Margo Glantz: “Apenas las mujeres consiguen sus conquistas, recrudece la violencia: esto ha ocurrido siempre”

Margo Glantz: “Apenas las mujeres consiguen sus conquistas, recrudece la violencia: esto ha ocurrido siempre”

La especialista mayor en Sor Juana Inés de la Cruz y una de las máximas exponentes de las letras mexicanas recibirá este jueves el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Tucumán.

Hay muchas maneras de presentar a Margo Glantz (Ciudad de México, 1930), pero quizá ninguna sea tan sintéticamente ajustada a los hechos como la que esbozó la académica Carmen Perilli, una de las promotoras del doctorado honoris causa que la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) le entregará después de cinco años de trámite y promotora, también, de esta entrevista remota con la homenajeada. “Mujer enorme de la cultura mexicana”, la llamó. Y allí está puntual ante la pantalla este monumento de las letras que arrolla con su medallero, pero más aún con su alegría por seguir viva y continuar la batalla por la igualdad que inició cuando todavía era mal visto que usara pantalones. Glantz, sin embargo, no se permite celebrar los logros feministas. “Apenas las mujeres consiguen sus conquistas, recrudece la violencia contra ellas: esto ha ocurrido siempre”, opina categóricamente.

Otra manera de presentar a la novelista y célebre profesora de la Universidad Autónoma de México es por el esfuerzo inédito que dedicó -y aún dedica- al estudio y la divulgación de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Pero en la conversación ella pasa por alto ese aspecto insoslayable de su curriculum y se va hacia temas tan del día como la “represión diabólica” de la dictadura iraní contra el cuerpo femenino. Su inclinación por hablar sobre el lado oscuro de la realidad no la hace un ser amargado, sino lo contrario. Glantz dice que le va muy bien y que, si pudiera, con gusto mantendría esta conversación en su estudio espacioso de Coyoacán. Curiosa, hace preguntas y se disculpa por pretender transformarse en entrevistadora. “Ya no la molesto más”, anuncia y comenta que ya tiene alrededor de cinco doctorados honoris causa. Este jueves 15 de diciembre a las 18 (hora local) Glantz recibirá el de la UNT por medio de una ceremonia digital que presenciará desde la Embajada de la Argentina en México.

-¿A esta altura de su vida una distinción de esta especie sigue siendo especial?

-Mire, estoy muy vieja y hay cosas que ya no me sacuden, aunque me den mucho gusto. Este doctorado honoris causa ha ido muy lento por distintas razones: me lo iban a entregar antes de la pandemia y yo pensaba viajar hasta Tucumán para recibirlo, algo que me hubiera gustado muchísimo por la posibilidad de estar en contacto con la gente de allá, sobre todo con Carmen Perilli, que insistió enormemente para que esto sucediera. Pero la cosa se ha ido posponiendo y me lo darán de manera simbólica en la Embajada. Me agrada que la Argentina, un país al que estoy muy unida, me reconozca. Una de mis hijas es medio argentina, lo mismo que amigos valiosos: algunos ya murieron, como Noé Jitrik. Recuerde que aquí se exiliaron figuras importantes.

-Usted ha concedido una infinidad de entrevistas, y a los 92 años tiene ganado el derecho a plantear una pregunta que nunca le hayan hecho y que le gustaría contestar. ¿Qué dice?

-No, prefiero que usted me haga las preguntas que desee hacerme. ¡Ándele!

-¿Qué queda después de 60 o 70 años de dedicación a la escritura, a la lectura y a la cultura, tal y como usted la concibió?

-Soy una sobreviviente porque mucha gente se muere antes que yo. Pocos llegamos bien y lúcidos a los 92. Es una gran cosa para mí el estar más o menos entera y me gustaría terminar de escribir mis memorias como último trabajo de mi vida. Y luego seguir teniendo relación con la gente más joven que conozco, con mis hijas y con mis nietos.

-Se la escucha muy satisfecha con lo que hizo.

