Narcotráfico: “Morenita” Marín mostró por qué es el rey de las fugas

Narcotráfico: “Morenita” Marín mostró por qué es el rey de las fugas

El narco, vinculado a bandas tucumanas, se escapó pese a que debería estar controlado

LA CAÍDA. Federico Marín después de haber sido detenido en su Itatí natal cuando fue a visitar a su familia. LA CAÍDA. Federico Marín después de haber sido detenido en su Itatí natal cuando fue a visitar a su familia.

No falta mucho tiempo para que cualquier plataforma de streaming se interese en la vida de un joven de apenas 34 años. Se llama Federico Sebastián Marín, pero es conocido a nivel nacional como “Morenita”. En su Itatí natal, tejió durante años redes de narcotráfico que se extendieron hasta Tucumán. Considerado como uno de los narcos más inteligentes del país, desapareció del mapa. Algunos dicen que se fugó aprovechando los beneficios que le había otorgado la Justicia por haber colaborado en dos resonantes causas. Otros, que fue víctima de una venganza, ya que varios habían jurado asesinarlo por “buchón”.

La localidad correntina de Itatí está ubicada a unos 870 kilómetros de la plaza Independencia. Las calles de esa ciudad, que casi no tiene edificios, pero una imponente y fastuosa basílica, vieron crecer a este chico. Las aguas del río Paraná no sólo acarician a esa localidad, sino que divide nuestro país con Paraguay. Cruzar esa frontera imaginaria es tan fácil como comprar pan. Con una lancha de mediana potencia, en 10 minutos, los contrabandistas pisan el suelo de ambos países. Esa fue una de las razones por las que ese punto fue clave para el desarrollo del contrabando. “En un primer momento, todos se la rebuscaban pasando cigarrillos y electrodomésticos. Pero después aparecieron los narcos y empezaron los viajes de marihuana. Hubo mucha gente que se hizo millonaria con este laburo”, dice Hugo, uno de los guías de pesca.

Uno de ellos fue Marín. Desde muy chico, quizás por necesidad, comenzó a probar distinta suerte en las actividades que son los pilares de la economía de esa ciudad. Cuentan que le dicen “Morenita” porque cuando era niño se dedicaba a la venta de morenas, una de las carnadas más buscadas por los pescadores de todo el país. “Después entró a la grande y, como era muy inteligente, creció rápido. Algunos dicen que aquí no puede volver más porque se la tienen jurada todos”, agregó el operador turístico en una charla con LA GACETA.

Vínculos

Tucumán es un punto clave en la carrera criminal de Marín. En los tribunales federales de nuestra provincia se escribió el primer oficio ordenándose su captura por una causa de drogas. Pero en este caso hay un punto oscuro poco conocido.

“Morenita” fue detenido en agosto de 2011 por haber trasladado un cargamento de unos 500 kilos de marihuana desde Corrientes. La organización a la que pertenecía lo eligió para que negociara con un grupo de narcos tucumanos. El procedimiento fue desarrollado por los hombres de la División Antidrogas Tucumán de la Policía Federal y de la Dirección General de Drogas Peligrosas en Villa Fiad. Los efectivos ingresaron a un campo que estaba rodeado de muros de más de tres metros de altura para alejar las miradas indiscretas.

En el procedimiento, además del Marín, fueron detenidos Esteban Hernán Vides, Nelson Ariel Barrios, Jesús Marcos González y Antonio “Tony” Lobo, que también afrontó otro proceso por drogas y que desde hace años tiene apetencias electorales y no duda en mostrarse en las redes sociales con dirigentes políticos. Los investigadores recuerdan un detalle del operativo: todos los arrestados estaban esperando para festejar el acuerdo con un asado que terminó secándose en la parrilla.

La estada de Marín en la provincia tampoco pasó inadvertida. Fue alojado en la seccional 7ª, por orden de la Justicia Federal. En diciembre de 2011, un policía observó que la puerta de la celda que ocupaba estaba abierta y que el detenido estaba guardando sus objetos personales en una bolsa. Pelearon y el efectivo logró ingresarlo nuevamente al calabozo. En la investigación, en la que fueron procesados varios uniformados de esa dependencia, los testigos coincidieron en señalar que había un auto estacionado afuera que se marchó raudamente después del incidente. Se sospecha que ese vehículo lo estaba esperando para escapar. Por ese motivo, se le inició otro proceso penal -que nunca llegó a una sentencia- e inmediatamente fue trasladado al penal de Villa Urquiza.

Los pesquisas creen que “Morenita”, dentro de las frías y húmedas paredes del penal de Villa Urquiza, siguió adelante con el negocio. Desde allí mantenía contactos con el resto de la organización, que estaba creciendo sin ningún tipo de freno en Itatí. Se sospecha que él actuó como nexo entre los correntinos y los narcos tucumanos; estos últimos compraban la droga al por mayor. Además de Carla “La Jefa” Sánchez, también se habría vinculado con otros dos grupos narcos de esta provincia como “La Banda del Gordo Vaca” -todos sus integrantes fueron condenados- y “La Banda de Trayán” -igual que el anterior-, ya desarticulados y con sus miembros condenados.

