“Crismatanzering” mata federalismo

“Crismatanzering” mata federalismo

“Gerrymandering”. Nombre algo complicado. Sumamente extranjero. Pero definitivamente político. En ciencia política, justamente, con esa denominación se conoce a las maniobras para adulterar los “mapas” de las circunscripciones electorales. Se trata de la ampliación artificial de un circuito, o la fusión antojadiza de dos o más distritos. ¿La finalidad? Conseguir que en un territorio, donde las urnas siempre son adversas, el padrón se vea artificialmente adulterado con el ingreso de votantes de otros lugares, que sí son afines al que “redibuja” la cartografía. La historia del concepto revela 200 años de procederes fraudulentos en América.

Hay que remontarse hasta principios del siglo XIX y ubicarse en los Estados Unidos. Por aquellos jóvenes años (su independencia fue declarada en 1776), las dos grandes agrupaciones políticas de EEUU todavía eran una sola: el partido Demócrata-Republicano. El gobernador de Massachusetts era Elbridge Gerry militaba en esa fuera y era un reincidente perdedor en algunas circunscripciones del norte de ese Estado. Por ello decidió unificar todos esos circuitos electorales. Sus críticos advirtieron que esa “monstruosidad” dibujaba en el mapa la forma de una salamandra: una caricatura de 1812 en “La Gaceta de Boston” inmortalizó esa figura. Salamandra, en inglés, se escribe “salamander”. Entre el apellido del gobernante y el nombre del anfibio se conformó “Gerry-mander”. La terminación “ing” es un gerundio: equivale en español a “ando / endo”. De modo que adulterar territorios electorales para beneficiar a un partido en desmedro de otro (o de grupos sociales, o étnicos, o religiosos…) se traduciría como “andar Gerrymandereando”.

El “Gerrymandering” no es ajeno a Tucumán a lo largo de su historia. En esta provincia, hoy dividida para cada votación en tres secciones (comúnmente identificadas como Capital, Este y Oeste), en la década de 1980 se votaba con un mapa de cinco circunscripciones electorales. Es decir, la misma provincia, con los mismos departamentos, ha sido “mapeada” de distinta manera. Otro caso es el de la Capital, a la que durante el alperovichismo se le anexaron localidades como San Felipe o como Manantial Sur. La intención del peronismo fue compensar con esos electores los votos normalmente opositores de los circuitos céntricos de la Capital. Pero el peronismo también ensayó, aunque sin proponérselo, una suerte de “Gerrymandering” que le resultó adverso. Es el caso de Lomas de Tafí, esa verdadera ciudad que se creó dentro de la circunscripción de Tafí Viejo, donde se albergan notables focos de votos adversos al PJ, que han modificado la lógica electoral del departamento taficeño.

La provincia, entonces, es un muestrario de las distintas variables de “Gerrymandering” que se conocen: por concentración o por dispersión, de manera activa o pasiva.

Eso sí, en los dos siglos de manipulación de circuitos comiciales, de lo que no había noticias era de un “Gerrymandering” demográfico. Hasta la semana pasada, cuando después de ocho meses se conocieron los números generales del Censo 2022. Ahí quedó a la vista que el kirchnerismo “redibujó” el mapa de la población bonaerense y sobredimensionó un distrito clave, para beneficiarse en los comicios luego de una catastrófica derrota.

Celebraciones y cansancios

La Matanza fue la noticia de los datos del Censo 2022. La estadística arrojó dos posibilidades: o los habitantes de ese partido de la Provincia de Buenos Aires resolvieron dejar de tener hijos; o el Censo 2010, durante el segundo gobierno del kirchnerismo, fue un fraude.

Hace 12 años, el número de habitantes que arrojó el relevamiento en La Matanza fue de 1.775.816 personas. Era una cifra apabullante: casi 400.000 residentes más que todo Tucumán, por entonces. Tanto el número como las presuntas irregularidades en la toma de datos (ese mismo 27 de octubre de 2010 falleció Néstor Kirchner y muchos censistas se quedaron en sus casas creyendo que se suspendería el estudio, así que la tarea se completó durante varios días sucesivos) motivaron desde presentaciones de la oposición en el Congreso hasta una denuncia judicial del intendente de 3 de Febrero, Diego Valenzuela. El kirchnerismo, ante las primeras advertencias, contestaba con burlas y relatos: la gente era tan feliz con las gestiones de Néstor y de Cristina Fernández que lo celebraba noche y día, para decirlo de manera elegante.

No sólo los números absolutos eran llamativos: la tasa de crecimiento poblacional de ese distrito había sido descomunal. El promedio en el resto de las provincias había sido del 1,13% y La Matanza lo multiplicaba cómodamente por tres: allí era del 3,9%. Increíble que no hayan atinado a cambiarle el nombre a la circunscripción para pasar a llamarla “La Naciente”.

Sobre la base de la población matancera medida en 2010, y tomando la tasa promedio del país (un coeficiente ciertamente “aburrido” en comparación con la incansable performance de ese sector bonaerense), se proyectó que ese partido del tercer cordón iba a acumular, el año pasado, 2.374.149 habitantes. Es decir, casi 600.000 personas más. Pero no fue ni remotamente así.

