicedirectora a cargo de la dirección del Colegio Nacional, Úrsula Luft, debe haber caído como una pedrada entre los padres de los alumnos pocos días después, cuando el colegio tuvo que mandar a los estudiantes a la casa porque no había enchufes para los ventiladores, los cursos eran como hornos con los ventanales cerrados; los baños de mujeres con las puertas rotas, y los de los docentes, inundados, según una denuncia anónima de un profesor enviada a LA GACETA el 14 de marzo.

“Las alumnas van de a dos al baño para que una tenga la puerta. Les tenemos que dar permiso de a dos”, dijo el denunciante. No se pudo pasar a verificar el estado de las instalaciones. Las únicas certezas fueron la protesta del lunes pasado de los estudiantes y la respuesta a LA GACETA de Carlos Fernández, director del Liceo Remedios de Escalada de San Martín (turno tarde), contando que se habían comprado diez aires acondicionados “que llegarían esta semana” y que, en paralelo, se estaba haciendo una nueva red de electricidad que reemplazaría el viejo sistema de cableado. También reconoció que algunos de los cuatro baños del colegio tienen problemas de agua. A la institución, según el informe de prensa del Gobierno del 28 de febrero, acuden 3.000 alumnos.

Arreglos y problemas nuevos

También es llamativo que se hayan estado haciendo desde enero los arreglos mencionados por Luft, siendo que en agosto de 2021 se anunció que iba a recibir “una partida de $7.854.105 para dar inicio… a reparaciones edilicias y estructurales, que incluyen refacción de un sector de cubierta, cambio de caños de bajadas, arreglo de cielorraso en sanitarios, refacción de pluviales y recambio completo de instalación eléctrica existente, entre otros arreglos” (LA GACETA, 19/08/21).

Acaso ocurrió en el Nacional, como en la escuela Ciudadela -a la que se le cayó un cielorraso en 2022- que al comenzar los arreglos se descubrieron más problemas. Así lo dijo el ministro Lichtmajer en la conferencia del 9 de marzo, después de que se hiciera público que los alumnos van día por medio a clases presenciales en la escuela: “Decidimos, en lugar de hacer una reparación superficial, abrir el cielorraso completo. Decidimos hacer una obra a nueva, 81 millones de pesos, que con la redeterminación se va a 102 millones de pesos. Eso ha hecho que no solo reparemos una parte del cielorraso, sino que haya aulas nuevas”.

Un día antes, el 8 de marzo, cuando había ido LA GACETA a la escuela Ciudadela, la directora, Azucena Aguilera, estaba incómoda, porque la promesa del 2022 de que en este abril 23 estarían listos los trabajos no se va a cumplir. No obstante, “los papás están contenidos y felices porque saben que cuando la obra termine van a tener una escuela nueva”, dijo.

La cuestión es quién puede advertir de los problemas para saber si los chicos podrán ir a clases con las condiciones mínimas de uso de las escuelas. El ministro ha respondido, en la conferencia del 9 de marzo, con números: “el balance que hacemos es positivo; (se) han iniciado las clases en 1.423 instituciones, lo que representa 398.000 alumnos en toda la provincia. Hay una inversión edilicia muy grande; hay un Plan Integral de Reparación de Edificios Escolares que está en marcha, que lleva 119 escuelas terminadas y 87 en ejecución en obras mayores; luego está el aprestamiento de las escuelas con una inversión de $291 millones”.

La conferencia fue en respuesta a una primera semana compleja, en la que protestaron las comunidades de las escuelas Patricias Argentinas (problemas de agua que se adjudicaron a la falta de provisión de la SAT), de la Consolación de Tafí Viejo (también problemas de la SAT), de la escuela de Comercio de Concepción (por falta de muebles y de conserjes) y los cortes de ruta de padres autoconvocados en los Valles Calchaquíes, que pedían conserjes y personal auxiliar para dar de comer a los alumnos, que son de jornada completa. “Se ha firmado un acta con los papás y mamás de Quilmes y se está firmando el acta con Amaicha del Valle porque se está designando el personal y estará resuelto el tema”, dijo el ministro, y aseveró que en la ruta “están los movimientos sociales, que no son las familias”. Pero lo cierto es que si no hubieran hecho esa protesta salvaje no les hubieran dado la solución transitoria, una salida “mixta” como dijo el ministro, que es poner conserjes y personal de cooperativas que son manejadas por municipalidades y comunas. Los padres autoconvocados no querían eso porque –decían- nadie controlaba la tarea de las cooperativas.