En febrero de 2014, Marín y los otros detenidos recibieron una pena de cinco años en un juicio abreviado y, a fines ese año quedaron en libertad, por el tiempo que pasó detenido sin haber sido enjuiciado. Se le permitió regresar a su provincia por cuestiones humanitarias, pero con la condición de que debía presentarse al menos una vez por mes ante la Justicia. Sólo cumplió un par de veces, por lo que en 2015 se ordenó su captura. Con el transcurso de los meses y por las investigaciones que se desarrollaron, se confirmó que el narco nunca había dejado de operar.

El último dato

Era un sábado como cualquier otro de junio de 2015. La división antidrogas de la Policía de Santiago del Estero estaba a punto de concretar uno de los operativos más exitosos de su historia. Jamás se imaginaron las consecuencias de ese procedimiento. Tenían un dato y fueron a chequearlo. En tres vehículos de alta gama (tenían los datos de los modelos y colores de los autos) eran trasladados 900 kilos de marihuana. El convoy era encabezado por un vehículo conducido por un guardiacárcel cuyo nombre nunca trascendió y, mucho menos, cómo terminó su situación prosal. En esos días el director del Servicio Penitenciario, Guillermo Snaider, uno de los que está sospechado de integrar una red de venta de drogas en el penal de Villa Urquiza, informaba que no sabía de quién se trataba y que esperaba que las autoridades de la vecina provincia le enviasen más detalles.

Los sospechosos, al descubrir la presencia de los uniformados, intentaron huir. Abandonaron los autos y los pesquisas encontraron más de 900 kilos de marihuana. Tres fueron detenidos y dos se escaparon. Ese hallazgo se transformó en el principio del fin de “La Jefa” y en un indicio de que “Morenita” seguía haciendo de las suyas en la región.

El correntino fue protagonista de una increíble historia que surgió de este procedimiento. Un ejemplo de lo que pueden hacer los billetes de los narcos. Una prueba de que el poder de la droga es como pus que de a poco va infectando cuerpos enteros. Los investigadores antidrogas alertaron a todas las dependencias sobre el escape de los narcos. Mientras realizaban las actuaciones, recibieron una llamada de una comisaría donde se les informaba que estaban demoradas dos personas y que una de ellas se había identificado con el mismo nombre de un alto jefe policial santiagueño. A toda velocidad recorrieron los más de 40 kilómetros que los separaban del lugar donde estaban.

Al llegar encontraron solo a uno de los dos sospechosos. El que se había identificado como una autoridad huyó, mientras que su compañero quedó detenido por ser integrante del grupo que trasladaba la droga. El que se escapó, según las averiguaciones que se realizaron, habría sido nada menos que “Morenita”. El caso desató un escándalo y todos los efectivos de esa comisaría fueron desplazados porque nunca pudieron justificar por qué habían dejado que el demorado se marchase. Por ese insólito episodio, la Justicia Federal santiagueña pidió que Gendarmería Nacional continuara con la causa que terminó con la condena de Sánchez.

Desaparición

A fines de 2015, Marín se transformó en uno de los narcos más buscados. El hombre fue considerado como uno de los grandes engranajes de la organización que se había instalado en Itatí. Un grupo que también estaba integrado por el intendente de esa localidad, Natividad “Roger” Terán, y su segundo, Fabio Aquino, entre otras personas. Por esa razón, el Poder Ejecutivo Nacional ofreció una recompensa de U$S 35.000 para la persona que ayudara a capturarlo.

Durante más de tres años “Morenita” vivió en la clandestinidad. Al mejor estilo narco mexicano, lo veían en todos lados, pero nunca nadie lo atrapaba. Hasta se dio el lujo de conceder entrevistas a varios medios de comunicación para explicar que era un perseguido por las autoridades.

Fue capturado en 2018 al mejor estilo “narco”: cuando se presentó en su casa a visitar esposa e hijo. Sin embargo, el gran proveedor de marihuana a nivel nacional violó todos los códigos de ese oscuro mundo. Decidió declararse como testigo arrepentido primero y después como testigo de identidad reservada. Todo lo hizo para recibir una pena mucho más leve. Y eso fue lo que sucedió.

En octubre fue condenado a ocho años de prisión por todas las causas que tenía pendientes. En noviembre del año pasado las autoridades le concedieron el arresto domiciliario. Como debía ser protegido, lo enviaron a una casa del conurbano bonaerense con otra identidad. Lo controlaban con el seguimiento de una pulsera.

Gracias a ese sistema, hace poco más de una semana, los investigadores se dieron cuenta de que había violado la prohibición de no salir de la vivienda. Le preguntaron qué había ocurrido y él señaló que se había ido a tratar un problema de hemorroides que no lo dejaba en paz. Al día siguiente de esa visita, volvió a salir, pero en esta oportunidad no regresó más. Su paradero es un misterio.

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