-Es una vida que ha sido complicada como todas las vidas, pero he tenido mucha suerte. Me acaban de hacer un homenaje internacional con el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, la maravillosa poeta novohispana a la que me he dedicado a estudiar. Fue una ceremonia lindísima, cariñosa y calurosa, con la intervención de una orquesta de jóvenes. También recibí el Premio Carlos Fuentes, donde me aplaudieron muchísimo, y una condecoración en Guadalajara. Últimamente he ido cosechando honores por mi labor como profesora de la Universidad Autónoma de México y escritora de ficción. Pero al principio no me reconocían. Tuve que publicar mis primeros dos libros a cuenta de autor (autopublicarme). Pasé de eso a poseer estas distinciones y felicitaciones tan maravillosas. Son satisfacciones para una vida larga que ahora se resume con estos premios, más que nada como símbolo. Tengo las medallas y los diplomas, pero no los pongo en la pared. Yo los he perdido a muchos. No encuentro ni mi título de grado universitario ni el del doctorado, pero aquí estoy: estoy viva.

-¿Qué cree que simbolizan o representan esos honores?

-Los premios son muy aleatorios. Cuando en 2010 me dieron el de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que antes se llamaba Juan Rulfo, recordé a Nicanor Parra (poeta chileno), que fue el primero que lo recibió y que dio un discurso en el que mucha ironía explicó que los premios son cuestión de suerte. Yo lo cité porque pude o no haberlo ganado. Es maravilloso ser premiada, pero a mucha gente no se los dieron. Siempre que se habla del Nobel de Literatura se recuerda que ni (Marcel) Proust ni (Franz) Kafka los obtuvieron…

-Ni Jorge Luis Borges…

-Claro, Borges. Y quizá dieron el Nobel a quienes no lo merecían tanto. Ahora hay una gran polémica sobre la ganadora de este año, Annie Ernaux. A mí me parece una escritora estupenda y extraordinaria, pero, al mismo tiempo, tiene ideas que no me gustan en absoluto. Diría que existe una escisión entre la producción literaria y el pensamiento. Todo esto me lleva a ratificar que estamos viviendo momentos difíciles: pensemos en la guerra en Ucrania; la actitud de (Vladimir) Putin o lo que está pasando en Irán con esa increíble revolución femenina disparada por algo tan particular como la posibilidad de enseñar el cabello. Yo he escrito un libro que se llama “La cabellera andante” en 1983 que habla sobre la importancia de esto. Hoy leí que la Policía iraní, siguiendo las órdenes de (Alí) Jamenei, dispara contra el sexo y los senos de las mujeres que protestan. ¡Hasta la represión es sexualizada! Vivimos un tiempo en el que las mujeres están haciendo cosas importantísimas, por ejemplo, a la (argentina Samanta) Schweblin acaban de darle un premio importantísimo, y se destacan muchas otras: hay una invasión de escritoras, y, al mismo tiempo una violencia contra la mujer como la que se expresa en Irán. Esto es algo que trabajo políticamente como tuitera, pese a que Twitter puede irse a algo muy siniestro con Elon Musk. Pero sigo allí porque creo que puedo unirme a otras firmas que hablan en contra de lo que está sucediendo.

-Es interesante que alguien con su militancia por la igualdad entre hombres y mujeres tenga la voluntad de expresarse en Twitter donde se escucha poco. No parece fácil que la palabra construya algo allí…

-Creo que no habríamos podido saber sobre los crímenes en Irán si no fuera por Twitter. Lo mismo que muchas cosas que están pasando en Ucrania: pienso que, sin los tuits, no las sabríamos de la manera instantánea en la que las sabemos. Tampoco sobre ese movimiento nazi que quiso tomar el poder en Alemania en estos días o que (Pedro) Castillo pretendía hacer un golpe de Estado y cómo se frustró. Tampoco sabríamos muchas de las cosas abominables que están pasando en México. A veces, cuando hablo el periódico, siento que es antediluviano. Twitter me cuenta al segundo lo que está pasando. Y a mí me interesa mucho lo que ocurre en el mundo. Veo fuerzas reaccionarias brutales que amenazan por doquier. En América Latina tenemos a un (Nicolás) Maduro en Venezuela; a un (Daniel) Ortega en Nicaragua y a un sucesor de Fidel Castro en Cuba (Miguel Díaz-Canel). Muchas de las izquierdas no son de izquierda. No sé si Twitter ayuda a que los problemas se resuelvan, pero sí contribuye a que haya conciencia sobre lo que sucede, aunque es cierto que todo lo que va tan rápido al mismo tiempo nos confunde.

