"El rugby debería extremar las sanciones a los violentos": La dura carta de un lector a LA GACETA sobre el caso Báez Sosa

"El rugby debería extremar las sanciones a los violentos": La dura carta de un lector a LA GACETA sobre el caso Báez Sosa

El rugby debería extremar las sanciones a los violentos: La dura carta de un lector a LA GACETA sobre el caso Báez Sosa
12 Enero 2023

“El fútbol es un deporte de caballeros jugado por bárbaros y el rugby es un deporte de bárbaros jugado por caballeros”. Esta frase, además de contrastar la esencia de ambos deportes, define la filosofía del juego de cada uno. Obviando las generalizaciones del caso en ambas disciplinas, es necesario focalizar las diferencias para poder así entender las actitudes sociales de quienes lo practican. 

En el primero prima la habilidad por sobre la brutalidad y podría decirse que en el segundo es exactamente lo contrario. Sin profundizar demasiado sobre el punto, el análisis viene al caso por el doloroso juicio por el homicidio del joven Fernando Báez Sosa, a manos de una banda de asesinos que justamente practicaban rugby. 

De ninguna manera se puede decir que este deporte fomenta los más bajos instintos de nuestros jóvenes, pero casualmente las crónicas policiales “insisten” en ser protagonizadas por los mismos. No estamos hablando de la violencia juvenil en los boliches y en la vida nocturna, que hay de sobra y sirve de justificativo diciendo que “la violencia está en la sociedad”. 

Nos referimos exclusivamente a deportistas ejerciendo la misma, generalmente sobre víctimas indefensas. Es raro ver en estos repudiables hechos a jugadores de fútbol, o nadadores, o atletas de otras disciplinas descargando su furia en peleas callejeras. Y en este punto sostenemos que hay responsabilidades perfectamente delimitadas. 

Esta “bandita de guapos en patota”, nunca de a uno, ya aterrorizaba Zárate desde 2018, sin ningún tipo de límite. Y luego llevaron el modus operandi a la costa bonaerense. Preguntamos: ¿Por qué el club en el que jugaban apañaba esta violencia descontrolada, siendo una ciudad en donde todos sabían lo que pasaba? ¿El o los entrenadores no se daban cuenta de la clase de bestias que estaban cobijando (con perdón de las bestias, que no pueden razonar)? ¿Será que la clase social siempre es garantía de impunidad?

El ambiente del rugby se indigna sobremanera cuando la sociedad señala su culpabilidad, pero si no quiere que se lo haga debería extremar al máximo las sanciones sobre estas verdaderas máquinas de matar, poseídas de un odio difícil de entender para todos. Y en cuanto a la sentencia, ya emitida por la sociedad toda, debería ser compartida por todos los padres de los asesinos, primarios responsables del daño ocasionado por sus hijos.

Ricardo A. Rearte

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