El año pasado fueron censadas 1.837.774 matanceros. O sea, no había 600.000 almas más sino sólo 62.000 personas extra. Es decir, hay en La Matanza medio millón de argentinos menos que los que “debiera”. No sólo se desplomaron las expectativas, por cierto, sino también la tasa de crecimiento poblacional. Ahí, donde hace una docena de años triplicaban el promedio nacional, ahora estaban cinco veces por debajo de la media: la Argentina, 1,16%; La Matanza, 0,20%.

Una posibilidad que la intelectualidad kirchnerista baraja, pero que todavía se avergüenza de explicitar, es que en La Matanza se habrían cansado de… tener pibes. Algo así como que después del prodigioso rendimiento de la década 2000-2010, surgió un agotamiento masivo en la población… Tener hijos agota; criarlos, ni hablar.

Hasta que terminen de darle forma a esta suerte de explicación fisiológica -para decirlo refinadamente-, ha surgido otra premisa. Una que no se apoya en especulaciones sobre el comportamiento social, sino en los presupuestos públicos. Gracias a que hace una docena de años fue “redibujado” el mapa poblacional de la provincia de Buenos Aires, se adulteró la asignación de la coparticipación bonaerense y La Matanza resultó demencialmente beneficiada.

Gracias a la nueva cartografía que bosquejó el Censo 2010, La Matanza recibió un mayor volumen de dineros públicos en el reparto de lo recaudado mediante impuestos: se calcula que unos 85.800 millones de pesos más que el resto de los distritos bonaerenses. Es decir, cada peso de más que recibió La Matanza por los números adulterados hace 12 años fue un peso menos para los otros 124 partidos que componen la provincia de Buenos Aires.

Por pura casualidad, el año anterior al censo que redibujó la población, Néstor había mordido el polvo de la derrota en tierra bonaerense. Él encabezó en 2009 la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires y cayó ante Francisco De Narváez. Las crónicas de aquel año (posterior a la batalla de 2008, perdida contra el campo, para fijar retenciones de hasta el 50% a las exportaciones de granos) daban cuenta de que Néstor contaba con ganar por un 15% en La Matanza. Así iba a contrapesar la derrota en el primer cordón del conurbano. Pero si bien ganó, la diferencia fue apenas superior al 10%. En el cálculo general de la provincia, De Narváez triunfó por un 2,3%. Los votos “K” sangrados en La Matanza lo hicieron caer en la provincia.

Curiosamente, un año después de aquella dura caída, el Censo 2010 graficó una explosión demográfica en La Matanza que permitió inyectar miles de millones más en ese distrito clave. Perjudicando, sin mayores reparos, a los otros 124 partidos bonaerenses, menos determinantes.

En 2011, Cristina fue reelecta con el 54% de los votos, con una victoria apabullante en La Matanza: obtuvo el 60% de los sufragios en ese partido, del que salió con una ventaja de 200.000 votos. En otras palabras, “Cris-matanzering” para todos, todas y todes.

La ñata contra el vidrio

La manipulación del mapa demográfico de la provincia de Buenos Aires no dibuja una salamandra, como en el Massachusetts de 1812, sino que grafica la verdadera concepción malversada de “federalismo” del kirchnerismo.

El cuarto gobierno “K” sigue incumpliendo al día de hoy la sentencia que le impuso la Corte Suprema de Justicia de la Nación en diciembre, cuando le ordenó restituir parte del porcentaje de la Coparticipación Federal de Impuestos que le quitó a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando en 2016 la Casa Rosada le transfirió a la CABA la Policía Federal Argentina, y con ello la responsabilidad por la seguridad en la capital del país, también incrementó la coparticipación de la ciudad: pasó del 1,4% al 3,5%.

Por ese aumento, ¿perdieron plata las provincias? No. Ni un centavo. La Coparticipación Federal de Impuestos tiene dos capítulos. El primero consiste en pautar qué porcentaje de lo recaudado va a las provincias y qué queda para la Nación. Es la coparticipación “primaria”. Luego, la coparticipación “secundaria” establece, de la parte que le toca a las provincias, cuál será el porcentaje para cada una. La última ley de coparticipación (la Ley 23.548, de 1988), fijó que de la porción que le correspondía a la Nación saldría el dinero para la CABA.

Cuando en 2020 el kirchnerismo fulminó el aumento de coparticipación a la CABA de 2016, y lo devolvió al 1,4% de 1988, ¿la plata que le arrebataron a la capital de los argentinos se distribuyó entre las provincias del interior? No. Ni un centavo. Toda, completamente toda, fue para la provincia de Buenos Aires, para que el gobernador Axel Kicillof la invirtiera en seguridad.

Sin embargo, el elenco inestable del cuarto gobierno “K”, y el coro de gobernadores peronistas ninguneados, salieron a llenarse la boca de que el fallo de la Corte “atentaba” contra el federalismo. Porque el federalismo “K” consiste, desde 2010 a esta parte, en sacarle plata a 124 partidos bonaerenses para entregársela a La Matanza. Y en quitarle fondos a CABA para dárselos a Kicillof. Eso sí, con los demás gobernadores aplaudiendo, con la ñata contra el vidrio.

“Nosotros tenemos un país que se dice federal, pero que no actúa como tal”, dijo el Presidente para inaugurar el mes, tal y como tituló LA GACETA el miércoles 1. Si lo sabrá el oficialismo…

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