¿Quedó resuelto el problema? No. Esta semana, después de que se nombraron cinco conserjes en la Comercio de Concepción, protestaron en la Uladislao Frías por calor y falta de personal auxiliar y de seguridad. Ahí se desprendió un cielorraso de cemento el miércoles pasado. “Nadie ha venido a dar solución”, dijo a LA GACETA Orlando Silva, padre de un alumno. Hace tres días LA GACETA recorrió la escuela Benjamín Villafañe, de Villa 9 de Julio, donde la vicedirectora, Ana Aiziczon, tras contar que han pedido a los alumnos que vayan a la escuela hidratados y sin guardapolvo para resistir mejor el calor, dijo aliviada que iban a comprar ocho ventiladores con el dinero recaudado durante un año con ayuda escolar y la cooperadora, y que en breve esperaban que estén listas las instalaciones de agua. Mientras tanto, el personal auxiliar llena las mochilas de los baños con el agua que recogen de un cañito del patio. Debe ser incómodo ir al baño ahí.

Demasiado silencio

Las respuestas oficiales no parecen de mucha preocupación: el secretario de Bienestar Educativo, Marcelo Romero, dice que hay 277 electrobombas para instalar “de inmediato” en las escuelas que lo requieran.

La cuestión, entonces, es que los directores no saben lo que pasa o no saben comunicarlo, o tienen miedo de hacerlo, o la burocracia es tan grande que cuando se rompe un inodoro pueden pasar meses hasta que se lo repone. O no hay quién informe. ¿A qué se debe el silencio de los docentes? ¿O el problema es menor? ¿Los sindicatos no tienen nada que decir? El legislador opositor José María Canelada –que denunció que había al menos 40 escuelas con problemas edilicios- dice que, en su opinión, los docentes se quedan callados “por miedo” ante la misma autoridad. “El estado de vulnerabilidad de los docentes es muy alto en el sistema educativo. No los titularizan de manera periódica; están en una posición muy frágil”. Y añade: “si nadie se preocupa por la situación de los docentes, ¿quién se va a preocupar por el personal auxiliar?”

Las respuestas surgen, esporádicas, en los padres. Ellos dijeron que los conserjes se fueron jubilando y no los reemplazaron. Muchos padres aportaron para las tareas de cocina, y quedó gente trabajando en negro –caso de la conserje que trabajó 27 años fuera del sistema en la Escuela de Comercio de Concepción- y el mundo siguió adelante sin que nadie lo advirtiese, excepto por las protestas de padres. El docente Gustavo Mahmud, de Concepción, dice que la Agremiación de Personal de la Enseñanza Media (APEM) le informó que en Casa de Gobierno habría expedientes para la designación de 2.000 auxiliares para cientos de escuelas de la provincia. ¿De qué depende eso? El dinero para esas designaciones debe estar en alguna parte porque debe estar presupuestado.

La cuestión más importante es que los conserjes son los que se encargan de ver qué pasa en los establecimientos y de avisar si faltan ventiladores, se rompió un inodoro o la electrobomba. El legislador opositor José Ricardo Ascárate dice que el personal auxiliar es el que debe hacer la prevención de problemas en las escuelas. “Las cooperativas, aun cuando hagan bien su trabajo, sólo van a arreglar cuando las manden. No les compete prevenir”, razona.

Así, la falta de personal auxiliar explica que los problemas vayan apareciendo aquí y allá como hongos después de la lluvia y explica que el secretario Romano asevere, sin que nadie lo contradiga, que las escuelas deben avisar cuando necesitan algo. Pero para ello necesitan conserjes, y nadie les dice a las escuelas dónde están.

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