-¿Le complace el rumbo que tomó el presidente Andrés Manuel López Obrador con el que usted simpatizó al comienzo?

-Me ha decepcionado mucho. Cuando fue candidato dijo que iba a devolver al Ejército a los cuarteles y resulta que militarizó al país de una manera verdaderamente pavorosa. Un país que potencia de esa manera al Ejército no va a la izquierda. Además, destruyó estructuras que gobiernos anteriores, que fueron muy nefastos, respetaron pese a todo. Veo una violencia contra la cultura que me parece terrible porque así empezó el régimen fascista en España. Aquí estamos viviendo un proceso de aniquilación de la cultura y de militarización que a mí me parece peligroso.

-Su familia judía huyó de la Ucrania amenazada por el totalitarismo, pero resulta que ahora el Kremlin puso la excusa de la nazificación para atacar a Ucrania. ¿Qué le causa ver estas vueltas de la historia?

-La historia no es idéntica: la historia cambia. Ningún acontecimiento es igual a otro. Hay signos vinculados con el pasado que nos alertan. Ahora hay un antisemitismo violento, pero se diferencia del que había durante el nazismo porque ahora existe el Estado de Israel. Muchos judíos se salvaron por eso y, sin embargo, el Estado de Israel incurre en actos que son, a mi modo de ver, muy terribles, como los asentamientos en Palestina. El Estado de Israel produce un antisemitismo distinto al que había antes de su existencia representado por los pogromos que vivió mi padre en Ucrania. Antes, nacer judío significaba “campos de concentración”, “holocausto” y “cenizas”. Hubo un cambio de modalidad relacionada con el antisionismo que es muy compleja de explicar en una entrevista.

-Lo que parece una constante es la guerra, pese a que por primera vez en el mundo hay varias generaciones que no conocieron ninguna y dan por sentado la paz.

-Mire, para mí hay una sola cosa sintomática y repetitiva: la violencia contra la mujer. Hay persecuciones permanentes y a cada rato para cercenar el derecho de las mujeres sobre sus cuerpos. Lo estamos viendo en los Estados Unidos con la sentencia de la Corte Suprema que dio marcha atrás con el precedente “Roe contra Wade”. Y ahora se desató una incriminación hacia toda mujer que quiera abortar, no importa si se trata de bebés sin cráneo o situaciones de salud que impiden el nacimiento. Vemos la violencia espantosísima contra la mujer en los fundamentalismos. Apenas las mujeres consiguen sus conquistas, recrudece la violencia contra ellas: esto se ha mantenido siempre. Por eso es que me parece tan importante seguir peleando. En 2021, cuando le dieron el premio de la FIL a (la chilena) Diamela Eltit, dijo que los premios a las escritoras se “biologizan”. ¿Qué es lo que pasa? La importancia de la literatura femenina, al juzgarse, se genitaliza porque se habla de literatura de mujeres, lo que nos mete en una especie de gueto que nos separa de la general. Parece que hay un compartimento específico donde las mujeres pueden escribir, pero la literatura pertenece al género humano que son los hombres. Toda esta discriminación sigue ocurriendo.

-¿Y por qué en este momento juzga importante leer a Sor Juana?

-Es una de las mujeres más extraordinarias que ha habido. Es la última gran poeta del Siglo de Oro: escribió unos versos maravillosos en “Primero sueño”, una de las poesías más bellas que se han creado. Hizo villancicos; era una gran pensadora; trabajó con la astronomía y la ciencia; fue autodidacta desde niña y lo siguió siendo en el convento, y reunió una cantidad de conocimientos y habilidades que poca gente ha tenido. Al mismo tiempo sabía cocinar, bordar, escribir, y hablaba latín y portugués… todos los saberes posibles de su época. Sor Juana fue tan importante que la gente que venía a México buscaba no sólo el oro de las minas sino el oro intelectual que ella simbolizaba. Es inagotable: siempre hay cosas nuevas, por eso me dedico a ella, insisto en que debe leerse y yo la sigo leyendo. Y acabamos con eso, ¿sí? Un gusto y ¡ándele, pues!

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