Los glaciares del mundo guardan los cuerpos de muchos montañistas

Los glaciares del mundo guardan los cuerpos de muchos montañistas

El caso del hallazgo del cuerpo de una andinista en San Juan llamó la atención, pero no es la primera vez que sucede. El calentamiento global ayuda a la recuperación de restos de deportistas fallecidos. Cementerios.

ÚLTIMA MORADA. En algunas montañas del mundo, los fallecidos quedan enterrados en medio del hielo. ÚLTIMA MORADA. En algunas montañas del mundo, los fallecidos quedan enterrados en medio del hielo.

Un mal movimiento, falta de experiencia, inclemencias climáticas o simplemente mala suerte. En una expedición de alta montaña son muchas las cosas que pueden salir mal; hasta el más avezado alpinista puede perder la vida en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué pasa después? Cada tanto es noticia la aparición de un cuerpo en las zonas más glaciales del mundo. Es que las montañas son cambiantes y pueden suceder muchas cosas; el cuerpo puede quedar enterrado en la nieve o caer en una grieta. Y quizá, mucho tiempo después, la misma naturaleza lo saca a la luz.

La aparición de los restos de una andinista en la pared sur del Cerro Mercedario en San Juan abrió en las noticias y en las redes un mundo de información. De a poco, empezaron a surgir recuerdos de hallazgos similares, al tiempo que se empezó a conversar sobre qué es lo que sucede con los cuerpos una vez que quedan “atrapados” en la montaña. Algunos se recuperan, otros se dejan ahí y se les hace un homenaje, y unos tantos simplemente desaparecen por acción de la nieve y jamás pueden ser hallados.

Antecedentes

Bueno, en realidad, jamás es mucho tiempo. Lo mismo que sucedió la semana pasada en San Juan ocurrió hace algunos años en Mendoza: un andinista halló dos cuerpos congelados en la pared sur del Cerro El Plata. No es coincidencia. “Las caras sur de las montañas en este hemisferio son las más técnicas, porque tienen mucho hielo y mucha pendiente. Son complicadas y riesgosas”, explicó hace unos días a LA GACETA el andinista sanjuanino Luis Tanoni.

Casi a 6.000 metros de altura, en abril de 2021 un guía de montaña se encontró con lo que al principio era un bulto. Pero, al acercarse, vio que había dos cuerpos sobre la nieve. Ya llevaban mucho tiempo allí; con las semanas se confirmó que se trataba de Leroy Villa y Nicolás Ibaceta, dos jóvenes que, al parecer, se habían extraviado en 1996 mientras intentaban llegar a la cumbre. En aquel momento, la noticia tomó estado público y aunque se hicieron búsquedas, nunca se pudo dar con los cuerpos. Eran los únicos dos andinistas jamás recuperados en esa montaña. Para extraer los cuerpos se hizo una expedición de tres días de escalada y luego fueron bajados a pie durante dos días.

Dos años antes (en 2019) hubo otro hallazgo en el glaciar El Rincón. Se encontró el cuerpo momificado del montañista español Mateo Parrilla, que había escalado ese cerro en 1990. La aparición sucedió de la misma manera que las demás: un escalador lo vio y dio aviso. Una patrulla se dirigió al lugar y, por la ropa y por el estado del cuerpo, identificaron que se trataba de un fallecido de larga data.

Por los movimientos en las montañas (la nieve y el hielo resisten menos por el calentamiento global) cuerpos desaparecidos empiezan a resurgir en todo el mundo. En 2017, por ejemplo, se encontraron en los Alpes suizos los cadáveres una pareja desaparecida en 1942. En esas mismas montañas se rescataron en 2012 a tres hermanos fallecidos en 1926, y también (en 2008) a un escalador que pereció allí en 1954.

En otros lugares

Así como en nuestro país hay fallecidos de otras naciones, en el mundo también restan encontrar restos de montañistas argentinos. En 2017 Mariano Galván y Alberto Zerain desaparecieron en la montaña Nanga Parbat, en Pakistán. Ambos, deportistas que habían conquistado varias cumbres importantes en todo el mundo, fueron víctimas de una avalancha. A pesar de que se hicieron varias búsquedas (las familias tenía la teoría de que los alpinistas podrían estar escondidos en una cueva), nunca se pudo hallar sus restos.

En algunos países (si es posible) los cuerpos son recuperados. En montañas de nuestro país, por ejemplo, si es complicado el rescate (o si la familia lo decide) a los fallecidos identificados se les hace un homenaje y permanecen en el lugar de su deceso.

Pero hay otras montañas como el Everest que son un gran cementerio. En el monte de 8.848 metros de altitud hay más de 300 muertos. Y, en los últimos años (por el derretimiento de los glaciares) aparecen con más asiduidad los cuerpos. Cualquiera que suba verá al menos un fallecido enterrado en la nieve. Por una avalancha, por un accidente, por el mal de altura o por una caída, los restos de las personas -algunos momificados- permanecen en ese gélido terreno.

Algunos de ellos ya son punto de referencia para los escaladores que suben. Tienen hasta apodos, por el color de sus ropas o por la forma en la que fallecieron. La pregunta lógica sería ¿por qué no se pueden retirar? Lo que sucede es que una vez superada una altura (aproximadamente los 6.500 metros) es casi imposible retirarlos; un cuerpo, congelado, puede pesar bastante más que una persona viva, por lo que el traslado se hace riesgoso para los participantes. En el Everest, puntualmente, se realizan algunas costosas expediciones para recuperar cuerpos y para darles sepultura. Pero eso no es posible en todas las montañas y, en muchos casos, los alpinistas fallecidos quedan (enterrados, desaparecidos o a la vista) en esa tumba de temperaturas bajo cero.

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