Un homenaje al caballo que nos acerca al cielo

Este fin de semana se realizaron en Raco las competencias de la 27 Fiesta del Caballo Cerreño. Vecinos, veraneantes y visitantes se reunieron para celebrar la destreza de este equino, que con mucha habilidad acompaña a los tucumanos por los cerros.

Pequeño, fibroso y todoterreno. El caballo cerreño es ese compañero que llevó a los tucumanos por la inmensidad de las montañas durante siglos. Ida y vuelta. A la escuela, a “la ciudad” para abastecerse y hasta a los lugares más recónditos para dispersarse. Para los raqueños, este animal es familia, es historia y es tradición. Tanto que hasta le crearon una fiesta propia, con un solo objetivo: revalorizar su figura.  Este fin de semana se realizaron las competencias de la 27 Fiesta del Caballo Cerreño, con más de 200 jinetes que demostraron que hoy, más que nunca, este fiel equino está en lo más alto.

Y se lo vio de forma clara en las competencias. Participaron pequeños y grandes, con monturas nuevas y con otras heredades de padres o abuelos, lo que denotó que la tradición no tiene tiempo. Ayer por la tarde se hizo la prueba cumbre del evento, denominada “Volcán”; en un terreno con accidentes geográficos se midió las destrezas de los animales. Y verlos fue un espectáculo: salían de a uno y circulaban por un predio natural, con todas las dificultades que un jinete y un caballo podrían encontrar en el cerro. En cada caso se evaluó el desempeño del equino, pero también las destrezas de quien lo lleva. Y ahí es dónde se notaron dos cuestiones: la pasión del jinete y el valor que estos animales tienen para los tucumanos.

“Esta fiesta es el reconocimento al caballo de nuestro cerro, que nos lleva y nos trae -resumió  Oscar Colombres, organizador del evento desde su primera edición-;  esto es único, porque este caballo es el único que se adapta a lo que es nuestro cerro, a las sendas, al río...”, explicó. Y es cierto: ni la lluvia (torrencial el viernes por la noche y esporádica el sábado) evitó que más de cien caballos pudieran demostrar sus habilidades. Para el inicio del torneo, sobre Raco ya habían caído más de 150 mm de agua -dijeron los organizadores-; el barro estaba por todos lados y las herraduras de las “estrellas” se habían impreso por todo el suelo.

Es un sentimiento

La emoción fue, sin duda, el centro de todo. Fueron, a caballo, padres e hijos; nietos y abuelos; primos; vecinos y personas de hasta los poblados más diversos. De Raco, de Río Grande, de El Siambón, de San Javier, de Leales, de Choromoro, de Tapia... La lista fue larga; nadie quiso perderse la oportunidad de celebrar al caballo cerreño. “Con esta fiesta queremos representar lo único que pasa en el cerro, que es simplemente esto”, reflexionó por micrófono el también organizador Alejandro “Chaleco” Padilla, señalando la pista de pruebas. “Nos alegra que el caballo vuelva a ser una tradición y no sólo un medio de transporte”, agregó.

Efectivamente es así. Tomás Chocobar llegó tempranito desde el Siambón “para divertirse”. Con 13 años, ayer anduvo por primera vez en el Volcán. Mientras esperaba su turno, contó a  LA GACETA la importancia que tiene para él su caballo, llamado Reservado. Es -dijo- un gran compañero para sus salidas por el cerro y por el campo, y es una gran ayuda cuando hay alguna dificultad en el terreno. Al parecer, la relación es simbiótica entre los jinetes y sus caballos, que son mucho más que un animal de transporte.

Milagros Artigas Ruesjas (11) llegó toda de blanco y fue de las primeras en salir al ruedo, con total naturalidad y ninguna dificultad, a pesar de que la senda estaba complicada por acción de la lluvia. “Yo nací con los caballos, ya son parte de mi”, dijo. Sus primeras cabalgatas las hizo con su papá, desde muy pequeña; y a los tres se animó a competir por primera vez. “Este caballo, como es lugareño, me ayuda con la pisada en la prueba de riendas (se hizo el viernes), pero especialmente en el Volcán les va bien”, explicó. Esa es una de las claves de los cerreños; aunque el suelo está bastante resbaloso, ellos pisan fuerte y casi sin complicación.

A Milagros se le dificultó explicar por qué le gusta tanto andar a caballo. “Me siento acompañada”, reflexionó. Es que es algo que se vive, dijeron los presentes. Hernán Colombres lo definió como un sentimiento único. “Me dicen ‘hay Fiesta del Caballo’ y ya rajamos a buscar los caballos, a tomar los cueros y a comprar algo si hace falta, o a colaborar para la organización -contó-; creo que esto se va a seguir haciendo y va a seguir creciendo. La tradición no hay que perderla”.

Amor que se transmite

“Mi papá de chiquito era fanático de los caballos, y me contagió eso. Por eso vine. Me preparé mentalmente (para concursar) y bueno, hay que estar tranquilo. Lo importante es participar”, dijo Bernabé Alzabe (12), que destacó las bondades del cerreño. “Generalmente va tranquilo, pisa firme y sabe donde andar”, aseguró antes de entrar al Volcán.

Y esa misma imagen se repitió toda la tarde.  Cuando la fiesta empezó (hace 27 años) la idea era que no se pierda el valor que el caballo cerreño tiene en estos lugares. Querían cultivar en las nuevas generaciones el amor hacia estos animales, el valor del cuidado y del cariño. mocionado, Oscar dijo que la misión está cumplida. “Y y yo me doy por bien servido (por la pasión que los más chicos muestran). Cuando yo era chico, la mejor sensación de mi vida era cuando llegaba y podía salir con el caballo, sentía que Raco era mío... es una libertad absoluta la que te da el caballo -reflexionó-; el cariño que tengo es inmenso y el agradecimiento es enorme, porque me ha hecho conocer todo”.

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