Un Mundial para deconstruir

Un Mundial para deconstruir

En Qatar 2022 se vivieron situaciones “raras” para el mundillo futbolero, pero que marcan una evolución en el pensamiento

LLAMATIVO. Van Gaal, un hombre serio, ingresó bailando a la concentración. fotos reuters LLAMATIVO. Van Gaal, un hombre serio, ingresó bailando a la concentración. fotos reuters

Para la Real Academia Española, deconstruir es deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura. En el fútbol, más en un Mundial, no hay mucho tiempo para hacerlo. En Qatar 2022 han pasado muchas cosas que han quedado detrás de los goles y de las jugadas. Esta Copa del Mundo es diferente y, con seguridad, marcará un antes y un después.

Este es un deporte en equipo. Pero detrás de los atletas hay un hombre que acomoda y dirige todo. Normalmente no tiene el protagonismo que ocupa un astro, pero siempre es el fusible de los malos resultados. En el certamen han mostrado un notorio cambio de conducta. Algunos aseguran que es sangre joven que se han desacartonado. Otros, que se humanizaron para ganarse el respeto y ser verdaderos líderes de un grupo de personas que, en definitiva, no son otra cosa más que personas.

Louis van Gaal siempre fue considerado como un hombre serio e inflexible. Pero en Qatar mostró otra imagen. Entró a la concentración de Países Bajos bailando y filmando con su celular, abrazó a un periodista que no ocultó su admiración en una conferencia de prensa y consiguió “desequilibrar” a Lionel Messi y a Emiliano Martínez con su guerra mediática. El tiempo dirá sí logró sacar provecho o si terminó hundiéndose con la estrategia.

Tité, el ex entrenador de Brasil, también dio la nota en esta Copa del Mundo. El adusto entrenador bailó con sus jugadores una de las tantas coreografías que ensayaron para festejar los goles que convertirían durante el certamen y que no terminaron de presentar por haber quedado eliminado. También fue el primero en salir a defender a sus futbolistas de las críticas que recibieron por los festejos.

España y Marruecos estaban por definir el pase a cuartos de final y se produjo una situación especial. El técnico de la “Roja” Luis Enrique se arrimó a sus dirigidos y les dio el nombre de los tres futbolistas que debían realizar los disparos. Los otros dos ejecutantes y el orden en el que patearían fueron elegidos por el capitán Sergio Busquets y sus compañeros. El DT, que renunció al cargo después de la eliminación en octavos, se sentó en el banco de los suplentes a esperar que el destino definiera su suerte.

El poder de las lágrimas

¿Cuánto vale la lágrima de un entrenador o de un asistente? Mucho, muchísimo. Lionel Scaloni y Pablo Aimar, con ese gesto, lograron el respeto y la admiración de todo un plantel que estaba “muerto” psicológicamente y ya está entre los cuatro mejores del mundo. Esta estrategia no es casualidad porque hay otro ejemplo: Marruecos.

El entrenador Walid Regragui, pase lo que pase, ya hizo historia. Francés de nacimiento pero con ciudadanía marroquí, lidera al seleccionado africano que, por primera vez en la historia, disputará una semifinal de una Copa del Mundo. Lo hizo con apenas 100 días de trabajo. El ex defensor jugó en su país natal y fue compañero de Lionel Scaloni en Racing de Santander. Lo suyo es claro; logró lo que parecía imposible: que un equipo de ese continente tuviera orden táctico. Pero a esa virtud la supo conquistar con actitudes y palabras que pueden motivar a una piedra.

Fue emocionante ver besar a cada uno de sus dirigidos después de que consiguieran un triunfo. Evidentemente lo motivacional también es lo suyo. “En una rueda de prensa, hace tres o cuatro partidos, me preguntaron si podíamos ganar el Mundial. Y yo respondí: ‘¿Por qué no? Podemos soñar. ¿Por qué no íbamos a soñar? Si no sueñas, no llegas a ninguna parte. No cuesta nada”, declaró.

¿Se imaginan un técnico sentando a Lionel Messi en el banco de suplentes? No, imposible. Pero algo similar pasó en Qatar. El entrenador de Portugal, Fernando Santos, lo hizo con Cristiano Ronaldo en los partidos más importantes que le tocó jugar en el torneo del que fue eliminado. Antes y después de haber tomado esa decisión, fue el mismo DT el que le pidió a la prensa de todo el mundo que dejaran al astro en paz. Ya fuera de la lucha por el título, el seleccionador despejó todas las dudas: “Utilicé el equipo que jugó muy bien contra Suiza y no había ninguna razón para cambiar. La decisión estratégica que tuve que tomar fue una de las más difíciles, pero no puedo pensar con el corazón. Tengo que pensar con la cabeza. No es que Ronaldo ya no sea un gran jugador, eso no tiene nada que ver”, reconoció.

Rebeldes con causa

También hay que hablar de la deconstrucción de los jugadores. Este fue el Mundial de las rebeliones de los futbolistas. Los jugadores se encargaron de que en cada rincón del planeta supieran que estaban en contra de las violaciones de los derechos humanos que se registran en Qatar. Los ingleses se arrodillaron en el campo de juego y los alemanes se taparon la boca en la típica foto de formación de equipo. Ahora, los franceses se acoplaron por la muerte de un trabajador filipino.

Messi, como no se lo había visto nunca, cuestionó al cuerpo técnico y a un jugador de Países Bajos. Él y sus compañeros fueron duramente criticados, pero todo está volviendo a la calma después de que surgieran videos donde se puede observar a los jugadores de Países Bajos provocando a los argentinos. En definitiva, no fue “argentinidad al palo”, sino una reacción. La gran pregunta: ¿para qué lo hicieron si en el campo demostraron que eran los mejores?

Algo comparten la “Scaloneta” y los marroquíes en Qatar. La ilusión y la pasión que despertaron en dos países cuyas poblaciones sólo saben de sufrimientos. Los futbolistas los saben y ese quizás sea ese el único motivo por el que prefieren estar al lado de la gente para celebrar cada victoria durante varios minutos.

Del lado de la Selección ese amor es únicamente con la gente. Algunas versiones indican que el plantel habría rechazado ser visitado por el ex presidente Mauricio Macri. Tampoco estarían dispuestos a visitar a Alberto Fernández en la Casa Rosada, sin importar el resultado que consigan en el Mundial. No hay sorpresa. Ya lo dijo Scaloni al hablar de sus dirigidos: “ya están grandecitos”.

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