Permitidos sexuales
Las bromas en las cuales catalogamos a alguna persona como el “permitido perfecto” y fantaseamos con las cosas que haríamos si se fijara en nosotros nunca faltan en las charlas entre amigos. En especial, al apreciar el atractivo físico de algún actor/actriz; o al caer rendidos ante la personalidad o ciertas cualidades de un conocido.
Sin que sea una estrella de Hollywood ni un amorío complejo, ¿es posible plantearle a nuestra pareja que nos dé la oportunidad de disfrutar de una noche con alguien más? Al margen de lo que muestran las películas o las fantasías que pasan por nuestra mente, llevar esta idea a la práctica es algo complejo.
“Los permitidos representan un tipo de acuerdo a través del cual los miembros de una pareja se autorizan mutuamente a tener un encuentro sexual con un tercero (o varios) por fuera de su relación. Implica algo fugaz, pensado para una ocasión puntual y sin que haya enamoramiento de por medio”, explica el sex coach Facundo Agüero.
La práctica no es igual a mantener una relación abierta ni poliamorosa. “Actualmente, hay una mayor curiosidad sobre este tipo de vinculaciones, pero la gente suele confundir bastante las implicancias de cada propuesta y la desinformación o temores personales evitan que se avance más allá de los márgenes de la imaginación”, comenta.
Acorde al profesional, una de las equivocaciones más frecuentes pasa por considerar a los permitidos como infidelidades. “La diferencia central es que estos son consensuados y cada parte acepta ese 'pase libre' para tener sexo bajo condiciones precisas y pautadas de antemano. Los miembros de la pareja conocen la situación y la aceptan; por lo tanto no se transgreden los límites”, destaca.
Aunque para algunos resulte tentador, este tipo de arreglos suelen ser poco frecuentes y -de concretarse- la vivencia queda guardada bajo llave en el ámbito privado. “La única inferencia que podríamos hacer es que los permitidos se dan más habitualmente entre parejas estables de mediana edad y/o que son estables y hace muchos años se mantienen juntas”, indica Agüero.
En los vínculos entre jóvenes heterosexuales, la iniciativa aparece de la mano de una sensación de distanciamiento afectivo o problemas internos en la relación. Por ejemplo, por insatisfacciones sexuales, falta de contención emocional o una inconformidad con los modelos tradicionales de parejas. “En el fondo, estos planteos demuestran cómo el esquema tradicional de la monogamia se tornó menos eficiente en las sociedades actuales; al menos en Occidente. Su imposición cultural y la rigidez con que era entendida hace siglos atrás no funciona de la misma manera ahora gracias a la llegada de otras estructuras familiares, libertades y derechos”, acota el sex coach.
Riesgos
El éxito o fracaso de plantear un permitido depende enormemente del esquema de nuestra pareja y los niveles de sinceridad, confianza y asertividad que manejemos.
“Como regla general, la práctica no debe poner en riesgo la dinámica de ese vínculo. Hay quienes desde un lado racional aceptan la propuesta y luego lidian con un fuerte malestar emocional. Es importante analizar en profundidad la decisión, sin dejarnos llevar por el momento o la creencia de que somos lo suficientemente abiertos de mente”, resalta la psicóloga Mercedes Martel.
Cuando los hechos se fuerzan, siempre la historia acaba mal. Además, aceptar un permitido e incluso disfrutarlo no nos libra de las repercusiones posteriores. Esas que llegan cuando la pasión queda convertida en carbón y hay que seguir con “el día a día”.
“Otro tema importante es ver quien propuso el permitido y si el pedido fue unidireccional. Una de las razones por las cuales esta idea acaba mal se debe a la falta de tacto y el factor sorpresa con que se plantea. En el mejor de los casos, la recomendación sería tratar el tema de a poco y dialogar sin imponernos”, prosigue.
De lo contrario, se somete a la pareja a una instancia de estrés y llena de exigencias premeditadas. Luego, eso desencadena en una sensación de culpa, enojo, irritación, ansiedad o una merma del autoestima que lapida el vínculo.
“Mientras se conversa sobre el permitido la imagen que tenemos de cómo será el encuentro y la adrenalina hacen que tampoco contemplemos la opción de que nuestra pareja diga un no rotundo y se enoje (con o sin justa causa) ante ese 'delirio'. Hay que estar preparados y respetar las negativas”, advierte Martel.
A partir de ese punto de inflexión, aparece un escenario sobre el cual la profesional levanta la alarma. Existen quienes insisten y manipulan a su par para intentar que cambien de opinión. De acentuarse esta clase de conductas lo más probable es que esa persona lo haga igual y acabemos en una infidelidad.
“El permitido sería entonces apenas una excusa para las verdaderas intenciones. Por otro lado, si nos la pasamos a cada rato imaginando alternativas para salir con terceros o escapar de la dinámica de pareja que construimos, lo mejor es replantearnos desde la base que buscamos en una relación, cuáles son nuestras expectativas y cómo nos sentiríamos plenos”, sugiere.








